Amistad entre Gabo y Fidel Castro, al descubierto en el archivo del nobel
Cuarenta y tres álbumes fotográficos con escenas familiares, amigos y poderosos son algunas de las joyas que presenta el Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin.
Una de las imágenes inéditas de Gabo incluida en los 43 álbumes familiares. / Fotografías: Martin do Nascimento**
Por su amistad con Fidel Castro, a Gabriel García Márquez le vetaron la entrada a Estados Unidos durante años. Ahora, con la apertura del archivo personal del nobel colombiano, precisamente en Texas, quedaron al descubierto sus momentos más íntimos con el revolucionario cubano.
"De Fidel hay muchísimo", explicó a Efe Daniela Lozano, una de las archiveras del Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas en Austin, que durante el último año ha catalogado los manuscritos, cartas, fotografías y demás objetos del archivo que esta institución adquirió a la familia de García Márquez.
El líder cubano aparece con frecuencia en los cuatro álbumes titulados "La Habana", con fotos de los dos en ambientes familiares: relajándose en un yate o asando una cabra.
En otro álbum, llamado "Fidel - Birán", se documenta la visita que Castro y García Márquez hicieron en 1996 a la pequeña localidad en la que nacieron el expresidente cubano en 1926 y el actual mandatario, Raúl Castro, cinco años después.
Castro también aparece en el álbum titulado "Amigos", junto a otras fotografías de García Márquez con Woody Allen, Carmen Balcells, Luis Buñuel, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Graham Greene, Milan Kundera o Pablo Neruda; y en el álbum "Gabo con presidentes", departiendo con Bill Clinton o Mijail Gorbachov.
"La figura de García Márquez como amigo de Fidel es algo sobre lo que se ha escrito mucho, pero no se ha profundizado", afirmó a Efe Gabriela Polit, profesora del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Texas, al afirmar que los archivos "hay que verlos con calma" y que "pueden dar lindas sorpresas".
García Márquez formó parte del grupo de periodistas que fundó la agencia de noticias cubana Prensa Latina poco después del triunfo de la revolución, en 1959.
Empezó en Bogotá, y en 1961 abrió las oficinas de la agencia en Nueva York, momento en el que el FBI, dirigido por Edgar Hoover, empezó a seguir todos los pasos del escritor colombiano por su afiliación a la Cuba de Fidel Castro.
El propio Hoover firmó la orden el 8 de febrero de 1961 de que "en caso (de) que (García Márquez) entre a Estados Unidos por cualquier motivo, el FBI debe ser avisado de inmediato", según una investigación reciente publicada por The Washington Post.
Años más tarde, ya instalado en Ciudad de México, Estados Unidos le negó el visado de entrada al país por su cercanía con Castro. Un veto que levantó Bill Clinton, reconocido admirador del nobel colombiano, después de ser elegido presidente.
"García Márquez escribió una novela -'Cien años de soledad'- que terminó siendo la novela favorita de Bill Clinton, que hizo que todas las exclusiones que él sufrió para entrar en Estados Unidos se eliminasen para poder invitarlo a la Casa Blanca y hacerse amigo suyo", relató a Efe César Salgado, profesor puertorriqueño de la Universidad de Texas.
El archivo personal de García Márquez no solo contiene un rico material gráfico con el líder revolucionario, sino también libretas con anotaciones inéditas sobre sus viajes a Cuba, además de un discurso y tres artículos mecanografiados por el propio Castro.
"Él tenía la facilidad de hablarle al oído a los poderosos. Por alguna razón desarrolló esa habilidad particularmente con Fidel", dijo Salgado, al constatar que el escritor intercedió para ayudar a disidentes a salir de la isla o con la fundación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños.
El propio Castro, en 2008, calificó una visita de García Márquez y su esposa, Mercedes Barcha, como las "horas más agradables" desde que enfermó en 2006 y tuvo que delegar todos sus cargos.
En entrevistas y artículos, Gabo alabó siempre la "inteligencia política" de su amigo, su "instinto" y su "curiosidad infinita", al tiempo que lo acompañó a discursos, fiestas y eventos.
Los momentos más íntimos de esa relación, que traspasó la camaradería y se convirtió en una amistad a prueba de fuego, quedaron desde esta semana al descubierto con la apertura de su archivo personal en Texas.
El Caso Padilla le dio la oportunidad para desmarcarse de algunos de sus colegas latinoamericanos, aquellos intelectuales que se opusieron al encarcelamiento del poeta cubano.
“Hay que aprender a decir y a escuchar la verdad: hay que criticar tanto el estalinismo de Neruda como el castrismo de García Márquez”, afirmó un Octavio Paz duro y sin pelos en la lengua para el que llamarían padre del ‘Boom latinoamericano’.
A mediados de los ’70 rompieron definitivamente el Gabo y Vargas Llosa, dos compañeros literarios y de ideas progresistas hasta ese momento. El Caso Padilla y la cercanía del “Genio de Aracataca” al Comandante en Jefe en La Habana, le trajo a García Márquez la repulsa de creadores que entendieron que los escritores debían mantener un comportamiento ético acorde con los lectores que se granjeaban y los presupuestos humanistas que planteaban sus obras.
Mientras el escritor colombiano avanzaba por los escalones de la mejor literatura del continente, su amigo Fidel recrudecía con mano dura la represión contra intelectuales, opositores y cuanto cubano disintiera de su socialismo armado en los talleres de un cuartel militar.
El perfil que escribió del comandante guerrillero en su cumpleaños 61, está dotado de un claro arrebato emocional por los hombres de poder: “Da la impresión de que nada le divierte tanto como mostrar su cara verdadera a quienes llegan preparados por la propaganda enemiga para encontrarse con un caudillo bárbaro. El les canta las verdades, y soporta muy bien que se las canten a él”.
"La nuestra es una amistad intelectual”, dijo el autor de Cien años de soledad sobre Castro en 1981; "es el hombre más tierno que he conocido. Y es también el crítico más duro de la revolución y un autocrítico implacable", para dejar asombrados a quienes conocieron de cerca la falta de escrúpulos del comunista cubano.
Su ilusión por la gesta cubana de los años sesenta sentó las bases para la amistad con el dictador. Los archivos fotográficos de la época lo dejan ver junto a los argentinos Jorge Ricardo Masetti y Rodolfo Walsh, cuando echaban a andar la Agencia Prensa Latina.
Su conocimiento de los problemas que causaban en la isla la burocracia, la represión y la falta de libertad no le arrancaron una sola línea crítica hacia el “proyecto revolucionario” del barbudo mayor, un Fidel Castro inmisericorde con sus enemigos.
