Por Daniel Wizenberg @daniwizen*
El 22 de noviembre Argentina elegirá, por primera vez en un balotaje, a su nuevo presidente. Daniel Scioli del Frente para la Victoria y Mauricio Macri del Frente Cambiemos son candidatos parecidos pero representan perspectivas diferentes.
La política exterior es uno de los aspectos en los que más se verifican los contrastes. Si bien ambos candidatos proponen reanimar las relaciones con los Estados Unidos, Scioli continuaría con la línea trazada por Néstor Kirchner y Cristina Fernández mientras que Mauricio Macri retomaría la de las “relaciones carnales” de Carlos Menem.
El giro macrista copernicano
La propuesta del macrismo es la de un realineamiento con Washington y la Unión Europea enfriando las relaciones con Rusia y China, alejándose del bloque estatista conformado por Ecuador, Bolivia y Venezuela para acercarse a la línea del libre mercado conformada por Chile, Perú, Paraguay y Colombia. Entre las promesas está hacer respetar la “clausula democrática” para con Venezuela, desconociendo la democracia bolivariana e intentando excluirla del MERCOSUR. Macri sostuvo en más de una oportunidad que Argentina debía “reinsertarse en el mundo” y abandonar el “eje bolivariano”.
El MERCOSUR sería una parte importante de la agenda del gobierno de Cambiemos pero con el objetivo de desactivar el UNASUR (un organismo al que Cristina Fernández podría arribar como nueva Secretaria General) y de acercar a la región a la liberalización de los mercados. En una reciente entrevista con el diario La Nación, su canciller en caso de acceder a la Presidencia, Fulvio Pompeo, hablaba de lanzar una convergencia Mercosur-Alianza del Pacífico: intentar sumar al bloque al TTP que ya incluye al 40% del PBI mundial y que favorece a las grandes corporaciones estadounidenses. Para lograr ese viraje buscará un “sinceramiento con Brasil” y por eso el primer viaje de Macri como presidente sería a Brasilia con la idea de presionar al sitiado gobierno de Dilma Rousseff a acompañar “una nueva región”. Con un Maduro debilitado, un cambio de gobierno argentino dejaría a Rousseff desamparada en la región.
El nuevo posicionamiento regional que anuncia Macri también implica un cambio de postura respecto a Cuba. Para el periodista Pedro Brieguer “está claro que si hoy asume Capriles en Venezuela o Macri en Argentina, el voto en Naciones Unidas respecto a Cuba va a cambiar y esto lo sabe no solamente el gobierno de Cuba, sino también los otros latinoamericanos”.
Cambiemos no tiene previsto un acercamiento entre Mauricio Macri y Raúl Castro; por el contrario, ven con buenos ojos el tipo de vínculo cordial y frío desarrollado durante el menemismo.
Además de seguir los lineamientos comerciales que propone la Casa Blanca para con los Estados Unidos, el candidato de Cambiemos propone una relación “cooperativa para reconstruir la confianza rápidamente”.
La agenda de “cooperación” implica trabajar en la “lucha contra el narcotráfico, Derechos Humanos y no proliferación de armas”; aunque Estados Unidos sea el principal país de consumo de drogas del mundo, no haya ratificado, por ejemplo, la Convención sobre los Derechos del Niño y sea la nación con mayor cantidad de armas por habitante.
Con la Unión Europea Macri propone “recuperar la vocación de diálogo con la Alemania de Angela Merkel” y en ese sentido ayudar a que el MERCOSUR firme un tratado de libre comercio con la Unión Europea. Eso prometió en una reciente gira en la que se entrevistó, entre otros, con los derechistas Mariano Rajoy, José María Aznar y Nicolas Sarkozy. En esa gira, prometió “demalvinizar la relación con Gran Bretaña”. A la Corona británica le anunció que seguiría defendiendo la postura argentina respecto a las islas pero intentando que no interfieran en la relación con el Reino Unido, “hay que descongelar” las relaciones, afirmó Pompeo.
