|
General: El Nobel de Aracataca .... García Márquez
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 19/10/2012 16:38 |
El Nobel de Aracataca
por VIRGINIA HERNÁNDEZ
Macondo es el inicio de todo. El pueblo imaginario fundado por José Arcadio Buendía supuso el comienzo del éxito literario de su autor y el libro de cabecera de varias generaciones. Gabriel García Márquez (1927) quiso «dar salida» a todas las experiencias de su infancia y fabuló una novela para la Historia. Macondo-Aracataca es el inicio pero también es el final. El recuerdo más digno para este genio de las letras hispanoamericanas, 30 años después de su Premio Nobel y cuando su memoria sufre los estragos de la enfermedad. ¿Es 'Cien años de soledad' una alegoría de la Humanidad?, le pregunta su amigo Plinio Apuleyo Mendoza (con el que coincidió en París y que le compraba sus crónicas para 'Elite de Caracas') en una entrevista en EL MUNDO cuando se cumplían 25 años de la publicación de la obra. «No [contestó], quise sólo dejar una constancia poética del mundo de mi infancia, que como sabes transcurrió en una casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia».
Los días del colombiano, hijo de Gabriel Eligio y Luisa Santiaga, vieron la luz en la región de la Magdalena, en el pueblo de Aracataca. Allí se queda, con sólo dos años, al cuidado de sus abuelos cuando sus padres marchan a Barranquilla para abrir una farmacia. El niño, 'Gabito', se mira en su abuelo, el coronel Márquez, la primera persona que le marca y el mismo que inspira al hombre que, en el libro, lleva a su hijo a ver hielo como si fuera una atracción de feria («Recuerdo que, siendo muy niño, en Aracataca, mi abuelo me llevó a conocer un dromedario en el circo»). El coronel le entretiene con relatos, le habla de la guerra, de la silenciada matanza de la bananera de 1928, en definitiva, le revela cómo es el mundo. Y, junto a su abuela, le descubre la manera de narrar al modo de los Buendía: «Debía contar la historia como mi abuela me contaba las suyas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su abuelo para conocer el hielo».
La muerte del coronel y la ceguera de la abuela le llevan a Sucre a los ocho años, donde se habían trasladado sus padres. Poco después, ingresa en un internado en Barranquilla para comenzar su educación más formal, que completa en los Jesuitas de San José. Llega el año de universidad en Bogotá (1947), donde fue a estudiar Derecho por deseo paterno, la vuelta a casa por unos disturbios en la capital, y la marcha a Cartagena para seguir con las leyes. Pero el sueño de su padre, como tantas veces, no coincidía con el propio. Él quería ser escritor y empezó por periodista. Todavía asistía a las clases cuando entra a trabajar en 'El Universal' como reportero y en el periódico publica su primer cuento, 'La tercera resignación'. Continúa en Barranquilla en 'El Heraldo' y publica su novela de estreno, 'La hojarasca' (1955), con buenas críticas pero pocos ingresos. Marcha a París donde malvive y a duras penas paga una buhardilla en el Barrio Latino, pero regresa a Barranquilla, donde contrae matrimonio (1958) con Mercedes, su amor y otro de sus referentes vitales. Un año más tarde, cuando ya viven en Bogotá, nace Rodrigo, su primer hijo. 1959 también es el año de la Revolución Cubana y viaja a La Habana invitado por Fidel Castro, con el que entabla una duradera amistad.
Se convierte en el corresponsal de la agencia Prensa Latina y con ella viaja a Nueva York. Su estrecha relación con Castro, siempre criticada, le granjea pocas simpatías en EEUU. Se vuelve, a los pocos meses de instalarse, cuando incluso le llegan a amenazar con una pistola al dirigirse en su vehículo a su apartamento de Queens. Su siguiente destino es México y allí publica 'El coronel no tiene quien le escriba' (1961). En el D.F. se relaciona con escritores como Juan Rulfo y Carlos Fuentes, y nace su segundo hijo, Gonzalo (1962). Además, escribe sus primeros guiones, 'El gallo de oro', basado en un cuento de Rulfo.
