Por Luis Manuel Arce Isaac La Habana, 5 mar (PL) Acciones chabacanas contra los líderes políticos Inacio Lula Da Silva, Evo Morales, Cristina Fernández, Rafael Correa, Dilma Rousseff, Nicolás Maduro y casos extremos como el asesinato de la indígena hondureña Berta Cáceres están articuladas dentro de una evidente guerra global de posiciones.
Es difícil dejar de creer que tales operaciones respondan a un plan único y que incluso las instrucciones y su financiamiento salgan de un mismo bunker, pues el modelo usado es igual para todos: buscar o inventar si no existen, puntos vulnerables de la moralidad y la ética de las víctimas.
Probablemente eso explique por qué las campañas contra cada uno de ellos son personalizadas, y a Evo se le ataque por una falacia amorosa, a Lula y Dilma por presunta corrupción, a Cristina por la muerte del fiscal general Natalio Alberto Nisman y la operación legítima de estabilización del tipo de cambio.
A Maduro se le acusa de todo y se lanzan contra él cargas profundas como las que hundieron al Bismark porque Venezuela, por su revolución bolivariana y el ejemplo de Hugo Chávez, es el epicentro de la contraofensiva ideológica contra las fuerzas antineoliberales de un continente necesitado de mucha unidad.
Ello también explica por qué a los atizadores de esa política ni siquiera les interesa ser convincentes a la hora de enlodar a un líder o hacer el ridículo como lo acaban de experimentar con Lula y Evo al no poder sustentar sus acusaciones.
Es campaña sucia, y como tal, todo se vale con tal de formar escándalo, denigrar y sembrar confusión entre la gente honesta que apenas si tiene otros medios de informarse que los que les suministra la derecha con su control mediático.
Pero la acción contra los líderes políticos podría ser estéril si no va acompañada de una costosa estrategia de desestabilización económica, política y social, todas a la vez, como está sucediendo en estos momentos en Venezuela, Brasil, Bolivia y Ecuador.
El telón de fondo de la campaña de desprestigio es el deterioro de la situación económica del continente con el derrumbe de los precios de las materias primas que exportan, en especial las extractivas como el petróleo y los minerales, y cuyos ingresos son fundamentales para cambiar su estructuras productivas.
La caída de los precios del crudo ha afectado de manera grave los planes de desarrollo integral, planificados, de Venezuela, y la baja de las cotizaciones de minerales como el cobre, el níquel, la bauxita y otros muchos ha obligado a congelar o desacelerar proyectos socioeconómicos en buena parte de países de la región.
Como se trata de una guerra total, forma parte de ella también lo que está sucediendo en Argentina y Puerto Rico con los denominados fondos buitres para descapitalizar a esos países, sentar precedentes para futuras acciones de esa naturaleza, y despejar el camino hacia privatizaciones innecesarias. Paralelamente, atacan también a fondo el sistema de valores y los principios éticos de los líderes y gobiernos progresistas con el uso de una costosa campaña mediática que exacerba la ambición individual y el consumismo.
Como alertaba el expresidente José Mujica recientemente en La Habana, hay una imbricación de la cultura en las formas de vida del ser social y su papel en la conducta humana como resultado de un modelo de producción y distribución que tiene un motor y un origen por el simple expediente de que es funcional a los intereses últimos del sistema que la crea.
Esa cultura global con el auge del neoliberalismo como portaestandarte, ha adquirido dimensión y peso, apoyándose en los recursos de la sociedad mediática para masificarla, dentro de la cual estamos atrapados como los insectos en una telaraña.
"Con ese panorama, queridas criaturas frágiles, cómo no pensar es fácil que la gente venda el alma al diablo, porque no hemos tenido una lucha consciente. Hay que discutir la ética de forma de vivir, de luchar por la felicidad humana como centro y por encima del criterio economicista de que eres más feliz si tienes más cosas" concluía el líder uruguayo.
Una advertencia semejante lanzaba también en La Habana Frei Betto al alertar que "estamos volviendo atrás y sobre todo porque no hemos desarrollado una política sostenible, no hemos hecho reforma estructural, reformas agrarias, tributarias, presidenciales, políticas, e hicimos una política buena pero cosmética, o sea, que no tenía raíz, sin fundamentos para su sustentabilidad.
Betto insiste en que esa es la falla en gobiernos progresistas, no hicimos un trabajo de base, de formación ideológica de la gente, a pesar de saber que todos nosotros nacemos egoístamente, somos egoístas por naturaleza, desde niños.
En esta guerra de posiciones en la que los líderes políticos son el frente principal, rectificar y reajustar las estrategias a esas reflexiones de Mujica y Betto, es tarea de primer orden.
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