Más allá de las relaciones diplomáticas, el eje de la política exterior del macrismo está puesto en el sector financiero. Una evidencia de ello es que durante 2015 cada vez que el PRO mejoraba en las encuestas u obtenía un buen resultado en una elección provincial, la Bolsa de Comercio subió.
“Hay que pagarles a los bonistas lo que Thomas Griesa diga”, dijo Mauricio Macri en relación al magistrado de Nueva York que siempre falló a favor de los fondos buitres (multimillonarios holdouts financieros) con quienes Argentina mantiene un conflicto por una parte de la reestructuración de la deuda externa (que el 93% de los acreedores restantes aceptó como válida).
Hasta el momento la mayoría de los fallos anteriores de Griesa fueron revocados por instancias superiores como la Corte Suprema de Nueva York. Pagar lo que reclaman los holdout generaría una devaluación estrepitosa y una consiguiente caída drástica del poder adquisitivo del salario y por ende un enfriamiento de la economía, en línea con las recesiones que están afectando a buena parte de los países emergentes.
Como contrapartida, grandes corporaciones e inversiones extranjeras se acercarían a un país menos proteccionista. De esa manera, Cambiemos sostiene que se daría vuelta a un proceso actual en el que la Argentina “se está cayendo del mundo”
Continuidad con cambios
Daniel Scioli, por su parte, afirmó que hay que “cuidar lo construido hasta el momento pero pensar en una mayor integración regional” y barrer con la idea de que “Argentina se cae del mundo cuando en realidad el mundo se está reordenando de otra manera”.
Se ha reunido y sido respaldado por los presidentes Raúl Castro, José Mujica, Tabaré Vázquez, Michelle Bachelet, Evo Morales y Rafael Correa, entre otros. En una visita especial a La Habana para reunirse con el líder cubano, acordaron reforzar más que nunca los vínculos comerciales y culturales entre Argentina y Cuba. Habría un vínculo distante con Nicolás Maduro, con quien no se comunicó en toda la campaña. Al colombiano Juan Manuel Santos, el candidato del Frente para la Victoria le expresó su compromiso con el éxito del proceso de paz que vive la sociedad colombiana.
La opción sudamericana del candidato se expresa también por la designación, como asesor de la estrategia internacional, de Rafael Follonier, quien fuera la mano derecha de Néstor Kirchner en materia de política exterior, cercano colaborador de Cristina Kirchner hasta diciembre pasado y uno de los principales responsables del avance que experimentaron los procesos de integración regional en la última década.
Conviven con Follonier hombres como Juan Manuel Urtubey, Gobernador de Salta y partidario de un acuerdo con los holdouts, algo que generó rechazo al interior del kirchnerismo.
Scioli busca un “multilateralismo democrático” tal como lo definió el papa Francisco, con quien cultiva desde hace años una estrecha relación. Para ello sostiene que es preciso recrear un proceso de integración regional cuyo primer inspirador en la política argentina moderna fue Juan Domingo Perón con su proyecto del ABC (Argentina, Brasil y Chile) y que, con el retorno a la democracia, se afianzó con Raúl Alfonsín.
Ganarían algunos grados las frías relaciones con Estados Unidos, pero a la vez que se desarrollen relaciones de cooperación con China, Rusia, India, Sudáfrica y la Unión Europea, buscando mayor protagonismo en el G-77 con la continuidad en la reivindicación de la negociación pacífica por la soberanía de las Malvinas.
Jugadores parecidos en equipos distintos
Hasta 2003 Scioli y Macri tenían mucho en común. Ambos crecieron en familias empresarias de clase alta y dieron sus primeros pasos con una vida resuelta económicamente. Los dos se acercaron a la política aprovechando su cercanía con Carlos Menem (presidente de programa neoliberal entre 1989 y 1999) y siendo famosos por otras profesiones. Scioli campeón mundial de moto naútica y Macri empresario “exitoso” y presidente de Boca Juniors. La crisis económica y social que estalló en diciembre de 2001 puso en jaque a la tradicional clase política. En las calles las protestas solían tener como emblema un reclamo contundente: “Que se vayan todos”. En ese contexto, creció la legitimidad de outsiders como Macri y Scioli.
