Cuando Washington determinó que el tema electoral, tal como lo habían manejado desde principios del siglo XX en nuestra región para controlar a su “patio trasero” América Latina, había dejado de ser útil y los pueblos se empoderaban del voto, después de haber derrotado al neoliberalismo rampante impuesto en los años 90, decidió volver a recuperar su espacio.
Esa recuperación de espacio significó por una parte, en el plano militar, la dispersión del Comando Sur, cuya sede se trasladó de la Zona del canal de Panamá a Fort Benning, al finalizar 1999, con siembras de bases y de tropas militares en toda América Latina. En lo político-económico invadieron silenciosamente la región con las Fundaciones creadas en los tiempos de Ronald Reagan como “la cara social” de la CIA, desgastada por las investigaciones sobre su accionar durante el golpe en Chile en 1973.
Estas y su red de arañas de Organizaciones No Gubernamentales debían cumplir un papel muy especial, cuando ya el poder hegemónico se había apoderado de la mayoría de los medios de comunicación en el mundo y manejaba el 95 por ciento de la información- mejor dicho la desinformación- que circulaba por los canales del mundo.
“El imperialismo que sucede a los imperios del pasado nace de la concentración de capital, el predominio de los monopolios, la primacía del capital financiero, la exportación de capitales y el reparto del mundo en mercados propios o esferas de influencia. Su labor avasalladora penetra todos los espacios, subordina recursos y clases dominantes domésticas, maneja los cañones cuando hace falta y crea un gigantesco aparato de organización de la mentira para ser entonces el campeón de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Esto, sobre todo, cuando alcanza su clímax fundiéndose en un imperio único rodeado de subimperios obsecuentes. Su obsesión, el planeta. Su camino, la guerra. Su debilidad, los pueblos” escribe el analista venezolano Fredy Melo.
Esa penetración avasallante se multiplicó a medida que avanzaba el proceso de Integración de América Latina y el Caribe, que iniciara desde que llegó al gobierno en Venezuela a principios de 1999, el presidente Hugo Chávez Frías, que pronto lograría el apoyo de sus colegas Néstor Kirchner de Argentina y Luiz Inacio (Lula) Da Silva de Brasil constituyéndose en la trilogía de un proyecto de integración emancipatoria, que hizo estallar los espejos continentales.
Cuando analizamos estos tiempos que estamos viviendo en una ofensiva imperial que abarca todas las áreas, no podemos olvidar que los llamados “tres mosqueteros “de la integración, la trilogía antes nombrada, fueron los que encabezaron la rebelión contra el proyecto recolonizador del Area para el Libre Comercio de las Américas. Detrás de todo esto la imagen de Cuba, como el eterno faro de la dignidad.
El histórico no al Alca de noviembre de 2005 dicho por primera vez en la historia en presencia de un presidente de Estados Unidos George W. Bush marcó un hito, y fue uno de los grandes impulsos para avanzar en la integración emancipatoria que se habían trazado los tres presidentes, acompañados por Paraguay y Uruguay y muy prontamente por Bolivia, con la llegada de Evo morales al Poder, Manuel Zelaya en Honduras, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador.
A esto se agrega la creación del ALBA entre Fidel Castro de Cuba y Hugo Chávez de Venezuela, un proyecto de verdadera unidad de los pueblos de América Latina y el Caribe.
No puede sorprendernos que después de los intentos de golpes fracasados contra varios gobiernos (Venezuela abril 2002) Cristina Fernández de Kirchner (Argentina, marzo 2008) Evo Morales (Bolivia septiembre 2008) Rafael Correa (Ecuador octubre 2010) finalmente lograron su objetivo en Honduras –país ocupado militarmente por Estados Unidos,- derrocando a Manuel Zelaya (junio 2009) ya Fernando Lugo (Paraguay 2012), lo que los decidió a venir frontalmente contra la región.
Por una parte sorprendió a fines de 2014 el anuncio de Barack Obama de su reapertura de relaciones diplomáticas con Cuba, bajo la presidencia de Raúl Castro, lo que no podrá concretarse sin el levantamiento del sitio medioeval que es el bloqueo y la entrega del territorio de Guantánamo a su legítimo dueño. Las últimas señales de aplicación de multas a las empresas que negocien con Cuba, da la pauta de lo que realmente falta para establecer una relación diplomática de respeto e igualdad como propone Cuba.