Masetti, quien pudo escrutar en el pensamiento de García Márquez afirmó que al novelista exitoso y creador del mágico mundo de Macondo le gustaba "estar en la cocina del poder".
El mexicano y director de la revista literaria “Letras libres, Enrique Krauze, con la acidez y lucidez que le caracterizan ha dicho: "No hay en la historia de Hispanoamérica un vínculo entre las letras y el poder remotamente comparable en duración, fidelidad, servicios mutuos yconvivencia personal al de Fidel y Gabo"; opinión aparecida en un artículo titulado "A la sombra del patriarca".
La amistad con Fidel Castro empezó por la literatura
En un texto, el escritor resaltó del presidente su devoción por la palabra
Las conversaciones, siempre amenas, sumaron centenares, recordó el cubano
Fidel Castro y el escritor colombiano durante una cena en el Festival Anual del Cigarro, el 3 de marzo del año 2000Foto Ap
Fabiola Palapa Quijas
Periódico La Jornada Viernes 18 de abril de 2014, p. 16
Gabriel García Márquez en diversas entrevistas contó que su amistad con el presidente cubano Fidel Castroempezó por la literatura. Se habían conocido cuando el escritor trabajaba en la agencia de noticias Prensa Latina, en 1960.
Gabo vivió seis meses en la isla y en 1961 fue trasladado a Nueva York, pero tuvo grandes problemas con los cubanos exiliados y finalmente renunció. Después de recorrer el sur de Estados Unidos se fue a vivir a México.
En julio de 1975, García Márquez viajó nuevamente a Cuba para recorrer la isla en toda su extensión porque estaba interesado en escribir acerca de cómo los cubanos rompieron el bloqueo dentro de las casas. No la labor del gobierno ni del Estado, sino cómo el propio pueblo resolvía el problema de la cocina, del lavado de ropa, la aguja de coser, en fin, todas esas dificultades diarias.
Regresó a Cuba en marzo y abril de 1976 con el propósito de realizar una crónica épica de la expedición cubana a África, la primera vez que un país del tercer mundo se había interpuesto en un conflicto en el que estaban involucradas las dos superpotencias del primer mundo y el segundo.
El escritor colombiano había cosechado elogios en todo el mundo por sus artículos sobre el golpe chileno y estaba seguro que Castro no cometería la insensatez de ignorar su talento.
El autor colombiano pasó un mes en el Hotel Nacional de La Habana y un día Castro se presentó allí en un jeep; salieron para el campo y Fidel pasó dos horas hablando de comida.
En el libro Gabriel García Márquez, una vida, Gerald Martin describe este encuentro y señala que Gabo quedó asombrado ante el amor por los hechos y el excepcional dominio de Fidel sobre la alimentación.
García Márquez en una ocasión dijo que la relación del líder cubano con la lectura era bastante particular.No sólo se nutre de información, sino que, además, es un lector tan atento y minucioso que encuentra contradicciones y datos falsos donde uno menos se lo imagina.
En agosto de 2006, el autor de Cien años de soledad publicó el texto El Fidel Castro que yo conozco, en el que resalta del presidente cubano: “Su devoción por la palabras. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo... Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos.
Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
Con motivo de los 50 años de amistad con el escritor colombiano y su esposa, Mercedes Barcha, Fidel Castro publicó un artículo en julio de 2008 intitulado El descanso, en el que señaló: “Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares.
“Hablar con García Márquez y Mercedes siempre que venían a Cuba –y era más de una vez al año– se convertía en una receta contra las fuertes tensiones en que de forma inconsciente, pero constante, vivía un dirigente revolucionario cubano”.
Fidel Castro también recordó que en una visita a Colombia con motivo de la cuarta Cumbre Iberoamericana, los anfitriones organizaron un paseo en coche por el recinto amurallado de Cartagena, una especie de Habana Vieja, reliquia histórica protegida. “Los compañeros de la seguridad cubana me habían dicho que no era conveniente participar en el paseo programado. Pensé que se trataba de una preocupación excesiva, ya que por demasiada compartimentación los que me informaron desconocían datos concretos. Yo siempre respeté su profesionalidad y cooperé con ellos.Llamé al Gabo, que estaba cerca, y le dije bromeando: ‘¡Monta con nosotros en este coche para que no nos disparen! Así lo hizo’. A Mercedes, que quedó en el punto de partida, le añadí en el mismo tono: ‘Vas a ser la viuda más joven’. ¡No lo olvida! El caballo partió renqueando con su pesada carga. Los cascos resbalaban en el pavimento.Después supe que ocurrió allí lo mismo que cuando en Santiago de Chile una cámara de televisión que contenía un arma automática apuntó hacia mí en una entrevista de prensa, y el mercenario que la operaba no se atrevió a disparar. En Cartagena estaban con fusiles telescópicos y armas automáticas emboscados en un punto del recinto amurallado, y otra vez temblaron los que debían apretar el gatillo. El pretexto fue que la cabeza del Gabo se interponía obstruyendo la visión.”
El artículo El descanso, que escribió hace seis años Fidel Castro, este jueves fue publicado nuevamente en el portal de Internet de Cubadebate con motivo del fallecimiento del autor de El coronel no tiene quien le escriba.
En 1985 el gobierno cubano creó la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que fue presidida por García Márquez, así como la Escuela del Nuevo Cine Latinoamericano, que dirige esa fundación.
Fidel rememora los casi 50 años de amistad con Gabriel García Márquez, y su encuentro con él y Mercedes Barcha, su esposa, en estas reflexiones.
Ayer martes tenía un cúmulo de cables con noticias sobre la reunión en Japón de las potencias más industrializadas. Dejaré el material para otro día, si no se vuelve fiambre. Decidí descansar. Preferí reunirme con Gabo y su esposa, Mercedes Barcha, que están de visita en Cuba hasta el día 11. ¡Qué deseos tenía de intercambiar con ellos para rememorar casi 50 años de sincera amistad!
Nuestra agencia de noticias, sugerida por el Che, acababa de nacer, y ésta contrató, entre otros, los servicios de un modesto periodista de origen colombiano, llamado Gabriel García Márquez. Ni Prensa Latina ni Gabo podían suponer que había un Nobel por el medio; o tal vez él sí, con la “descomunal” imaginación del hijo del telegrafista en el correo de un pueblito de Colombia, perdido entre los latifundios plataneros de una empresa yanqui. Compartía su suerte con un montón de hermanos, como era costumbre, y a pesar de eso su padre, un colombiano que disfrutaba el privilegio de estar empleado gracias al teclado telegráfico, pudo enviarlo a estudiar.