En 2003 Macri decidió comenzar a armar su propia estructura política y presentarse como candidato a Jefe de Gobierno con su flamante partido, Propuesta Republicana (PRO). Perdió a manos de Aníbal Ibarra, candidato cercano a Néstor Kirchner que sería destituido como responsable político de la tragedia de Cromañon. En 2007 Macri aprovechó la caída del anterior Jefe de Gobierno para hacerse de la alcaldía porteña y comenzar a consolidar su espacio político.
En las elecciones presidenciales de 2003 no jugó pero dio su apoyo público a Carlos Menem. Scioli, en cambio, fue el candidato a vicepresidente de Néstor Kirchner. La fórmula accedió a la presidencia con solo el 25% de los votos luego de que Menem desistiera de competir en la segunda vuelta.
Kirchner construyó legitimidad reformando la Corte Suprema de Justicia, enjuiciando a los dictadores hasta ese momento indultados, reestructurando la deuda externa y abriendo un proceso de sustitución de importaciones para reactivar la industria nacional. Mientras el gobierno de Kirchner crecía, la imagen positiva de Sciolihacía lo propio.
En 2007, cuando Macri ganaba la Ciudad de Buenos Aires, Scioli ganó la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, cargo en el que fue reelecto en 2011. Su procedencia neoliberal, su entorno conservador, su moderación ideológica y su cercanía con la embajada de Estados Unidos le trajo varios dolores de cabeza.
Durante los primeros años tuvo fuertes discusiones con la entonces Senadora Cristina Fernández y siempre mantuvo una relación de tensión con los sectores más progresistas del kirchnerismo, que sospechaban de una hipotética inminente traición. Pero después de doce años la combinación de lealtad a Néstor Kirchner y altos niveles de imagen positiva pudieron más y fue elegido como el candidato a continuar con el proyecto del Frente para la Victoria.
Entre la moderación y la ruptura
Daniel Scioli representa un kirchnerismo moderado, un populismo atenuado, que buscará como marcara Santiago O´Donell “generar un buen clima de negocios con paz social, mística peronista y desarrollo industrial, un neocorporativismo con discurso social y guiños a los mercados”. Scioli no es Cristina y no genera las mismas pasiones. Nadie en Argentina es fanático del sciolismo. Si votar a Cristina Fernández en 2007 y 2011 fue para “profundizar el modelo”, votar a Scioli es para conservarlo.
Mauricio Macri representa un modelo antagónico y sus intentos por desarticular el modelo kirchnerista si llega a la presidencia serán graduales, lo que le permitirá despejarse los estigmas que lo constituyen como una amenaza y construir legitimidad. Entre tanto buscará, como Scioli, una primera etapa de estabilidad económica en la que todos los esfuerzos estarán puestos en controlar una cada vez más turbulenta inflación.
La manera en la que se compensarán esos esfuerzos determinará la etimología del nuevo gobierno y allí está el nodo que diferencia a ambos candidatos: seguir con el proceso de sustición de importaciones o adoptar una estrategia de libre mercado; contraer deuda con el FMI y aceptar sus lineamientos o continuar con la estrategia de endeudamiento para proyectos de producción y energía con China y Rusia…
En Estados Unidos y algunos países de Europa la rotación y la alternancia de los partidos gobernantes en el poder no altera acuerdos básicos de Estado, pero en Argentina entre el “populismo” representado por el peronismo y el “institucionalismo” encarnado por el anti peronismo hay un antagonismo asombroso derivando en que determinados cambios de gobierno conllevan poner patas arriba la propuesta saliente.
Hace hoy diez años Kirchner, Lula y Chávez vivían su etapa de apogeo y le decían que no al ALCA. Diez años después, Maduro está de cara a una delicada coyuntura electoral, Dilma está sitiada ante la posibilidad de un juicio político y en Argentina el antiperonismo lidera las encuestas de cara al balotaje. La derecha arrincona a los procesos populares, pero como decía un poema de Jorge Luis Borges, “en algún recodo del encierro, puede haber un descuido, una hendidura”.
*Periodista y politólogo argentino.