Uno de los milagros de estos tiempos consiste en impactar con un tuit, un título o una foto para generar un escándalo o fijar una postura terminante. Poco interesa, a través de los espacios periodísticos, darle sentido a los acontecimientos no solo a partir de la indignación o la adhesión sino por vía de entender las causantes o al menos los contextos. La fisura de la costilla de Mauricio Macri ocupó la escena sobre el viaje presidencial al Foro Económico Mundial de Davos. Por suerte, alguna gente se ocupa de ponerle rostro y datos al mundo real, el de la brutal desigualdad del capitalismo. Ayer lunes, la ONG Oxfam publicó una estadística que realiza todos los años precisamente antes del encuentro de los hombres y mujeres más poderosos de las multinacionales y algunos jefes de Estado. En este 2016, 62 personas acumularon riquezas equivalentes a la mitad más pobre de la humanidad, una mitad constituida por alrededor de 3.500 millones de personas. El año anterior, Oxfam consignaba que eran 88 los megamillonarios que sumaban lo mismo que la mitad pobre de los humanos. La desigualdad global no es una catástrofe natural sino el resultado de un conjunto de variables entre las cuales tienen un gran valor la falta de políticas fiscales que fijen impuestos a los patrimonios y las ganancias de las minorías más ricas. Una segunda causa es que los megamillonarios, para optimizar sus superganancias, lograron un altísimo nivel de laxitud en el flujo de dinero hacia los paraísos fiscales, con los cual, además, burlan los mecanismos de los organismos de recaudación fiscal.

El foro de Davos no contó con la presencia de Néstor y Cristina Kirchner mientras fueron presidentes. Eso no significa que en la Argentina se hubiera evitado la fuga de dólares del circuito legal. Ni que se hubieran promovido reformas fiscales profundas que gravaran las ganancias y las personas y modificaran los sistemas regresivos de imposición fiscal a las sociedades y a los impuestos directos como el del valor agregado. Macri irá a Davos pese a la molestia física de su costilla fisurada porque quiere dar un mensaje más respecto de cuáles son los valores con los que quiere guiar su gobierno. Partirá hoy mismo y todo indica que será una figura estelar en ese encuentro donde los CEO y los mandatarios tienen suficientes vasos comunicantes como para saber en qué barco están. No están en el barco de Oxfam, no están en el barco de las premisas con las que se maneja el Papa Francisco respecto del capitalismo internacional.

Si el periodismo solo puede ocuparse de los partes médicos sobre las dolencias de las costillas del Presidente, el comprensible que sea irrelevante si en Jujuy hay pobreza extrema y que alcance con señalar que el gobernador Gerardo Morales obtuvo el 58% de los votos y, en consecuencia, no tiene por qué negociar con una Milagro Sala que ocupa el espacio público instigando al desorden.

La líder de Tupac Amaru no fue detenida por desvíos de fondos ni por crímenes sino por promover protestas. Una conducta que, por años, fue tramitada por vía del diálogo. En gobiernos kirchneristas acusados, por una buena parte de la sociedad, de no promover el diálogo. Podría decirse que Sala se cortó sola –con el apoyo de su organización– a una confrontación directa con un gobernador recientemente electo. Podría decirse que Morales quiere desmontar el esquema de manejo de fondos de la agrupación. Sin embargo, para darle perspectiva a este conflicto, es imprescindible entender que el puñado de megamillonarios que se reúne en Davos tienen unos manejos bastante más perniciosos que el que quizá tenga Sala. Y que los mandatarios que allí se reúnen, más las grandes corporaciones petroleras, financieras o de telecomunicaciones, promueven guerras y ocupaciones armadas bastante más violentas que las de la Tupac Amaru.

Ser menos malo no alcanza. Estas líneas no pretenden justificar la arbitrariedad de los manejos de fondos durante los últimos años en la Argentina. Macri, con mucha habilidad, dijo tener tres ejes para gobernar: unir a los argentinos, llegar a la pobreza cero y combatir el narcotráfico. Macri no puso presa a Sala pero su gobierno inició una campaña para dejar gente en la calle por vago, por ñoqui o por militante. Y las medidas económicas que se le conocen hasta ahora van de la mano de fortalecer un discurso militante antiK, con consecuencias sobre muchos sectores sociales desprotegidos.

El escenario económico mundial es recesivo y los precios de las materias primas cayeron. Las consecuencias en América latina son y serán malas. El ciclo de gobiernos populistas termina en coincidencia con estos cambios. Más allá de la indignación y de las legítimas voluntades que se juntan para resistir, los riesgos de las frustraciones por malos cálculos están a la vuelta de la esquina.

Lejos de promover el desánimo, hay quienes promueven la confianza en las causas justas y la alegría de vivir para realizar una sociedad justa. El propio Papa Francisco, a quien cada vez la prensa argentina le dedica menos espacio, acaba de presentar su libro El nombre de dios es misericordia junto al actor, humorista y director de cine Roberto Benigni. Ambos, en la presentación del libro, pusieron énfasis en que la alegría siempre debe estar presente en las causas justas. Frente a los actos de indignidad o de egoísmo es preciso tener en cuenta que las conductas de las personas no son una mera anécdota. No alcanza con gritar que hay un puñado de multimillonarios que manejan los piolines de la humanidad. Quienes asumen el discurso de la lucha, además de parecerlo, deben serlo.