Yo viví una experiencia a la inversa. El correo con su teclado telegráfico y la escuelita pública de Birán eran las únicas instalaciones en aquel caserío que no constituían una propiedad de mi padre; todos los demás bienes y servicios de valor económico eran de don Ángel, y por eso pude estudiar. Nunca tuve el privilegio de conocer Aracataca, el pueblito donde nació Gabo, aunque sí el de celebrar con él mi 70 cumpleaños en Birán, adonde lo invité.
Fue igualmente obra de la casualidad que cuando por iniciativa nuestra se organizaba en Colombia un Congreso Latinoamericano de Estudiantes, la capital de ese país fuera sede de la reunión de Estados latinoamericanos para crear la OEA, siguiendo pautas de Estados Unidos, en el año 1948.
Recibí el honor de ser presentado a Gaitán por los estudiantes universitarios colombianos. Este nos apoyó y nos entregó folletos de lo que se conoció como la Oración de la Paz, discurso pronunciado en ocasión de la Marcha del Silencio, la multitudinaria e impresionante manifestación que desfiló por Bogotá, en protesta contra las masacres campesinas realizadas por la oligarquía colombiana. Gabo estaba en aquella marcha.
Germán Sánchez, el actual embajador cubano en Venezuela, transcribe en su libro Transparencia de Emmanuel, párrafos textuales de lo que narró Gabo de aquel episodio.
Hasta aquí el azar.
Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares. Hablar con García Márquez y Mercedes siempre que venían a Cuba —y era más de una vez al año— se convertía en una receta contra las fuertes tensiones en que de forma inconsciente, pero constante, vivía un dirigente revolucionario cubano.
En la propia Colombia, con motivo de la IV Cumbre Iberoamericana, los anfitriones organizaron un paseo en coche por el recinto amurallado de Cartagena, una especie de Habana Vieja, reliquia histórica protegida. Los compañeros de la Seguridad cubana me habían dicho que no era conveniente participar en el paseo programado. Pensé que se trataba de una preocupación excesiva, ya que por demasiada compartimentación los que me informaron desconocían datos concretos. Yo siempre respeté su profesionalidad y cooperé con ellos.
Llamé al Gabo, que estaba cerca, y le dije bromeando: “¡Monta con nosotros en este coche para que no nos disparen!” Así lo hizo. A Mercedes, que quedó en el punto de partida, le añadí en el mismo tono: “Vas a ser la viuda más joven.” ¡No lo olvida! El caballo partió renqueando con su pesada carga. Los cascos resbalaban en el pavimento.
Después supe que ocurrió allí lo mismo que cuando en Santiago de Chile una cámara de televisión que contenía un arma automática apuntó hacia mí en una entrevista de prensa, y el mercenario que la operaba no se atrevió a disparar. En Cartagena estaban con fusiles telescópicos y armas automáticas emboscados en un punto del recinto amurallado, y otra vez temblaron los que debían apretar el gatillo. El pretexto fue que la cabeza del Gabo se interponía obstruyendo la visión.
Ayer, durante nuestra conversación, rememoré y les pregunté a él y a Mercedes —campeona olímpica de los datos— sobre multitud de temas vividos dentro y fuera de Cuba en que estuvimos presentes. La Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, creada por Cuba y presidida por García Márquez, ubicada en la antigua quinta Santa Bárbara —histórica por lo positivo y negativo de sus antecedentes en el primer tercio del pasado siglo—, y la Escuela del Nuevo Cine Latinoamericano que dirige esa Fundación, y está ubicada en las proximidades de San Antonio de los Baños, ocuparon un espacio de nuestro encuentro.
Birri, con su larga barba negra, hoy tan blanca como la nieve, y otros muchos personajes cubanos y extranjeros, pasaron por nuestro recuento.
Gabo a mis ojos ganó respeto y admiración por su capacidad para organizar la escuela de forma meticulosa y sin olvidar un solo detalle. Yo lo había supuesto, por prejuicio, un intelectual lleno de maravillosa fantasía; ignoraba cuánto realismo había en su mente.
Decenas de acontecimientos dentro y fuera de Cuba, en que ambos estuvimos presentes, fueron mencionados. ¡Como pasan cosas en decenas de años!
Dos horas para conversar, como es de suponer, no alcanzaron. La reunión había comenzado a las 11:35 a.m. Los invité a almorzar, algo que nunca hice con visitante alguno durante estos casi dos años, pues no lo había pensado nunca. Comprendí que yo estaba realmente de vacaciones y se lo dije. Improvisé. Pude resolver. Ellos almorzaron lo suyo, y por mi parte cumplí la dieta disciplinadamente, sin salirme un ápice, no para añadir años a la vida, sino productividad a las horas.
Apenas llegaron, me habían entregado un pequeño y agradable obsequio envuelto en papel de atractivos y vivos colores. Contenía pequeños volúmenes un poco mayores pero menos alargados que una tarjeta postal. Cada uno tenía entre 40 y 60 páginas, en letra pequeñita pero legible. Son los discursos pronunciados en Estocolmo, capital de Suecia, por cinco Premios Nobel de Literatura de los otorgados en los últimos 60 años. “Para que tengas material de lectura” —me dijo Mercedes al entregármelo.
Les pedí más datos sobre el regalo antes de que ambos se marcharan a las cinco de la tarde. “He pasado las horas más agradables desde que enfermé hace casi dos años” —les dije sin vacilar. Es lo que sentí.
“Habrá otras”, ―respondió el Gabo.
Pero no cesaba mi curiosidad. Mientras caminaba, un rato después, le pedí a un compañero traer el obsequio. Consciente del ritmo con que ha cambiado el mundo en las últimas décadas, me preguntaba: ¿qué pensaron algunos de aquellos brillantes escritores que vivieron antes de esta época turbulenta e incierta de la humanidad?
Los cinco Premios Nobel seleccionados en la pequeña colección de discursos que ojalá puedan leer un día nuestros compatriotas, por orden cronológico, fueron:
William Faulkner (1949) Pablo Neruda (1971) Gabriel García Márquez (1982) John Maxwell Coetzee (2003) Doris Lessing (2007)
A Gabo no le gustaba pronunciar discursos. Se pasó meses buscando datos —recuerdo—, angustiado por las palabras que debía pronunciar para recibir el Premio. Lo mismo le ocurrió con el breve discurso que debía dirigir en la cena que le ofrecieron después del Premio. Si ese hubiera sido su oficio, es seguro que Gabo habría muerto de infarto.
No debe olvidarse que el Nobel se otorga en la capital de un país que no ha sufrido los estragos de una guerra en más de 150 años, regido por una monarquía constitucional y gobernado por un partido socialdemócrata donde un hombre tan noble como Olof Palme fue asesinado por su espíritu solidario con los países pobres del mundo. No era fácil la misión a cumplir por Gabo.
