por Alejandro Mosquera
La derecha argentina parece replantearse tácticas tras la frustración por lo menos por el momento de que el país viviera una conmoción social o económica que debilitara tanto al gobierno nacional que adelantara el recambio o que no pudiera imponer su impronta política a su sucesor y que en caso de que no hubiera continuidad oficialista que el miedo y/o complicidad de quien sucediera asegurara un retorno a las políticas de desregulación del mercado, privatizaciones y achicamiento del gasto publico y maximización del las ganancias de los grupos concentrados.
El elemento que ingresado en los análisis de los “think tanks” al servicio del circulo rojo ( CR) es que la mayoría de los argentinos incorporó la expansión de derechos sucedida bajo el gobierno de los Kirchner y que las leyes y políticas que le dieron sustento son parte de una compresión de la democracia y los derechos humanos mas extensa que la justicia sobre el genocidio.
Asumieron que su discurso opositor sobre que el gobierno vivía y contaba una realidad inexistente era real. Que el relato oficialista era solo un discurso de ocasión y no la expresión de la ruptura del discurso único neoliberal, que había ensanchado los campos de lo que se discute y quien lo discute. Las discusiones sobre el capitalismo, el papel del Estado como instrumento en disputa a favor de los trabajadores, productores y desposeídos, autonomía nacional y liberación de la formas modernas de dominación imperial, derechos reconocidos o derechos conquistados, y tantas otras salieron de los cenáculos militantes y fueron tomando cuerpo (seguramente insuficientes) en la comunidad social.
Cuando Lanata critico con desmedida irritación a la oposición todos sus candidatos entendieron que el mensaje era de Magneto y quisieron dar muestras de su disciplinamiento antes que respetar sus tradiciones partidarias y el respeto del ejercicio democrático
Los candidatos presidenciales de la derecha en tiempos electorales como lo que vivimos siguieron con la dinámica anterior sin ver esta realidad y creyendo que es el poder permanente el que puede depositarlos en el sillón de Rivadavia, así casi a coro sostuvieron que iban a desmontar las leyes y políticas que había generado el “régimen” kirchnerista. Parecía tomando el idioma tenístico un error no forzado, sin embargo, fue la expresión de la crueldad del mensaje de la derecha. Su objetivo es desmontar los derechos obtenidos y debilitar al estado en su rol de instrumento de intereses populares. Como tantas veces sostuvimos un roll back hacia el neoliberalismo.
La magnitud y claridad con que expresaron la propuesta del poder hegemónico también fue estimulada por el nerviosismo de los comunicadores del poder mediático ante el activismo del ejecutivo dando cuenta que no se vivía una etapa conocida como de pato rengo donde los gobiernos salientes ya no tienen fuerza para llevar adelante reformas política profundas y solo administran sin hacer ola esperando el recambio institucional. Cuando Lanata critico con desmedida irritación a la oposición todos sus candidatos entendieron que el mensaje era de Magneto y quisieron dar muestras de su disciplinamiento antes que respetar sus tradiciones partidarias y el respeto del ejercicio democrático. Aquí hay que hacer la salvedad de una actitud diferente de Felipe Solá que se desmarcó de esas posiciones humillantes de otros opositores.
Las encuestas recientes mostraron que una gran mayoría de nuestro pueblo tanto de quienes apoyan al gobierno como de los que quieren cambiarlo, desean sostener las conquistas, los derechos adquiridos, las jubilaciones en manos estatales, defender YPF y el papel del estado frente a la “mano invisible del mercado”. El oficialismo aprovecho la oportunidad (incluido el propio Scioli) y remarcó que la única forma de continuar ampliando la democracia, sostener el trabajo, las jubilaciones, la asignación universal es votar a los candidatos del gobierno. La Presidenta de la Republica combino la denuncia del programa de la derecha con una interpelación a los principales beneficiarios. Se podría resumir: la derecha viene por las conquistas, los derechos, el trabajo, las paritarias, vienen por la riqueza nacional, para eso necesitan volver a demoler el Estado. Mientras ella este en el gobierno será la valla infranqueable, pero el papel principal le corresponde a los trabajadores y el pueblo.
