El neoliberalismo tiene un solo manual de estilo y una exclusiva hoja de ruta, para poder arribar al único destino posible. No hay matices que suavicen su insensibilidad, simplemente porque no existe el mercado con "rostro humano". La desigualdad es el combustible de un capitalismo en crisis, en el primer capítulo del siglo XXI. Si el poder fuera sensible ante el dolor del otro, no creería en la "teoría del derrame". Si creyeran en la justicia, no demonizarían el rol del Estado como agente de equilibrio, en una puja tan despareja, entre el hombre común y las corporaciones. Son previsibles, porque no pueden eludir su ADN y se repiten a través del tiempo, porque no tienen escapatoria. En los tres desembarcos de la cara más cruel del capital por estas costas, en los últimos 39 años, lograron antes e intentan en el presente, desamparar a millones de personas, a través de una monumental transferencia de recursos. En las experiencias que anteceden a Cambiemos, la derecha defendió el sueño de colonia próspera, con dos ingredientes fundamentales: represión en las calles y discurso único en los medios. Domesticar a la población, a través de un simbólico Decreto de Necesidad y Urgencia.
ACHICAR EL DEBATE, PARA AGRANDAR EL SAQUEO El 24 de marzo de 1976, una de las primeras medidas de la Junta, fue la toma de los canales y radios, cerca de las 2 de la madrugada. Días antes ya habían avisado del golpe a Juan Vicente Mentesana, para que se disponga a leer los comunicados (por entonces, el locutor estrella de las interrupciones constitucionales) y habían desempolvado la mejor versión de "Avenida de las Camelias", para cortina musical. Sin dudas, la elección del día para tomar el país no fue casual. La selección argentina de Menotti jugaba a las 13:30 con Polonia y la transmisión de aquel partido por el 7, simbolizó todo el rédito político que las Fuerzas Armadas le iban a exprimir al fútbol, hasta 1983. El comunicado número 23, confirmó que lo único que ese día sortearía la cadena nacional, sería el partido. Pero el día anterior, ya mostraba señales de futuro. El 23 a las 20:30, habló Oscar Alende por cadena nacional. El referente del Partido Intransigente, alertó que los golpes de Estado solo servían para profundizar los problemas existentes: "En este momento yo diría que es posible distinguir o detectar cuatro grupos o sectores de opinión en la Argentina: El primero es el de aquellos que quieren que caiga el gobierno sin importarle lo que viene detrás. El segundo, el de los profesionales golpistas que saben que ésta es la única manera de acceder al poder y llegar al gobierno. El tercero lo integran los que pregonan la democracia pero no quieren cumplirla. El cuarto lo integramos los que pensamos que la lucha por la emancipación no se agota en los aspectos electorales". La palabra del ex gobernador de Buenos Aires, no pudo verse en Bahía Blanca. El canal 9 local, puso una placa que explicaba que no iba a conectar con la cadena, porque Alende era “un aliado de las izquierdas internacionales”. A partir de ese momento, la Marina se instaló en Canal 13; la Fuerza Aérea se quedó con el 11; para el Ejército fue el 9 y el 7 quedó bajo la órbita de Presidencia. Las radios en manos del Estado, también fueron distribuidas como botín de guerra: El Mundo, Mitre y Antártida, para la Armada; Belgrano, Argentina y Del Pueblo, dirigidas por el Ejército y Splendid y Excelsior, conducidas por la Aeronáutica. A los principales diarios (Clarín, La Nación y La Razón), le compraron el silencio con Papel Prensa y sellaron con los Vigil, la alianza con Editorial Atlántida. Todas las revistas que tenía el grupo, quedaron al servicio del Ejército (El Gráfico, Gente, Para Ti, Chacra y Billiken) y la que no existía, la crearon (Somos). El blindaje de la dictadura, cambiaba cotidianamente asesinatos por "enfrentamientos"; hablaba maravillas de la "patria financiera" y dibujaba un país perfecto. El dique de contención mediático, impedía conocer qué gritaban en el exterior, los sobrevivientes del terrorismo de Estado y los comité de solidaridad. Para que no haya fisuras, contrataron a la empresa que se encargó hasta 1980, de los libretos de Videla (la publicidad de la silla, “Somos derechos y humanos”, etc.): Burson-Marsteller. Sin los medios trabajando como tropa propia, aquella maquinaria de aniquilamiento, hubiera sido imposible...