Nada sospechosa de procomunista, la institución sueca asignó el Premio Nobel a William Faulkner, un inspirado y rebelde escritor norteamericano; a Pablo Neruda, militante del Partido Comunista, quien lo recibe en días gloriosos de Salvador Allende, cuando el fascismo intentaba apoderarse de Chile, y a Gabriel García Márquez, genial y prestigiosa pluma de nuestra época.
No es necesario decir cómo pensaba el Gabo. Basta transcribir simplemente los párrafos finales de su discurso, una joya de la prosa, al recibir el Premio Nobel el 10 de diciembre de 1982, mientras Cuba, digna y heroica, resistía el bloqueo yanqui.
“Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: ‘Me niego a admitir el fin del hombre’” —afirmó.
“No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria.
“Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.”
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La Habana - El primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, afirmó hoy que Fidel Castro "está muy bien" aunque "consternado" con la muerte de su amigo el fallecido escritor colombiano, Gabriel García Márquez.
"Su salud está muy bien, está trabajando intensamente en las cosas que él ha atendido en los últimos tiempos y por supuesto se ha consternado mucho con la muerte de García Márquez, que fue su entrañable amigo", afirmó Díaz-Canel a preguntas de periodistas en La Habana.
Cuestionado sobre cuánto han afectado a Castro las pérdidas recientes de Gabo y de su también íntimo amigo el presidente venezolano Hugo Chávez, fallecido en 2013, Díaz-Canel aseveró que el líder de la revolución cubana "tiene una resistencia interna para esos problemas".
"Fidel es un hombre con una enorme sensibilidad humana por lo tanto la pérdida de los amigos la siente como la sienten todas las personas que tienen sensibilidad humana, pero también es un hombre que ha estado muy fogueado por todas las batallas que ha tenido que lidiar en el mundo", sostuvo.
Las declaraciones de Díaz-Canel tuvieron lugar este viernes en la sede de la embajada de Colombia en La Habana, donde se presentó junto al ministro cubano de Cultura y otros funcionarios del Gobierno de la isla para firmar el libro de condolencias abierto allí por la muerte de García Márquez.
El nobel colombiano, fiel admirador de Cuba y su revolución, mantuvo una amistad personal durante décadas con el ahora expresidente Fidel Castro, de 87 años y retirado del poder desde 2006 por una enfermedad intestinal.
El primer vicepresidente cubano subrayó hoy, además, que García Márquez tuvo durante su vida "gestos muy importantes" con el país caribeño.
"Toda la amistad con Fidel, toda la comprensión del proceso de la revolución cubana, todo lo que nos defendió internacionalmente, todo lo que fundó en nuestro país, y ese será el recuerdo que tendremos de él", apuntó Díaz-Canel.
García Márquez falleció el pasado 17 de abril en su residencia en Ciudad de México a los 87 años, pocos días después de salir del hospital donde fue tratado de una infección pulmonar.
Desde Cuba, Fidel Castro envió a México una corona de flores para acompañar las cenizas del escritor con una leyenda dirigida "al amigo entrañable", pero hasta el momento no se conoce ningún mensaje público suyo por la muerte de Gabo.
Los medios cubanos sí divulgaron un mensaje de condolencias del presidente de la isla, Raúl Castro, resaltando que Cuba perdió con la muerte de García Márquez a "un gran amigo, entrañable y solidario".
A Gerald Martin (Londres, 1944) lo llaman el Tío Yeral en la familia de Gabriel García Márquez. El hispanista británico ha pasado 19 años trabajando en la biografía del Nobel colombiano. "Gabo me dio su visto bueno con una sola condición: que no le hiciera trabajar", cuenta el biógrafo, de paso por Madrid. El resultado son más de 700 páginas sacadas de una primera versión cuatro veces mayor que Martin espera publicar algún día. Por lo pronto, Gabriel García Márquez. Una vida(Debate), que acaba de aparecer en España en traducción de Eugenia Vázquez, es un apasionante repaso a la vida de uno de los escritores más populares del planeta. Y eso, pese a la cercanía y la admiración inquebrantable del tío Yeral, sin renunciar al claroscuro de los mejores retratos: desde una infancia que vivió de la mano de su abuelo hasta la consagración de un Nobel, el de 1982, cuya candidatura se había estado "trabajando" años antes en Estocolmo; desde su iniciación sexual en un prostíbulo hasta su amistad con los poderosos de la tierra pasando por el intento de su padre de trepanarle el cerebro tras un ataque de esquizofrenia; desde los años de periodismo y miseria a los 50.000 dólares que, según Martin, ha llegado a pedir por una entrevista de media hora; desde la casa familiar de Aracataca a las "siete residencias en lugares elegantes de cinco países distintos" que posee hoy.
El libro está lleno de claves que iluminan la trastienda de la obra
Gerald Martin, que en la actualidad prepara el "así se hizo" de su propio libro, dice que la suya no es una biografía autorizada sino tolerada: "Con el tiempo empezó a ayudarme o por lo menos dio luz verde a que viera a sus familiares, amigos, a Fidel Castro. Aun así, no me dio acceso a todos sus documentos ni a toda su correspondencia". ¿Él la ha leído? "Sí", responde Martin sonriendo. "Y no le disgusta del todo, aunque hay interpretaciones que no le gustan".
Cuando se le pregunta si después de 19 años siendo su sombra todavía lo admira, es rotundo: "Ahora lo admiro más. Antes lo admiraba como escritor, pero no lo conocía. Y creía mucho de lo que se decía de él: que era fascinante y a la vez arrogante, vanidoso, oportunista... Antes de la versión definitiva hice una versión digamos negra, es decir, una biografía con todo lo que podrían decir los detractores de García Márquez sobre él. Lo leí y no me convenció. Hice todo el esfuerzo posible por dar una visión distanciada y objetiva".
Martin dice que uno de los grandes enigmas a los que se enfrentó fue el noviazgo entre el escritor y su mujer, Mercedes. Pero reconoce que hay muchos otros. Por ejemplo, la atracción del novelista por los poderosos. Y viceversa: "El presidente colombiano López Michelsen me dijo: 'No te equivoques. No es García Márquez el que nos busca a nosotros. Es cierto que buscó a Castro, pero los demás hemos sido nosotros los que lo buscamos a él'. Y sí, está obsesionado con el poder, pero no hay que caer en la superficialidad. El poder ha fascinado a muchos grandes autores, a Shakespeare, por ejemplo. Quieren entender los resortes que mueven el mundo". ¿Es cierto, como dicen sus partidarios, que en privado es crítico con su amigo Fidel Castro? "Sin duda. Si lo hace realmente o para apaciguar su conciencia quién sabe. Esto nunca lo he contado, pero yo he estado en casa de García Márquez con personas muy importantes de la nomenclatura cubana y son muy deferentes hacia Gabo. La idea de que es un bufón que hace chistes y de cuando en cuando le dice cosas un poco atrevidas a Fidel Castro es un absurdo. Es cierto que se empeñó en ser amigo de Castro, pero no es ni su bufón ni su correveidile".
