Esta es la hipótesis que sostiene Dmitri Popov, el jefe del Centro de Análisis del
Instituto ruso de Estudios Estratégicos en los Urales.
La construcción del laboratorio sobre las instalaciones de un antiguo centro soviético de investigación de prevención de plagas en Almatý comenzó ya en 2010, con el apoyo financiero del Ministerio Defensa de EE.UU.
Con su puesta en marcha prevista para 2015, el laboratorio funcionará en colaboración con una nueva estación de alerta temprana contra los brotes de enfermedades en Asia Central, ubicada en la provincia sureña de Zhambyl, que se abrirá el próximo mes de abril y cuenta con financiación estadounidense por valor de 5,6 millones de dólares.
Formalmente el laboratorio está siendo construido para conservar en condiciones de alta seguridad los patógenos altamente peligrosos que Kazajistán heredó del programa soviético biológico militar y estudiar métodos de defensa contra ellos.
“Al mismo tiempo, una serie de circunstancias indican que dicho laboratorio efectivamente podría utilizarse para investigaciones militares biológicas de EE.UU.“, resaltó el experto en un artículo publicado en el portal Fundación de Cultura Estratégica.
El programa está siendo supervisado por el senador Richard Lugar, estrechamente vinculado con la élite militar estadounidense.
Este político es conocido por colaborar en el desmantelamiento de
instalaciones nucleares soviéticas en Kazajistán y otras antiguas
repúblicas de la URRS y más tarde por abordar asuntos de armas biológicas en Ucrania y Georgia.
“El historial del uso por parte de EE.UU. de instalaciones
semejantes en otros países muestra que estas quedan fuera de control
nacional, funcionan en un régimen cerrado y habitualmente son
dirigidas por militares o representantes de los servicios secretos. Esas instalaciones son gestionadas por personal extranjero, incluidos empleados que gozan de inmunidad diplomática y esos centros están fuera del alcance de las autoridades sanitarias civiles locales”, subrayó Popov.
Posibles tareas militares
La inversión en el complejo en Almatý alcanzará los 108 millones de dólares, muy por encima de los gastos habituales en instituciones de este tipo, lo que podría ser indicativo de su doble uso.
En julio pasado el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso expresó
su preocupación por la actividad biológica del Pentágono cerca de las
fronteras rusas.
Según expertos rusos, esa situación es una amenaza a la seguridad biológica del país y permite a EE.UU. realizar varias tareas militares, tales como:
- Llevar a cabo investigaciones biológicas militares, como por ejemplo la prueba de cepas de enfermedades fuera de su territorio
y, por consecuencia, sin generar protestas por parte del público
estadounidense ni poner en riesgo a los civiles de su país.
- Burlar convenios internacionales, como la Convención sobre Armas Biológicas de 1972. De hecho, EE.UU. evita constantemente la creación de un mecanismo de verificación en el marco de la convención y niega a los representantes rusos el acceso a los laboratorios ubicados en el extranjero.
- Estos centros podrían servir de base para la creación de
microorganismos patógenos destinados a afectar un genotipo concreto,
al mundo animal o a la población de cierto territorio.
- Poner a prueba varios agentes biológicos, observar su
virulencia, mortalidad, la efectividad de los medios para su
transporte y otras propiedades respecto a su utilización potencial.
Los expertos del centro de investigación microbiológica del
Ministerio de Defensa ruso no excluyen que los brotes de enfermedades
atípicas en el sur de Rusia en 2013 -la meningitis altamente
contagiosa entre los niños la provincia de Rostov, la peste porcina
africana y la fiebre aftosa en el territorio de Krasnodar y el Cáucaso
del Norte- puedan haber sido introducidos deliberadamente desde el
territorio de Georgia, que fue confirmada como fuente del brote de
fiebre porcina y donde se ubica un laboratorio supervisado por Richard
Lugar.
Además, el Pentágono está ampliando su acceso a los datos del programa biológico militar de la URSS.
Según algunos medios, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán y Kazajistán han entregado sus colecciones de cepas patógenas a EE.UU. a cambio de ayuda financiera.
En el caso de Azerbaiyán, en 2005 la entrega de más de 60 muestras de bacterias peligrosas fue mediada además de por Richard Lugar por el entonces senador Barack Obama, quien, tras asumir el cargo presidencial, prosiguió con la financiación de programas biológicos del Pentágono.