Anoticiados de que no funcionaba el plan destituyente, que el plan derogador concitada el rechazo de la mayoría, que el gobierno de Cristina se fortalecía entrando en su último año, los candidatos derechistas viraron (como si nada) en su discurso y salieron a sostener que si ellos obtenían el favor popular las políticas centrales las sostendrían: Asignación Universal, YPF, Jubilación estatal entre otras. Se pudo escuchar a Diego Santilli en un reportaje realizado por Víctor Hugo que en su opinión mantendría el Futbol par todos (aunque con cambios). Sin embargo lo principal del embuste es que en paralelo siguen sosteniendo que bajaran los impuestos a los grandes productores agrarios, que eliminaran las retenciones, el impuesto a las ganancias, que achicaran el gasto público, que crecerá el presupuesto y gasto en seguridad, y que reequiparán a las fuerzas armadas para su intervención en el combate al delito. ¿ a quien le cobró, para gastar en que? Parecen todos anotarse en el escuela menemista cuando el ex presidente sostuvo sin ponerse colorado: “Si yo hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie”
Hay veces en la historia, que días incluso horas pueden enseñar mas a un pueblo que largos procesos: hace solo un poco mas de una década el dogma nos había impuesto la idea que ya nada podía cambiar a favor de nuestro pueblo la sociedad, que el triunfo del capitalismo global solo dejaba grietas para el salvataje individual. Hoy ante el amago de que nos pueden quitar lo logrado actuó para derribar mascaras, y que la oposición de una mayoría inmensa que goza los beneficios de esos derechos y la decisión militantes de resistir desde la función, desde el oficialismo o desde las calles el intento neoconservador produjo un aprendizaje en días de la potencialidad de la democracia real participativa, del proyecto colectivo.
La metáfora de Cristina cuando despegaba el satélite argentino de comunicación sobre que los sueños no se derogan interpelo a lo mejor de la historia plural, democrática de los argentinos. Les habló al corazón de los que en estos años lograron justicia, a los que consiguieron trabajo después de ver a sus viejos consumirse cuando la ola neoliberal los expulso de la producción, les habló a los que les fue reconocido sus aportes y jubilaciones después de los vaciamientos empresariales de los 90, les hablo a los jóvenes que pudieron recuperar el ideal político, a los profesionales y científicos que volvieron a ser reconocidos en su tierra. Ni Massa, ni Sanz, ni Macri, ni Binner (el actual) pueden interpelar esa fibra, ellos necesitan para su éxito el fracaso de quienes fueron interpelados por la palabra presidencial. Días de aprendizaje…
Para quienes venimos de la cultura y militancia de izquierda también no puede dejar de sorprendernos que pueda haber una izquierda que no pueda crecer con su pueblo, defender las conquistas e ir por mas y en cambio prefiere cobijarse bajo el paraguas del poder mediático, habla del capitalismo mundial y las grandes corporaciones, pero después en las dura batallas reales solo cuestiona al Estado y debilita las posibilidades de enfrentar a los enemigos concretos. No comparto la idea que este error histórico y con muchos efectos negativos transforma a esos compañeros en parte del enemigo. Es una simplificación que no ayuda. Pero si es necesario debatir con ellos y su influencia que no hay mas derechos, ni defensa de los puestos de trabajo, ni mucho menos una mejor argentina creciendo en las botamangas del poder permanente.
Los meses que vendrán serán de una dura disputa, ¿puede haber un retroceso en 2015? Si puede haberlo, en toda la región la derecha esta pulseando contra los gobiernos populares. Pero ha quedado mas claro la fortaleza de los valores que estos años construyeron. No hay determinismo en la historia: ni aquel que sostenía que la humanidad camina siempre hacia el progreso, ni tampoco el posibilista que sostiene que una vez el péndulo va hacia la izquierda y luego vuelve hacia la derecha. La historia es una interpretación critica desde el presente, pero el presente es fundar futuro, nada esta escrito, todo esta por construirse.