La biografía está llena de claves que iluminan la trastienda de la obra de García Márquez, algo que algunos le han afeado en Colombia: "Alguien escribió que yo había asesinado la magia de la literatura de Gabo, pero yo creo que la magia de la literatura reside precisamente en la relación entre la vida y lo que uno hace transformándola en otra cosa". Para el biógrafo británico, el autor de Cien años de soledad es "un fenómeno irrepetible", que se da "una vez cada siglo": "Su vida es un cuento de hadas: un niño pobre que termina siendo amigo de quien él quiera por poderoso que sea. Casi nadie le dice que no a García Márquez".
La vida de Gabriel García Márquez fue una vida entregada la literatura, al periodismo y a la paz. Sus posturas políticas sirvieron para tender puentes que permitieran el entendimiento entre diferentes posiciones en el continente y el mundo.
El 9 de abril de 1948, en alguna calle del centro de Bogotá, Fidel Castro vio a un hombre que se desahogaba dándole golpes a una máquina de escribir. Ese hombre era, como lo confirmó él mismo, Gabriel García Márquez.
Ninguno de los dos habría de sospechar que ese primer encuentro, del que no surgió ninguna relación, sería el anticipo de una amistad que se vería reforzada por una larga vida de activismo político por parte del futuro Nobel de literatura.
Después de que García Márquez abandonara sus estudios en derecho para volcarse al periodismo, razón por la cual estaba en Bogotá durante el Bogotazo, su paso por El Espectador marcó su crecimiento en el oficio. En 1960, después del triunfo de la Revolución Cubana, Jorge Ricardo Masetti, un joven periodista argentino encargado por el Ché Guevara para fundar la agencia de prensa cubana Prensa Latina, convocó a García Márquez para que fuera el corresponsal de la agencia en Bogotá.
Un año después fue enviado a New York en el mismo cargo al que renunció. Sin embargo, en ese año que trabajó como corresponsal de Prensa Latina habría de darse el segundo encuentro que marcaría su vida política. En el aeropuerto de Camagüey, García Márquez coincidió con Fidel Castro, mientras esperaban el mismo vuelo para La Habana. Desde ese lejano día de 1960 se selló una amistad a prueba del tiempo y la crítica.
La cercanía del escritor con el expresidente cubano hizo que el primero se convirtiera en una suerte de mediador entre Castro y varias fuerzas políticas que no podían acceder al poder central de la isla. Es legendaria la anécdota que cuenta como “Gabo” medió en la liberación de varios colombianos detenidos en la isla por cargos de narcotráfico. Igualmente, es conocida su mediación para la liberación de presos políticos detenidos en las cárceles cubanas.
Su amistad entrañable con Pablo Neruda, el poeta chileno que comparte con Gabo el honor de haber recibido el Nobel de Literatura, hizo que el derrocamiento del presidente socialista chileno, Salvador Allende, en 1973, por parte de lasfuerza armadas con ayuda de los Estados Unidos, lo sumiera en un silencio literario y público muy profundo.
Durante la década que precede a su reconocimiento por parte de la academia sueca de las letras, la fama y prestigio de García Márquez se estaban consolidando en el mundo entero. Fue en ese periodo que Gabo se reunió con Enrique Santos Calderón, Orlando Fals Borda, Jorge Villegas, Bernardo García, Jorge Restrepo, Hernando Corral y Diego Arango, para fundar la revista Alternativa. Un proyecto anclado en Colombia a pesar de que el Nobel ya residía en México.
Esta revista respondía a la preocupación que García Márquez siempre manifestó por el acceso a la verdad informativa y por la unanimidad de la información en Colombia. Alternativa tenía como propósito informar contenidos de la fragmentada izquierda colombiana, con la idea de unirla. Alternativa se convirtió en un plan temerario en un país que estaba inmerso en el Frente Nacional y que vivía con la tesis del enemigo interno como un mantra perpetuo.
Esa aventura finalizó cuando una bomba voló una de las paredes de la casa en donde se hacía la revista. Un atentado que coincidió con las denuncias que hiciera Alternativa sobre los nexos entre las mafias y algunos sectores de las fuerzas armadas colombianas. Desde ese momento, 1976, Gabriel García Márquez dejó de sostener monetariamente esa utopía periodística.
Su activismo se vio reflejado en donaciones varias, como la que le hizo al MAS (Movimiento Al Socialismo) al que le dio 25.000 en la década del 70.
Su papel como periodista alternativo y cercano a la izquierda, así como su amistad con Fidel Castro, lo hicieron sospechoso para los organismos de seguridad del Estado colombiano. Un viaje a la isla caribeña que coincidió con acercamientos entre el movimiento guerrillero colombiano M-19 y el gobierno panameño sellaron su destino en Colombia.
Varios amigos le informaron a Gabriel García Márquez que había un auto detención en su contra. En ese momento él y su esposa se encontraban en su casa de Bogotá. Acto seguido partieron a la embajada mexicana en Bogotá solicitaron formalmente el asilo político. La solicitud fue aceptada y García Márquez partió con su familia hacia el Distrito Federal. Era 1981.
El reconocimiento de su obra con el premio Nobel de Literatura le daría a García Márquez un margen más amplio de maniobra a pesar de que los servicios de inteligencia mexicanos habían intervenido sus teléfonos y los mantenían bajo vigilancia debido a su cercanía con La Habana.
Durante su vida en México, Gabo fue uno de los arquitectos de la visita de François Miterrand al país centroamericano. Medió en los acercamientos entre enlaces del gobierno socialista francés y algunos partidos comunistas latinoamericanos. En esta labor fue indispensable la ayuda de Regis Debray, intelectual francés que sirvió de enlace entre el gobierno de Fidel Castro y el Ché Guevara cuando este último se encontraba adelantando actividades guerrilleras en Bolivia en 1967.
En Colombia su rol como intelectual sirvió para que durante la década de los 80 sirviera como puente entre varios sectores de la insurgencia colombiana y el gobierno central en aras de buscar un diálogo efectivo que condujera a la paz del país. Sin embargo, la resistencia de algunos grupos de extrema derecha y algunos militares mandaron al traste las iniciativas de paz del gobierno de Belisario Betancourt, amigo del Nobel.