Como una contradicción lógica, el mismo presidente estadounidense lanzó también a fines de 2014 un esquema de intervención abierta contra el presidente de Venezuela Nicolás Maduro, sucesor del fallecido comandante Hugo Chávez, por decisión de este y voluntad electoral del pueblo venezolano.
Si uno sigue la línea de acción estadunidense, se advertía al mismo tiempo que además de Venezuela, Argentina y Brasil, comenzaban a vivir una guerra sicológica y contrainsurgente de Baja Intensidad, con aplicación de la metodología de los “golpes suaves” creación del estadunidense Gene Sharp, para apropiarse de la Europa que quedaba a la deriva a partir del derrumbe de la Unión Soviética.
A grandes rasgos la invasión silenciosa de las Fundaciones de la CIA –que engulleron a las antiguas fundaciones socialdemócratas europeas- y sus centenares de ONGs cumplirían esa “labor avasalladora que penetra todos los espacios, subordina recursos y clases dominantes domésticas, maneja los cañones cuando hace falta y crea un gigantesco aparato de organización de la mentira para ser entonces el campeón de la democracia, la libertad y los derechos humanos” como señala Melo.
Y esas clases dominantes domésticas se convertirían en las llamadas “nuevas derechas latinoamericanas” constituidas por los nuevos ricos del neoliberalismo, mayoritariamente parásitos del “mercado”, y notoriamente mediocres. Y como tal obsecuentes y dependientes financiera e ideológicamente hasta el extremo de la obediencia debida de los mandatos del poder hegemónico.
Sobre Venezuela desataron el esquema de un golpe contínuo, que se mantuvo en altibajos desde el 2002 y que se incrementó con la muerte del líder carismático que era Chávez. Ya conociendo su enfermedad en 2012, cuando este los derrotó una vez más en las elecciones de ese año, enviaron millones de dólares, refuerzos diplomáticos a la embajada y crearon más de medio centenar de nuevas ONGs, sobre las ya existentes.
La Guerra de Baja Intensidad (GBI) hacia dentro, se aplica con todos los viejos y nuevos elementos de contrainsurgencia, en una aplicación similar a lo actuado en el golpe militar contra Allende en Chile en 1973, con una guerra sicológica de alta intensidad que abarcaba no sólo a los medios locales de la oposición política, sino a los medios de sus subordinados europeos, para sostener una brutal campaña contra ese país.
Después del intento golpista de “La salida” encabezado por Leopoldo López, ligado a la CIA y al paramilitarismo colombiano del ex presidente Alvaro Uribe, que dejó muertos, heridos y destrucción en Venezuela, se sucedieron las llamadas “guarimbas” destinadas al caos y a transformar a ese país en un “estado fallido” pasible de una “invasión humanitaria o prodemocrática”lo que existe sólo como argumento “publicitario” para ocupar y someter a un país soberano e insumiso.
En el 2015 el ataque fue permanente con asesinatos, desabastecimiento generalizado, intensa propaganda, que obligaron incluso a cerrar la frontera colombo- venezolana por donde se llevaban millones de toneladas de alimentos y otros productos como la gasolina.
El castigo del “mercado” llegaría con la baja del petróleo, gracias a lo que EE.UU y sus cómplices le están robando a otros pueblos invadidos, masacrados en un inmenso genocidio del que nadie habla, en Medio Oriente, el norte de Africa y parte de Asia.
Se había propuesto Washington enfrentar a los gobiernos de la ”trilogía” sometidos a un terrorismo mediático de un nivel aterrador, con temas como la corrupción, de lo cual el poder hegemónico es modelo en el mundo, beneficiario del terror, la guerra el narcotráfico y la trata de personas, la venta ilegal de armas.
Actuando con sus paraempresarios, sus paramedios, sus paraperiodistas, un mundo mercenario avanza con golpes de todo tipo, tratando de sembrar el caos y hasta arrojan muertos a las puertas de las casas gubernamentales. Cuentan con la impunidad de los medios y con el trabajo mercenario de una derecha como dijimos mediocre hasta la médula. Casi podríamos llamarla lumpen.