Un recorrido en coche le lleva más lejos que el Acapulco que estaba en sus planes. Estaba en el coche con su esposa y le volvió a rondar la idea que ya había intentado muy joven pero que entonces no fue capaz de afrontar. En ese viaje, paró el vehículo, renunció al Caribe mexicano y comenzó a escribir el relato de los suyos. Se terminó llamando 'Cien años de soledad' (1968), aunque en los albores fuera 'La Casa': «Tú sabes ya toda la cantidad de locuras de ese estilo que ella me ha aguantado. Sin Mercedes no habría llegado a escribir el libro. Ella se hizo cargo de la situación. Yo había comprado meses atrás un automóvil. Lo empeñé y le di a ella la plata calculando que nos alcanzaría para vivir unos seis meses. Pero yo duré año y medio escribiendo el libro. Cuando el dinero se acabó, ella no me dijo nada. Logró, no sé cómo, que el carnicero le fiara la carne [...]. Se ocupó de todo sin que yo lo supiera: inclusive de traerme cada cierto tiempo 500 hojas de papel. Nunca faltaron aquellas 500 hojas. Fue ella la que, una vez terminado el libro puso el manuscrito en el correo para enviárselo a la Editorial Sudamericana», explica en la misma entrevista con su amigo Mendoza.
El éxito de la obra le regala muchos premios y el reconocimiento como escritor. Se traslada con su familia a Barcelona, donde viviría hasta 1975, y donde coincidió con Mario Vargas Llosa, su primero amigo y después enemigo para siempre. Allí escribió 'El otoño del patriarca'. Y de la calle Caponat de la Ciudad Condal a las mexicanas Lomas del Pedregal del D.F. La dictadura chilena de Augusto Pinochet le hace abandonar brevemente la literatura y dedicarse al periodismo político más combativo. En 1980, publica una columna semanal en 'El Espectador' y ultima 'Crónica de una muerte anunciada' (1981). En 1982 le conceden el Nobel y dedica su discurso a América Latina (con frases como «porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida», «tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado» o «América Latina no tiene por qué ser un alfil sin albedrío»).
Regresa a Colombia y publica 'El amor en los tiempos del cólera' (1985), la historia de amor de sus padres. Su producción literaria se ralentiza pero su perfil ideológico se afianza. Interviene en las negociaciones de su Gobierno con las FARC. Hasta que, en la Feria del Libro de Bogotá de 1996, presenta 'Noticia de un secuestro', en 2002 sus memorias, 'Vivir para contarla', y en 2006 'Memoria de mis putas tristes'. Como personaje inesperado de esta época, el cáncer, un compañero que, como la pérdida de memoria, se resiste a marcharse. «¿De dónde proviene la soledad de los Buendía?», le plantea Mendoza. «Para mí, de su falta de amor. [...] La soledad, para mí, es lo contrario de la solidaridad». Palabra de solitario impenitente.
FECHAS CLAVE
6 de marzo de 1927 Nace Gabriel García Márquez en Aracataca (Colombia) 1928 Masacre en la estación ferroviaria de Ciénaga 1929 Sus padres se trasladan a Barranquilla y se queda con sus abuelos maternos 1932 Nace Mercedes, su futura esposa 1942 Se traslada a Barranquilla 1947 Se matricula en Derecho 1956 Vive en París, donde casi no puede pagar el alquiler, e inicia 'El coronel no tiene quien le escriba' 1958 Se casa con Mercedes, su novia desde hacía 13 años 1959 Viaja a La Habana tras la Revolución y hace amistad con Fidel Castro 1961 Corresponsal en Nueva York 1967 Publica 'Cien años de soledad' 1969 Se establece en Barcelona 1971 Doctorado 'honoris causa' por la Universidad de Columbia 1975 Se instala en México 1981 Medalla de la Legión Francesa y acusaciones de colaboración con el M-19. Publica 'Crónica de una muerte anunciada' 1982 Premio Nobel 1985 Publica 'El amor en los tiempos del cólera' 1992 Publica 'Doce cuentos peregrinos' 1996 Saca 'Memoria de un secuestro' 1997 Discurso de Zacatecas: «Jubilemos la ortografía» 1999 Se le diagnostica un cáncer linfático 2002 Publica 'Vivir para contarla' Julio 2012 Salta la noticia de su enfermedad seria por problemas de memoria