CIRUGIA MAYOR SIN ANESTESIA Cuando el neoliberalismo entró a la Rosada, oculto en el Caballo de Troya del menemismo, no fue casual que la primera privatización, se ocupó de canales y radios. Controlar los medios, para hablar y pensar por millones de argentinos. Las privatizaciones, prácticamente no tuvieron obstáculos, fruto de la evangelización televisiva. La idea de convertirnos en ciudadanos del primer mundo, fue para la clase media muchísimo más tentadora que pensar en la liquidación del patrimonio de las empresas nacionales y en cientos de miles de argentinos sin trabajo. Después de dos meses de pelea muy intensa, entre los grupos económicos más importantes del país, el 20 de diciembre de 1989 se firmaron los decretos por los cuales Artear, tomó posesión de LS 85 TV Canal 13 y Telefe, de LS 84 TV Canal 11. De la mano de Clarín, había nacido el multimedios más importante de la historia argentina; una corporación que con la modificación a medida del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión de Videla, ya se había quedado con Radio Mitre. Editorial Atlántida (que casualidad, otra vez los Vigil), pasaron a ser los nuevos dueños del 11. Ahora sus publicaciones, estaban a disposición de Menem. Los que perdieron, fueron la empresa Tevemac, sigla con la que la familia Macri aspiraba a quedarse con el 11 (otra casualidad del destino, si miramos el presente político argentino) y Argentevé de Julio Ramos, que había participado por el 13. Sin medios a favor, las privatizaciones hubieran sido imposibles...
SIN PLURALIDAD, LA DEMOCRACIA ESTA HERIDA DE MUERTE Ahora el neoliberalismo le apuntó con urgencia, a la Ley de Medios. El control de la palabra, regresa como el principal brazo ejecutor de políticas de achique (devaluación, ajuste, baja de salarios, despidos, extranjerización de la producción y exportación en soledad de materias primas). Por estas horas, el control de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, es la joya que les falta. Durante 12 años, los medios fueron el principal partido opositor y ahora, son parte del oficialismo. El voto popular (influenciado por medios que construyeron cotidianamente, el supuesto infierno que habitó el 51% de los argentinos desde 2013), les entregó los medios públicos y lo único que queda en pie para contrarrestar el avance arrollador del imperio, es la Ley de Servicios Audiovisuales. Como fuerza de choque, nombraron al "Milico" Aguad, el viejo amigo del General Menéndez. Un hombre que dice sin costos y ante la falta de preguntas de los que querían preguntar, que no cumplirá con la Ley que votó el Congreso y luego de bancar las cautelares más largas del mundo, la Corte Suprema declaró constitucional. El reino del revés no funciona sin los medios, por lo tanto, los antes puristas del "republicanismo bobo", ahora se convierten en voces militantes de la nueva derecha, por arte de magia. En los primeros días de gestión, comparan a Macri con Mandela y ríen con el karaoke de la pareja presidencial en el balcón de la Rosada. El siguiente paso, despolitizar los canales de aire y abandonar los debates a muerte, por cuestiones que ya no necesitan ser discutidas. Las corporaciones mediáticas siempre tuvieron un rol fundamental en los períodos en los que creció la desigualdad. Legitimaron el avance devastador de las minorías y consolidaron sus privilegios. Las políticas antipopulares se ejecutan comprando el silencio de la prensa o alquilando la comparsa periodística que aplauda la muerte de los derechos adquiridos. El control de los medios, garantiza impunidad. Como en 1976 y en 1989. Como sueñan en 2015...