El actor, protagonista en «Altamira», asegura que somos un pueblo con «virtudes, pero también mucho genio y algunos males endémicos que deberíamos intentar corregir.»
Una tremenda desazón crecía en el seno de la familia Botín: el olvido, injusto e insólito, en el que había caído la figura de su familiar Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor de las cuevas de Altamira. En Cantabria solo una calle, donde vivía, le recuerda. Lucrecia Botín se puso manos a la obra y en un principio pensó en hacer un documental al respecto. Pronto se dio cuenta de que allí había material para el documental, pero también para realizar una película.
Y eso hizo. La productora contactó con Hugh Hudson («Greystoke» o «Carros de fuego») y enseguida fueron a por Antonio Banderas para hacer el papel protagonista. El malagueño, dicen, tardó dos décimas de segundo en decir que sí. El mismo actor, en conversación con ABC, cuenta la historia.
-Está claro que el proyecto le interesaba, y mucho.
-Desde luego. Es que parece mentira pero tú sales hoy a la calle, preguntas por Marcelino Sanz de Sautuola y no le conoce nadie. Pero este hombre no desfraudecubrió las cuevas porque sí, es que buscaba. He leído sus cuadernos y era un hombre muy meticuloso, lo llevaba todo marcado al dedillo: sus dibujos, sus bocetos, todo... Pero sobre todo es la interpretación real del descubrimiento que contradecía a la Iglesia. Él era católico, pero no un fundamentalista.
- Parece que el problema mayor no fue la Iglesia, sino la propia comunidad científica, que le dio la espalda.
-Ahí está, ese fue el palo grande. Es que él confiaba en su ídolo, Émile Cartailhac, el hombre al que había leído durante tantos años y al que invitó a ver las cuevas. Pensaba en llevarle allí a ver ese descubrimiento y debatir por las noches, disfrutar de todo aquello... Y no se lo dieron, todo lo contrario. Incluso los españoles que tenía a su alrededor, si excluimos al profesor Vilanova, se volvieron contra él. Yo creo que, francamente, eso le costó la vida.
- Debió ser una tremenda decepción.
-Es que era un hombre muy íntegro. Cuando una persona es así y le acusan con el dedo de ser un defraudador y de ser un impostor, eso es muy duro. Si eres una persona desahogada pues te da igual, pero él era un hombre de principios y algo así le terminó hundiendo.
- No sabría decir si les ha quedado una película muy bella o muy triste. O quizás ambas cosas.
-No lo sé. Yo es que no tengo objetividad real. Me resulta muy difícil separarme de un diario de trabajo, pero lo que tratamos sobre todo es de reivindicar la imagen de este hombre y ofrecer una reflexión sobre algunos de los pecados que el tiempo no ha curado. Somos de gatillo fácil y demasiado rápido para omitir opiniones sobre las personas y a veces nos llevamos por delante el trabajo de mucha gente. Pedimos un poquito más de tolerancia a la hora de emitir opiniones. Como lo de Rafael Nadal, «este es un pasabolas». Chiquillo, si ha ganado 45 torneos, ¿cómo va a ser un pasabolas? ¿De qué estamos hablando? Las horas de sacrificio y entrenamiento, lesiones y viajes continuos que hay detrás de esto... ¿Eso no cuenta?
- Despreciamos lo que tenemos.
-No lo valoramos, no. Para eso somos un pueblo un poquito jodido. Tenemos nuestras virtudes, pero también mucho genio y algunos males endémicos que deberíamos intentar corregir.
- ¿Es un mal nuestro o general?
-Todos viajamos con las maletas llenas de grandezas y de miserias, pero cada uno tiene sus características buenas y malas. En el nuestro la envidia está en el pedestal de las malas. Esto no lo veo en Francia o Inglaterra. Hay gente así pero no es general, hay otros problemas.
-Rodaron en las copias de Altamira, pero pudiendo no quiso ir a la original.
-Sí, es verdad. Me pareció que hay gente que lo merece más que yo, sobre todo dentro de la comunidad científica, que viven de eso. ¿Y de pronto va a ir Banderas allí el primero? No, eso no podía ser. Habría sido algo muy feo.
-¿Por dónde anda ahora? Ya no sabemos ni dónde vive.
-Ni yo (se ríe). Soy un ciudadano del mundo. Ahora estoy más en Londres (por los cursos de diseño), también en Estados Unidos por las niñas, y por aquí con proyectos ligados al teatro.
-Hablando de Estados Unidos, se han puesto las cosas feas con Trump.
-Feas y peligrosas. Pero creo que lo van a parar porque se ha creado muchos enemigos. No obstante, es peligroso porque es una señal de los votantes, algo así como «estamos hartos de vosotros y ahí tenéis aCicciolina. Vamos a ensuciar esto». En realidad, es un pataleo.
-Le echó un par de redaños con esto.
-A veces no queda otra. Hay causas en las que prefiero no meterme, pero cuando el tío dice «todos los mexicanos son unos violadores y unos criminales»... Es que yo he tenido mujeres trabajando en mi casa que se dejan la piel para que sus hijos puedan ir a la Universidad. Por favor... Hay gente en el Tribunal Supremo, son médicos, arquitectos, ganan Oscar... ¿Cómo puede decir eso?
-Pues por aquí la cosa también está peliaguda.
-Un poco liada sí que la veo, sí. Mi apuesta personal es olvidarnos un poco. Asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos y votar, pero observar. Es que parece que no pudiéramos vivir sin los políticos. Pues no, se puede leer un libro, ver películas, tomarse un aperitivo... Los políticos nos han hecho creer que sin ellos no hay felicidad, y no es verdad porque es muy difícil administrar un país, muy difícil. Hay demasiados intereses creados alrededor.