|
|
|
|
Un árbol que floreció
Esta es una crónica del autor del artículo a partir de las palabras de su esposa e hijos
Dicen que nació en Aracataca en medio de un aguacero de diluvio y consta que el día que murió tembló en la Ciudad de México y empezó a llover en su pueblo natal, luego de siete meses y medio de sequía. Dicen que al llegar a la Ciudad de México hace poco más de medio siglo, Mercedes su esposa sintió que podrían hacer vida en un país capaz de volver rojo al arroz para que supiera más sabroso y que ambos visitaron Buenos Aires una sola vez, ya publicada la novela Cien años de soledad,en 1967, al inicio del sueño feliz donde los espectadores de un teatro se ponían de pie para aplaudir a un escritor y consta que al escribir esa novela, el escritor tendió una sábana en medio de la sala de su casa y colocó un letrero que decía que allí, donde se iba apilando en cuartillas blancas el siglo mural de la biografía de toda una estirpe condenada a la soledad, se llamaba “La cueva de la Mafia” y que sus hijos no podían entrar ni interrumpirlo y consta también que al recibir el primer adelanto de regalías de esa misma novela, el autor pidió al gerente del banco que le llevara a casa una maleta retacada con billetes sueltos y que años después, minutos después de que alguien llamara desde Estocolmo, en 1982, para informarle al escritor de que había sido reconocido merecidamente con el Nobel de Literatura, bajó con Mercedes su esposa al jardín, envueltos en batas —y él con zapatos blancos— y consta todo esto, porque el mayor de sus hijos tomó la fotografía en el instante exacto en el que el mundo dejó de ser el mismo de siempre.
Gabriel José de la Concordia García Márquez, hijo del telegrafista de Aracataca, nieto y bisnieto de todas las historias posibles que alimentan todos sus párrafos llega hoy al primer año de los primeros cien años de una eternidad garantizada en millones de lectores que han de recrear como enredadera de selva la vasta literatura que transpiró desde que empezó a hilar palabras en tinta. Se confirma su irrefrenable capacidad para narrar como nadie todo lo que los demás comensales de una mesa miran sin observar sobre los manteles y se apuntala la verdad de que por encima de todo lo dicho, arriba de dimes y diretes, al margen o en torno a sus fidelidades y anécdotas, andanzas y aventuras, Gabo dejó no un conjunto de libros inmortales o varios volúmenes de artículos, crónicas y cuentos invaluables, sino una literatura completa: una manera de leer el mundo que se vertía sobre las yemas de los dedos al escribir cada letra sin preocupación por los acentos o separaciones de sílabas.
A lo largo de un tiempo largo, jamás me dejó visitar su estudio, esa nueva cueva donde seguía escribiendo como si sólo los nietos pudieran comprobar las ocasiones en que por allí volaba un loro que parecía hablar en canciones o el jarrón con rosas amarillas que servían de amuleto infaltable para el escritor que desde joven era capaz de convertir el género de crónica en “la verdad del cuento”, los cuentos en anécdotas personales de todo aquel que los leyera y sus novelas en la biografía íntima y entrañable de todo un continente. En la cueva trashumante, como carreta de gitano que hipnotiza con imanes en cualquier selva, Gabo escribió El amor en los tiempos del cólera, luego del Nobel y como quien se deja anunciar en la Maestranza de Sevilla luego de haber cortado un rabo.