García Márquez era un incondicional de la paz de Colombia, por eso no sorprendió que apareciera en el Caguán durante los diálogos de paz adelantados por el gobierno del expresidente Andrés Pastrana y la guerrilla de las Farc. La suya fue una voz que siempre llamó a la cordura y al entendimiento entre colombianos. La suya fue una literatura que reflejaba la monstruosidad de la violencia colombiana y que pretendía conjurarla para que no se repitiera en la vida real, un propósito que aún no se ha cumplido y pareciera que no se va a cumplir en lo inmediato.
El líder cubano se recupera rápidamente, dijo su amigo el escritor tras visitarlo en la isla. Y ya se habla de la reaparición de Fidel en público.
Por Mauricio Vicent * Desde La Habana
Se confirma: Fidel Castro está cada vez mejor y, en la medida en que su recuperación avanza, vuelve a la carga con la obsesividad y omnipresencia que lo caracterizan. El mandatario comunista, que en agosto cumplirá 81 años, compagina sus ejercicios de rehabilitación –varias horas diarias– con una actividad “política” que empieza a desmelenarse: llama constantemente a ministros y dirigentes, pide datos y aclaraciones, recibe a sus colaboradores cercanos entre caminatas al aire libre, sigue por televisión las noticias de la actualidad internacional y, sobre todo, está en contacto telefónico permanente con su par venezolano, Hugo Chávez.
Castro ya tiene ánimos y tiempo para compartir relajadamente con algunos amigos íntimos, como el Premio Nobel Gabriel García Márquez, que ha pasado unos días en Cuba huyendo de los fastos organizados por su 80 cumpleaños. El lunes, a media mañana, el escritor colombiano visitó a su amigo convaleciente en el lugar donde se recupera y allí caminó con él hasta cansarse. “Uf, kilómetros, diría yo”, comenta Gabo con su proverbial discreción caribeña, indiscreta y exagerada.
El novelista siempre ha guardado con celo los avatares de su amistad con el líder cubano, y muchos más desde que el Comandante hubo de ser operado de urgencia, el 27 de julio de 2006, y salió de la escena política. En su último viaje a la isla, hace tres meses, García Márquez no pudo verlo debido a su frágil estado de salud, pero habló con él por teléfono y quedaron en encontrarse por estas fechas.
Arrancarle un detalle a Gabo es casi tan difícil como frenar a Castro en su hiperactividad, si bien confirma que su amigo se recupera no por días sino por horas y sigue desmesurado; detallista, de buen humor, hablando con pasión de sus temas preferidos, el cambio climático que pone en peligro la humanidad o la nueva hora política de América latina. “Sólo te digo que es el mismo Fidel de siempre”, resume, aliviado porque haya sido el propio Castro el que diera noticia de su encuentro: “Así no se me escapa”.
El miércoles mismo, el diario oficial Granma lo hacía público al transcribir íntegramente la conversación telefónica sostenida el martes por Castro, Hugo Chávez y el presidente haitiano, René Preval, en el transcurso de la visita que el mandatario venezolano realizó a Haití como parte de su “contragira” a la del presidente Bush por América latina. En un momento de la charla, Castro le dice a Chávez que “la lucha que está librando” por la unidad latinoamericana frente a Washington es de suma importancia y se congratula por su iniciativa de incorporar a Haití al ALBA –Alternativa Bolivariana para las Américas–, a la que ya pertenecen Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua. “Es una página inédita en la historia lo que está ocurriendo en estos momentos en América latina”, le dice Castro, muy en su papel –quizá su nuevo papel– de símbolo y referente regional. “Yo le dije ahora mismo a René Preval que es importante que se incorpore al ALBA inmediatamente, y hacemos el acto cuando tú estés listo, Fidel. Evo mandó a decir eso: que él quiere que hagamos el acto ahora en abril para incorporar a algunos caribeños”, señaló Chávez. Un encuentro el 29 de abril sería, según observadores, un momento propicio para la reaparición de Castro, pues estaría junto a sus aliados latinoamericanos, Chávez, Morales y el presidente nicaragüense Daniel Ortega, cuyo país se sumó al ALBA.
Es un criterio bastante aceptado en La Habana que, aunque Castro logre recuperarse del todo, no volverá de nuevo al día a día de la política nacional, sino que ejercerá el mando de otro modo. “Quizá como consejero y orientador de las estrategias generales y especialmente concentrado en impulsar, con la ayuda de Chávez, su sueño de una integración latinoamericana de espíritu bolivariano y revolucionario”, dice un antiguo compañero de armas.
Las últimas declaraciones de los dirigentes cubanos confirman la “recuperación acelerada” de Castro, pero también que en adelante el mandatario se dejará cuidar más. Junto a la noticia de la conversación telefónica de Castro y Chávez, el miércoles Granma publicaba la noticia de una visita del presidente interino, Raúl Castro, a unos almacenes refrigerados para garantizar la conservación de alimentos. ¿Un símbolo de los nuevos tiempos? Para algunos sería una buena variante, pero como dice García Márquez, “Fidel es una fuerza de la naturaleza, y con él nunca se sabe”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
G
Castro y García Márquez, unidos por una amistad de muchos años.
García Márquez por Fidel Castro: dos amigos históricos
La relación entre Gabo y Fidel, dos personajes históricos que se profesaron siempre una mutua admiración, en dos textos de Fidel, donde el líder de la Revolución cubana recuerda sus anécdotas con el Nobel colombiano.
Fidel Castro y Gabriel garcía Márquez, dos amigos históricos entrañables. (Foto El Espectador/InfoGEI)
La Plata, 17 Abr (InfoGEI).- “Quiero reencarnar en Gabo”. “Preferí reunirme con Gabo y su esposa, Mercedes Barcha... ¡Qué deseos tenía de intercambiar con ellos para rememorar casi 50 años de sincera amistad”, comienza diciendo Fidel Castro en uno de los dos relatos, extractado hoy por el diario El Espectador de Colombia.
Y continúa, “Nuestra agencia de noticias (Prensa Latina) acababa de nacer, y ésta contrató, entre otros, los servicios de un modesto periodista de origen colombiano, llamado Gabriel García Márquez. Ni Prensa Latina ni Gabo podían suponer que había un Nobel por el medio; o tal vez él sí, con la descomunal imaginación del hijo del telegrafista en el correo de un pueblito de Colombia, perdido entre los latifundios plataneros de una empresa yanqui. Compartía su suerte con un montón de hermanos, como era costumbre, y a pesar de eso su padre, un colombiano que disfrutaba del privilegio de estar empleado gracias al teclado telegráfico, pudo enviarlo a estudiar”.
