Las palabras con las que Alejo Carpentier introdujo al autor de La comparsa ante el público que se congregó para escuchar su música el 21 de junio de 1928 en la sala Gaveau, de París, constituyen la principal novedad de la tercera edición del libro El arte musical de Ernesto Lecuona.
“Siempre se habló de ese hecho, pero nadie sabía a ciencia cierta qué había dicho Carpentier sobre su compatriota en un evento tan significativo”, explicó Jesús Gómez Cairo, a cargo de la selección de textos y el prólogo de un volumen esta vez editado por el Museo Nacional de la Música, institución que dirige.
“En los fondos que atesora la Fundación Alejo Carpentier aparecieron esos papeles y gracias a la gentileza de su presidenta, la doctora Graziella Pogolotti, los publicamos ahora por primera vez”, expresó el musicólogo.
Quien por entonces despuntaba como uno de los intelectuales de mayor relieve de su tiempo, advirtió al público parisino que escucharía composiciones “llenas de ritmos que resultarán nuevos para los oídos europeos” y señaló que las danzas lecuonianas, “rebosantes de cadencias tropicales, traducen el espíritu mismo de todo un sector de música popular que llega en la actualidad, en nuestro país, a un estado de evidente plenitud.”
Otro aporte a la edición, presentada en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso justo en la sala que con su nombre honra al músico, es la discografía legada por Lecuona, tanto en grabaciones propias como en las versiones que otros intérpretes registraron de su obra.
Para cumplir con esa tarea, su responsable, el investigador José Reyes Fortún lidió por décadas con archivos y fonotecas y se ganó la confianza de coleccionistas que abrieron sus arcas, entre ellos Orlando Martínez, quien fue uno de los más cercanos amigos de Lecuona.
Aclaró Reyes Fortún que se trata de un catálogo abierto, puesto que las creaciones de Lecuona siguen vivas en numerosos intérpretes de Cuba y el mundo, y que solo incluye el soporte discográfico propiamente dicho; habría que estudiar los rollos de pianola, discos metálicos perforados y carretes de alambre de acero que contienen su obra, y de cara al futuro, la producción audiovisual.
El editor jefe del Museo Nacional de la Música, Radamés Giro, destacó la restitución de los valores de la entrega inicial de 1995, los cuales habían sido disminuidos en la segunda edición del 2005, y resaltó la actual contribución como parte del Programa de Rescate, Plasmación y Difusión del Patrimonio Musical Cubano.
Uno de los autores del libro, el doctor Pedro Simón, director del Museo de la Danza, dijo que los vínculos de Lecuona con esa manifestación artística son inagotables como su obra misma y exhortó a los jóvenes investigadores a profundizar y descubrir nuevas facetas en el músico.
La apertura del tomo, escrita por Gómez Cairo, aborda desde una visión integradora las huellas de Lecuona en la cultura musical cubana y universal. Le siguen estudios sobre sus canciones (Hilario González), el teatro musical (José Ruiz Elcoro), la pianística (Ana Luisa Tamayo), el ya referido acerca de la danza, y una sección de testimonios recogidos por la periodista Alina Méndez.
Entre estos últimos se hallan el de Alicia Alonso —“Lecuona supo expresar importantes rasgos de nuestra idiosincrasia espiritual”— y el de Chucho Valdés: “Él tiene que ver con la música cubana de todos los tiempos y todas las tendencias; marcó una pauta en la música afrocubana que después siguieron muchos compositores, sobre todo en el aspecto de la identidad”.
La presentación del libro culminó con la ejecución de obras para piano del maestro, a cargo de Franco Rivero, que cuenta en su haber con la grabación integral del repertorio para ese instrumento, y de canciones en la voz del tenor Bernardo Lichilín, quien dio una elocuente muestra de ductilidad interpretativa y comprensión estilística.