Hemos visto los ataques, las denuncias, las mentiras, la persecución política contra presidentes como Cristina Fernández de Kirchner, Dilma Rousseff, Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa y otros y sus familias y funcionarios.
Estamos viendo el golpismo electoral en Argentina, como un nuevo modelo contrainsurgente. El gobierno ultraderechista de Mauricio Macri actúa de facto. Ignora al Congreso y gobierna por decretos, que violan leyes y constitución, con despidos masivos, persecución política en un plan claramente trazado para “desaparecer” de la escena a las figuras más importantes de la cultura, el periodismo, la ciencia, el trabajo.
Lograron al fin instalar un gobierno mediante millones de dólares repartidos en cada país, con miles de infiltrados a través de las fundaciones, desacreditando a los gobiernos, mediante el terrorismo mediático y la desculturización masiva de los entretenimientos ensayados en el Pentágono, como una droga que se aplica a nivel masivo, para adormecer y paralizar a los que esperan colonizar fácilmente.
Lograron un gran avance en Argentina, con el triunfo apenas sostenido de la alianza derechista Cambiemos que conformaron, destruyendo viejos partidos como la Unión Cívica Radical, fantasma de lo que alguna vez fue y otros. Y —hay que decirlo—, con un sector autoproclamado como “izquierda” no ya funcional a la derecha, sino directamente parte activa del proyecto recolonizador que avanza sobre nosotros.
En Argentina el gobierno de Mauricio Macri -en realidad no de él sino de las corporaciones manejadas por el poder hegemónico- nos muestra un presidente, que nunca ha dejado de ser el hijo de un empresario rico, que ni siquiera puede armar un discurso político propio y repite lo que lo que le enseña un publicista “pícaro”.
Esto lo puede hacer por el apoyo absoluto de los medios masivos de comunicación, que en este país encabeza el poderoso monopolio del Grupo Clarín, dueño y señor de todos los espacios públicos.
En Venezuela, la despiadada guerra de Baja Intensidad y fuerte contrainsurgencia, ha golpeado duramente a ese país, centro y eje de la integración lograda, se acumula el mayor registro de muerte y destrucción en estos últimos años, y también el mayor reparto de dólares llegados de USA. Esto ayudó al triunfo de la oposición en las elecciones legislativas. Al frente del bloque opositor en la Asamblea Nacional, colocaron a un estandarte de la brutalidad como es Henry Ramos Allup, quien anuncia a los cuatro vientos, que llegaron a ese lugar para derrocar al presidente Maduro con plazo y todo de “no más de seis meses”.
El plan es no sólo tomar el poder en nuestros páises, sino demoler, “aniquilar” todo lo que lo que quede vivo en la memoria de los pueblos, y “desaparecer” de la escena vía desempleo y persecución lo que pueda significar un foco de resistencia. De la misma manera destruir los enormes avances, logrados por los gobiernos de la integración, aún sin el poder que nunca tuvieron, en favor de los pueblos y la independencia.
El imperio necesitaba quebrar la unidad continental, que nos transformaba ante el mundo en el continente de la resistencia política-económica y moral, lograda por gobiernos golpeados día a día, mediante “alianzas opositoras” —que van de la extrema derecha hasta la extrema izquierda— manejadas por servicios de inteligencia extranjera. Pero no se conformará con esto, sino que intenta repetir por otra vía el “disciplinamiento” mortal de las dictaduras que sembró en los años 70-80.
No entienden que este respiro de un poco más de una década, con grandes avances sociales, culturales, económicos y con el sentido de la reparación histórica y humanitaria, de rescate de identidades perdidas, no será fácil presa de “aniquilamiento” como proponen.
En esta década ganada se desafió la pesada herencia de más de siete siglos de injusticia, colonialismos y neocolonialismos, que produjeron genocidios nunca reconocidos como tales en la región. Protegidos por la impunidad mediática del poder hegemónico avanzan como elefantes en una vitrina, seguros del blindaje que los ampara, dibujando una imagen caricaturesca y burda de los viejos sirvientes coloniales del imperio, cuya decadencia es también visible.