“Yo viví una experiencia a la inversa -dice Fidel-. El correo con su teclado telegráfico y la escuelita pública de Birán eran las únicas instalaciones en aquel caserío que no constituían una propiedad de mi padre; todos los demás bienes y servicios de valor económico eran de don Ángel, y por eso pude estudiar. Nunca tuve el privilegio de conocer Aracataca, el pueblito donde nació Gabo, aunque sí el de celebrar con él mi 70 cumpleaños en Birán, adonde lo invité”.
“Fue obra de la casualidad que, cuando por iniciativa nuestra se organizaba en Colombia un Congreso Latinoamericano de Estudiantes, la capital de ese país fuera sede de la reunión de Estados latinoamericanos para crear la OEA, siguiendo pautas de Estados Unidos, en el año 1948”.
“Recibí el honor de ser presentado a Gaitán por los estudiantes universitarios colombianos. Éste nos apoyó y nos entregó folletos de lo que se conoció como la Oración de la Paz, discurso pronunciado en ocasión de la Marcha del Silencio, la multitudinaria e impresionante manifestación que desfiló por Bogotá, en protesta contra las masacres campesinas realizadas por la oligarquía colombiana. Gabo estaba en aquella marcha. Hasta aquí el azar”.
“Nuestra amistad –señala Castro-, fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares. Hablar con García Márquez y Mercedes siempre que venían a Cuba —y era más de una vez al año— se convertía en una receta contra las fuertes tensiones en que, de forma inconsciente, pero constante, vivía un dirigente revolucionario cubano”.
En la propia Colombia, con motivo de la IV Cumbre Iberoamericana, los anfitriones organizaron un paseo en coche por el recinto amurallado de Cartagena. Los compañeros de la Seguridad cubana me habían dicho que no era conveniente participar en el paseo programado. Llamé al Gabo, que estaba cerca, y le dije bromeando: “¡Monta con nosotros en este coche para que no nos disparen!” Así lo hizo. A Mercedes, que quedó en el punto de partida, le añadí en el mismo tono: “Vas a ser la viuda más joven”. ¡No lo olvida! El caballo partió renqueando con su pesada carga. Los cascos resbalaban...
Dos horas para conversar, como es de suponer, no alcanzaron. La reunión había comenzado a las 11:35 a.m. Los invité a almorzar, algo que nunca hice con visitante alguno durante estos casi dos años, pues no lo había pensado nunca. Comprendí que yo estaba realmente de vacaciones y se lo dije. Improvisé. Pude resolver. Ellos almorzaron lo suyo, y por mi parte cumplí la dieta disciplinadamente, sin salirme un ápice, no para añadir años a la vida, sino productividad a las horas...”.
Sus vidas se cruzaron en El Bogotazo
(Apartes de un texto de Fidel Castro publicado en ‘Juventud Rebelde’ en 2002).
“¡Mataron a Gaitán!, repetían los gritos del 9 de abril en Bogotá, adonde habíamos viajado un grupo de jóvenes cubanos para organizar un congreso latinoamericano de estudiantes. Mientras permanecía perplejo y detenido, el pueblo arrastraba al asesino por las calles, una multitud incendiaba comercios, oficinas, cines y edificios...
Un hombre se desahogaba dándole golpes a una máquina de escribir, y para ahorrarle el esfuerzo descomunal e insólito, la lancé hacia arriba y voló en pedazos al caer contra el piso de cemento. Mientras hablaba, Gabo escuchaba y probablemente confirmaba aquella certeza suya de que en América Latina y el Caribe los escritores han tenido que inventar muy poco, porque la realidad supera cualquier historia imaginada, y tal vez su problema ha sido el de hacer creíble su realidad.
El caso es que, casi concluido el relato, supe que Gabo también estaba allí y percibí reveladora la coincidencia, quizá habíamos recorrido las mismas calles y vivido los sobresaltos, asombros e ímpetus ... Disparé la pregunta con la curiosidad empedernida de siempre. “Y tú, ¿qué hacías durante El Bogotazo?”, y él, imperturbable, atrincherado en su imaginación sorprendente, vivaz, díscola y excepcional, respondió rotundo, sonriente e ingenioso desde la naturalidad de sus metáforas: “Fidel, yo era aquel hombre de la máquina de escribir”.
“Siempre me envía los borradores de sus libros”
“A Gabo lo conozco desde siempre, y la primera vez pudo ser en cualquiera de esos instantes o territorios de la frondosa geografía poética garciamarquiana. Como él mismo confesó, lleva sobre su conciencia el haberme iniciado y mantenerme al día en “la adicción de los best-sellers de consumo rápido, como método de purificación contra los documentos oficiales”. A lo que habría que agregar su responsabilidad al convencerme no sólo de que en mi próxima reencarnación querría ser escritor, sino que además querría serlo como Gabriel García Márquez, con ese obstinado y persistente detallismo en que apoya, como en una piedra filosofal, toda la credibilidad de sus deslumbrantes exageraciones. En una oportunidad llegó a aseverar que me había tomado dieciocho bolas de helado, lo cual, como es de suponer, protesté con la mayor energía posible.
Comparto con él una teoría escandalosa, probablemente sacrílega para academias y doctores en letras, sobre la relatividad de las palabras del idioma...
De Gabo siempre me han llegado cuartillas aún en preparación, por el gesto generoso y de sencillez con que siempre me envía, al igual que a otros a quienes mucho aprecia, los borradores de sus libros, como prueba de nuestra vieja y entrañable amistad. Es un hombre con bondad de niño y talento cósmico, un hombre de mañana, al que agradecemos haber vivido esa vida para contarla”.(InfoGEI)jd
Defensor de la revolución en Cuba e íntimo de Fidel Castro
El líder cubano lo definió como ‘hombre con bondad de niño y talento cósmico’
Compañerismo. Gabo y Fidel Castro, el 12 de marzo de 2007 en La Habana, Cuba. AFP.
La Razón (Edición Impresa) / EFE, AFP / La Habana
04:30 / 18 de abril de 2014
Amigo íntimo de Fidel Castro, Gabriel García Márquez era “un hombre con bondad de niño y talento cósmico”, según el líder de la revolución cubana que lo ha evocado como “un hombre de mañana, al que agradecemos haber vivido esa vida para contarla”. Ambos —el cubano es siete meses mayor— se conocieron en los primeros días de la insurrección, en enero de 1959, cuando Gabo llegó a la isla como periodista a cubrir la llegada al poder de los guerrilleros “barbudos” que comandaba Castro.