Dicen que escribió una carta al padre de Mercedes desde París y quien fuera su suegro ni la abrió y la guardó entre libros de un estante quizá porque ya sabía que el remitente llegaría para casarse con quien ya era la mujer de su vida, la madre de sus hijos y la abuela de sus nietos, echando raíces de un árbol que floreció en el momento en que la pareja de recién casados abordaba el día de su boda un avión para Caracas, para un nuevo empleo de periodista y asegurándole al Sr. Barcha que algún día el mundo entero reconocería que su hija se acababa de casar con el mejor escritor del mundo y consta que años después en México, a las afueras de una agencia de publicidad, el ya publicado autor de tres libros afirmaría que en realidad escribía para que sus amigos lo quisieran cada día más y más, tanto como se confirmó durante la noche en que se fue de este mundo, por todo el mundo en las filas de personas que lo lloraban leyéndolo en sus ejemplares y la lluvia de miles de pétalos amarillos como mariposas que parecían llovizna de uno de sus propios párrafos. Dicen los que lo leen ahora por primera vez en sus vidas que en una página exacta Úrsula Iguarán muere en Jueves Santo y que en ese párrafo consta que fue un día de tan intensos calores que “los pájaros se estrellaban como perdigones y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios” y consta que el día que murió Gabo, un pájaro confundido se metió quién sabe cómo a su casa y terminó estrellándose en la ventana de la habitación donde empezaba su eternidad. También sucedió en Jueves Santo.
Nada más. Nada menos: la vida y literatura de Gabriel García Márquez está impresa como un tatuaje inexplicable de azar y magias. Debo a la generosa amistad de Mercedes Barcha, La Gaba, y a la fraternidad incondicional de Rodrigo y Gonzalo García Barcha lo que narro en estas líneas y lo que vivimos o leemos en la vida y obra de Gabo: todo ello es ya memoria palpable e imaginación desatada por encima y allende de toda consideración ajena a su Literatura con mayúsculas y quizá por ello, el día que dicen que se fue, sin permiso y en silencio conocí por primera vez la cueva donde escribía. Horas antes, minutos después de su último suspiro, su hijo captó también en fotografía el arco iris que pasó por encima del sillón donde le gustaba leer; de noche, al filo de la madrugada del primer día que hoy apenas cumple un año, yo mismo vi en penumbra lo que parecía la tipografía del silencio. Efectivamente, son mariposas amarillas.
Jorge F. Hernández es autor de La Emperatriz de Lavapiés y colaborador de elpais.com, con la columna Cartas de Cuévano.
|
|
|
|
Colombia remodela antiguo convento para reverenciar a García Márquez |
|
|
|
|
|
Bogotá, 26 feb (PL) Expertos colombianos acondicionan hoy un recinto religioso en Cartagena de Indias para preservar las cenizas del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, las cuales serán trasladadas a la caribeña ciudad en mayo venidero.
En una suerte de mausoleo dentro del Claustro La Merced, los cartageneros conservarán los restos del escritor, quien falleció en México en 2014 víctima de un cáncer.
Los trabajos para remodelar el convento han durado más de lo estimado debido al hallazgo de un aljibe de unos 300 años de antigüedad, precisó Caracol Radio.
Nos encontramos con esta bella joya de la arquitectura colonial y lógicamente tuvimos que hacer adecuaciones al proyecto original, porque el depósito merece ser rescatado, afirmó a la prensa el restaurador Ricardo Zabaleta.
El especialista reveló que en el interior de la vetusta estructura encontraron una curiosa cruz tallada, la cual no parece pertenecer a la congregación mercedaria, orden radicada siglos atrás en ese lugar.
Dentro del aljibe, el mayor conocido en Cartagena, yacían también una bala de cañón, fragmentos óseos y botellas.
García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Magdalena, en la región caribeña, a la que pertenece también Cartagena de Indias, considerada una reliquia sin igual en el continente americano por la conservación de su arquitectura vernácula, en la que destacan abundantes fortificaciones militares.
Tras sus murallas, originales casi en un 90 por ciento, sobreviven plazas, viviendas, iglesias y otros valiosos exponentes de la época colonial como el santuario San Pedro Claver, un templo de culto católico construido de 1580 a 1654, el convento de La Popa (1611) y el castillo de San Felipe (1536), visible desde muchos puntos de la localidad.
El Claustro La Merced (1619) es una de las sedes de la Universidad de Cartagena y fue escogido por la familia de Gabo para rendirle tributo permanente desde mayo próximo, tras el arribo de las cenizas procedentes de México.
lam/ap |
|
|
|
Primer
Anterior
20 a 34 de 34
Siguiente
Último
|
|
|
|
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|