Las Tunas.— Imposible su ausencia en uno de los lugares donde permanentemente ha estado: la Casa Iberoamericana de la Décima. Aquí, Celina González ha vuelto a acentuar su indispensable e insustituible presencia, por intermedio de quienes tuvieron la siempre privilegiada oportunidad de conocerla, hablarle, escucharla, sentirla, interactuar con ella.
Por eso, anécdotas, grabaciones, fotos, ejemplares de prensa, libros, melodías y otros soportes materiales o del recuerdo humano, volvieron a revelarla y a develarla en puro punto cubano, desde esa condición que ningún tiempo futuro extinguirá, por ser justa y merecidamente la Reina de los campos de Cuba.
Así, un nutrido grupo de artistas, intelectuales, historiadores, trabajadores de la cultura, estudiosos del tema, repentistas o improvisadores, evocaron el guajiro y agradecido brillo que en 1997 irradió la mirada de Celina al recibir la Placa conmemorativa por el 30 aniversario de la Jornada Cucalambeana (guateque supremo de la cultura campesina en Cuba) o cuando, en nombre también de todo un pueblo, le fue conferida la réplica del machete de combate del Mayor General Vicente García González, en julio del 2004.
Especialmente a ella, como personalidad; a Venezuela, como país y a Ciego de Ávila, como provincia, se había dedicado ese año la mayor fiesta nacional de la campiña, mediante un programa que rompió fronteras de todo tipo.
No por casualidad, motivado por el deferente gesto de los tuneros, Antonio Guerrero enviaría un mensaje, desde el impropio encierro carcelario, allá en Estados Unidos, donde hizo constar: Jornada Cucalambeana/tribuna de la espinela/donde dejará su estela/nuestra hermandad soberana/La nación bolivariana/recibirá el homenaje/y se pondrá un nuevo traje/esa Reina que es Celina/La música campesina/por el mundo hará otro viaje.
Hace apenas unas horas, en fin, volvió a correr guarapo, pimienta y sal por las venas de la Casa Iberoamericana tunera, a bordo del recuento, del tributo, de la memoria, de la reverencia, del verso improvisado… a bordo del punto inconfundiblemente cubano, a bordo de la modestia, de la humildad y de la grandeza con que Celina seguirá cantándole al mundo desde su trono de Reina.