No los une el amor, está claro. Pero el gobierno de Mauricio Macri le provee al peronismo/Frente para la Victoria el espanto suficiente como para garantizar, por ahora, la unidad de ese espacio y su centralidad como polo opositor. Mientras los operadores políticos del PRO (con el propio Presidente a la cabeza) intentan meter una cuña entre el kirchnerismo y el peronismo territorial, las políticas internas que lleva adelante la Casa Rosada funcionan exactamente en el sentido contrario, cohesionando la inestable alianza entre gobernadores, intendentes, los bloques legislativos más numerosos de cada Cámara en el Congreso, organizaciones sociales y políticas, algunos sindicatos, una ex jefa de Estado con importante respaldo popular, un dirigente recientemente votado por casi el 50 por ciento de la población y un puñado de aspirantes a gobernar el país dentro de cuatro años.
Ayer, los dos grandes polos de poder territorial del peronismo se reunieron para manifestar su oposición al aumento unilateral de la porción de la Ciudad de Buenos Aires en la torta de recursos coparticipables. En San Juan y en Santa Teresita las placas tectónicas de la política vibraron en la frecuencia de la interna peronista, que tiene un horizonte muy tangible ya que a comienzos de mayo vencen los actuales mandatos de las autoridades partidarias y el fantasma de una intervención judicial, a pedido del peronismo oficialista para beneplácito del gobierno, sobrevuela la caravana justicialista que empieza a atravesar un largo desierto de cuatro años en el llano. Pero esa interna hoy está asordinada por el descontento con el oficialismo y no asoma a la superficie, reservada para las manifestaciones unánimes de oposición a Macri.
Hasta Juan Manuel Urtubey, el más moderado de los peronistas, ayer se sumó a la voz de sus colegas gobernadores pidiendo “ser tenido en cuenta en la reasignación de recursos y terminar con los discursos”. El salteño, dicho sea de paso, ya lanzó su corriente interna y es hasta ahora el único contendiente firme en la carrera hacia la presidencia del PJ, aunque sus reuniones públicas con Sergio Massa y las reservadas con los armadores del PRO Emilio Monzó y Rogelio Frigerio despertaron recelo en filas justicialistas. El intendente de Resistencia y ex jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, todavía no lo anunció oficialmente pero actúa como candidato. Massa fue nominado por Macri en Davos y en menos de 24 horas se echó para atrás. Cristina Kirchner, como siempre, se niega a entrar en la disputa partidaria. Scioli espera.
Todo parece indicar que habría, por primera vez en la historia, internas en las que el voto directo de los afiliados elija la conducción partidaria. “Es la única forma en la que el ganador queda dotado de la autoridad que va a necesitar para conducir al peronismo en este período”, argumenta un viejo armador pejotista. “Es una situación particular, dispersa, inestable. Una elección vía un congreso partidario, a puertas cerradas, sólo puede terminar mal”, interpreta un diputado con mucha rosca peronista en el cuentakilómetros. En ese escenario, la masiva campaña de afiliación que está organizando el kirchnerismo puede volcar el resultado. Es posible que los padrones sean objeto de debate y lleguen a la Justicia, donde todo quedaría en manos de la jueza con competencia en la materia, María Servini de Cubría.
El cómo organizar en pocos meses una elección nacional con millones de electores, y de dónde saldría el financiamiento de semejante esfuerzo aún está por verse. Algunos dirigentes, incluso, dudan de la conveniencia de entrar en un proceso de esa naturaleza durante los primeros meses del gobierno de Macri. “El peronismo debería enfocarse en cumplir su rol como oposición y garante de los derechos de la sociedad ante el avance de la derecha, no desgastarse en internas”, asegura un intendente del conurbano que no ve con buenos ojos una elección de este tipo. Desde la CGT oficial, un dirigente de peso coincide: “No es momento de sacarnos los ojos entre nosotros. Eso es lo que quiere Macri”.
Un puñado de dirigentes kirchneristas que prefiere evitar las elecciones ya sondea las posibilidades de encontrar una lista de unidad, con la bendición de CFK y el acuerdo de gobernadores, intendentes, diputados, senadores, sindicatos y organizaciones. El único candidato que podría (con énfasis en el condicional) concitar ese nivel de consenso, estiman, es Scioli. El resto de los aspirantes a conducir debería acompañar desde un asiento en la mesa chica u optar por el sendero massista, cuyas veredas, aún, no han dado flores. El 2 de febrero se reunirá el Consejo Nacional Justicialista, donde tienen una silla todas las figuras de primer nivel, excepto la ex presidenta, que contará con suficientes emisarios. Quizás allí comiencen a delinearse los contornos de la interna.