Siguieron decenios de amistad, con algunos desacuerdos entre dos hombres a quienes les gustaba tacharse mutuamente de “desmesurados” y “exagerados”. Crítico de las dictaduras y los regímenes autoritarios de derecha de América Latina, García Márquez permaneció siempre fiel a esa amistad con Castro, incluso a veces a riesgo de ser criticado. Como su natal Colombia, México o España, Cuba se convirtió en uno de los puertos de la vida del famoso novelista.
“No es que yo viva en Cuba, es que viajo tanto aquí que parece que estoy permanentemente”, afirmó el Nobel colombiano en 2007, a propósito de sus frecuentes visitas, la mayoría de carácter privado. Gabo, quien recibía en su hogar de La Habana frecuentes visitas nocturnas de Castro, destacaba a su vez “su devoción por las palabras, su poder de seducción”. “Fatigado de conversar, descansa conversando”, escribió sobre el político.
Una de esas noches, contó el autor en 1988, le preguntó qué era lo que más le gustaría hacer en el mundo. “Pararme en una esquina”, le respondió inmediatamente un Castro agobiado por las responsabilidades y más aislado que nunca en la cima del poder. García Márquez evidenció su admiración y respeto por su amigo en entrevistas, artículos y semblanzas en los que alabó su “inteligencia política”, su “instinto” y su “curiosidad infinita”, y lo acompañaba en discursos, fiestas y eventos.
Inseparables. El propio Castro se preció del valor de su amistad cuando en 2008, en plena convalecencia, calificó una visita de García Márquez y su esposa Mercedes Barcha como las “horas más agradables” desde que enfermó en 2006 y tuvo que delegar todos sus cargos. Una década antes, en 1998, el escritor acompañó a Castro en la histórica misa que el papa Juan Pablo II ofreció en la Plaza de la Revolución de la capital La Habana.
Esa leal intimidad con el Gobierno cubano lo puso en el centro de polémicas y acusaciones: el expresidente argentino Carlos Menem lo mandó “a vivir a Cuba” si no le gustaba que criticaran su régimen; la escritora estadounidense Susan Sontag lamentó su “pasividad” ante la situación de los Derechos Humanos en la isla y el Nobel peruano Mario Vargas Llosa lo calificó como “cortesano de Castro”.
Lo cierto es que en la isla Gabo realizó algunas “incursiones” políticas. Cuando Cuba y Colombia restablecieron relaciones diplomáticas en 2004, Bogotá llegó a calificarlo como su “embajador sin título”. En 2005, Castro reveló que el autor fue portador en 1997 de un mensaje suyo para el entonces mandatario de Estados Unidos, Bill Clinton, en el que alertaba sobre actos terroristas contra Cuba. Además, participó en conversaciones en La Habana con delegados del Gobierno colombiano y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en un diálogo exploratorio para abrir un proceso de paz en su natal Colombia.
Cuando Cuba celebró los 80 años de Castro, en 2006, García Márquez viajó a la capital e incluso acompañó al entonces presidente interino, Raúl Castro, en la inauguración de un mural dedicado a su hermano en el Museo Nacional de Bellas Artes. “Después vendré a su centenario”, comentó el escritor en aquella ocasión, cuando el estado de salud del artífice de la revolución cubana aún era una incógnita.
Pero quizás su “misión” más importante en Cuba estuvo relacionada con el cine, su gran pasión junto a la literatura y el periodismo. Fue fundador en la isla del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión y de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que presidía.
Mediación en crisis de ‘balseros’
En 1994 participó en la solución de la crisis de los "balseros", cuando millares de cubanos agobiados por las penurias económicas se lanzaron al mar en precarias embarcaciones para alcanzar la costa de Estados Unidos, que culminó con un acuerdo migratorio entre La Habana y Washington.
Gabo y Vargas Llosa, dos amigos enfrentados
Fueron grandes amigos hasta la mediana edad, pero una pelea por motivos que nunca explicaron alejó para siempre al Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, aunque siempre remarcaron el respeto y la admiración por la obra del otro.
Fue el joven y talentoso Vargas Llosa quien asestó, hace 38 años, el golpe sorpresivo a su, por entonces, gran amigo, cuando el 12 de febrero de 1976 ambos se encontraron a la entrada de un cine en Ciudad de México. En medio de numerosas especulaciones, fue la versión del periodista hispano-peruano Francisco Paco Igartua la que mayor asidero tomó y que se remite a discrepancias entre Vargas Llosa y su esposa, Patricia. Afirmó que fue testigo de cómo el peruano se enfureció al ver al colombiano, se acercó y le asestó un puñetazo que lo sorprendió con los brazos abiertos. En su libro Siempre un extraño, el periodista dejó entrever que entre los motivos estuvieron los celos, por unos supuestos consejos que había dado Gabo a Patricia cuando tenían problemas conyugales.
Luego fue el británico Gerald Martín, en Gabriel García Márquez: una vida, quien dio otra pista. Asegura que Vargas Llosa le dijo a Gabo: “Esto es por lo que le dijiste a Patricia” o “Esto es por lo que le hiciste a Patricia”. Otros aseveran que el golpe también fue el culmen de las discrepancias ideológicas que comenzaban a tener ambos, por la defensa del liberalismo que hacía Vargas Llosa, y del régimen cubano de Fidel Castro, de García Márquez.
Y a pesar de que se pensaba que no existía ninguna evidencia del incidente, hace siete años el fotógrafo Rodrigo Moya publicó en México dos tomas en las que se ve a García Márquez con los efectos del golpe recibido, y señaló que tomó la imagen el 14 de febrero de 1976, dos días después del puñetazo, porque García Márquez “quería una constancia de aquella agresión”.
Recordó que le preguntó al escritor qué había pasado y éste fue “evasivo” y “atribuyó la agresión a las diferencias” que ya eran insalvables en la medida en que el autor peruano “se sumaba a ritmo acelerado al pensamiento de derecha”.
Sin embargo fue Mercedes Barcha, la esposa de Gabo, quien hizo un comentario más elocuente: “Es que Mario es un celoso estúpido, repitió Mercedes varias veces, cuando la sesión fotográfica había devenido en charla o chisme”, según Moya. Ante las preguntas insistentes que se le hacen sobre este tema, Vargas Llosa siempre señaló que tenía “un pacto tácito” para no hablar sobre García Márquez, con la intención de “darle trabajo a los biógrafos”.
A pesar de ello, más allá de las discrepancias, sus vidas y sus carreras siempre confluyeron desde su lejana juventud de afanes literarios y seguirán unidas para siempre en el parnaso de la literatura universal.