Desde Brasilia
“Estado de excepción”. Entre indignada y aguerrida la presidenta brasileña Dilma Rousseff denunció ayer, al poner en funciones al nuevo jefe de Gabinete, Luiz Inácio Lula da Silva, que la sociedad entre jueces y medios de comunicación privados avanza hacia su objetivo de implantar una democracia degradada que reemplazaría al régimen democrático vigente. El golpe blanco en gestación se ha fijado metas: obstruir la labor de Lula en el gabinete, acelerar el juicio político contra Dilma en el Congreso dominado por fuerzas conservadoras y acendrar la intolerancia de las clases medias neocons para finalmente derrocar al gobierno del Partido de los Trabajadores respaldado por 54 millones de votos en los comicios de octubre de 2014.
Para contener ese torrente de lama destituyente Dilma convocó a Lula, que a pesar de la corrosiva campaña de desinformación en su contra aún preserva una popularidad que, aunque no sea inoxidable, todavía se mantiene robusta especialmente entre los trabajadores y las clases populares, las que no se han sumado masivamente a los actos multitudinarios del domingo pasado y las protestas de ayer por el golpe.
“Me siento orgullosa de traer (al gabinete) al mayor líder político del país, sea bienvenido querido ministro Lula” resaltó Dilma, refrendada por una de las tantas ovaciones del público que colmó ayer el Salón Noble del Palacio del Planalto, a través de cuyas paredes vidriadas penetraba el estruendo de los gases lacrimógenos y balas de goma disparados por la policía militarizada en la Plaza de los Tres Poderes, tomada desde temprano por militantes petistas y de la Central Unica de los Trabajadores.
A unos doscientos metros de allí, en el Congreso, grupos por el impeachment se reagrupaban luego de haberse movilizado el miércoles por la noche cuando, enardecidos, intentaron invadir el Legislativo y luego derribar las vayas de protección del palacio presidencial. Pero el principal reducto golpista volvió a ser ayer San Pablo, donde inconformes con la democracia, Dilma y Lula acamparon en la Avenida Paulista frente al edificio de la Federación de Industrias de San Pablo, atravesado por una gigantesca franja negra que exige la salida de la presidenta.
“Cuento con su experiencia de ex presidente, con su identificación con el pueblo de este país, con su incomparable capacidad (...) de entender a ese pueblo y de ser entendido y amado por él”, afirmó la mandataria en referencia a Lula. “Usted tiene la grandeza de los estadistas y la humildad de los verdaderos lideres”. Durante la ceremonia de juramento Lula, de traje azul y corbata roja, permaneció callado, con gesto de preocupación. “El pueblo no es bobo, abajo la red Globo”, “Dilma guerrera del pueblo brasileño” y “No va a haber golpe”, fueron las consignas más repetidas por el público.
Infiltrado entre los ministros y dirigentes reunidos en el segundo piso del Planalto estaba el policía militar y diputado Mayor Olimpo, referente del bloque parlamentario por la “reeducación” de los gays, que intentó causar un disturbio pero fue prontamente reducido. El polidiputado, una especie política que ha crecido en los últimos años, integra el partido Solidaridad aliado del ex candidato presidencial Aecio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña que ayer demandó a la Corte la anulación del nombramiento de Lula en consonancia con la cautelar publicada por un juez Itagiba Catta Preta Neto. Ka Cámara de Diputados anunció en este contexto la conformación de la comisión de 65 diputados que debería realizar un informe sobre la conveniencia del impeachement contra Dilma.
Preta Neto es el magistrado de primera instancia federal de Brasilia que“suspendió” la designación del ex presidente como jefe de gabinete alegando que con ello obtendrá foro privilegiado y quedará fuera de la órbita de otro magistrado de primera instancia, Sergio Moro, a cargo de la causa por corrupción a costillas de Petrobras, el “Petrolao”. El abogado general de la Unión, José Eduardo Cardozo apeló la medida alegando, entre otras causas, la manifiesta parcialidad del juez brasiliense por ser un militante de los grupos destituyentes, algo reconocido por éste en declaraciones a la prensa. Por la noche otra jueza de primera instancia, Regina Formisano, repitió la maniobra con otra cautelar.
La confesión de Catta Preta sobre su activismo por el golpe ocurrió prácticamente a la misma hora que su colega Sergio Moro, a cargo del Petrolao, justificaba el haber invadido una conversación entre Rousseff y Lula, que minutos más tarde cedió a la cadena Globo para que ésta la utilizara en su campaña de agitación y propaganda. Premiado por esa empresa periodística en 2015 como el personaje del año junto a un actor de telenovelas, Moro devino una suerte de prócer entre los cientos de miles de opositores que se movilizaron el domingo pasado en San Pablo, Brasilia, Río de Janeiro y otras capitales.
La invasión del diálogo de Rousseff y Lula fue “ilegal” afirmó el abogado general Cardozo y además violatorio de la seguridad nacional. Dilma fue más lejos en su discurso de asunción de Lula cuando dijo que Moro, al que evitó nombrar, es parte del engranaje subversivo avocado a “pasar la frontera del estado de derecho, (para establecer) un estado de excepción, los brasileños estamos ante un hecho grave”.