Por Juan Dufflar Amel
Todo falsedad e hipocresía fue lo manifestado por la jefa de la diplomacia de Estados Unidos, Hillary Clinton, al desear “encantada” a los musulmanes un “pacifico” y “alegre” Eid al Fitr, los festejos por el fin del Ramadán, mes sagrado observado por millones de creyentes en el mundo islámico.
En su edulcorado mensaje, la secretaria de Estado, anfitriona cada año de una cena en Washington para celebrar esa fecha, señaló sin ruborizarse y en tono piadoso que “en tiempos de cambios e incertidumbre, la celebración de estos valores comunes nos reúne”. También hizo hincapié en la importancia de una “mayor cooperación y entendimiento intercultural”.
¿Qué valores comunes pueden tener los pueblos de confesión islámica con la política exterior que el Gobierno de Estados Unidos practica contra ellos, signada por la subversión y las guerras de ocupación, destrucción y rapiña, negadoras de los valores representados por los preceptos del Islam, que rigen el mes sagrado del Ramadán, uno de los pilares de esa religión?
¿Cómo es posible entonces que la belicista Hillary invoque principios establecidos en el Corán -libro sagrado de los musulmanes- para desearles “Eid Mubarak” (Felices fiestas), cuando los bombardeos y las armas del Pentágono y de la OTAN han aniquilado a millones de inocentes seguidores de la prédica del profeta Mahoma?
Mientras la Clinton se recreaba con sus aseveraciones, en cientos de miles de hogares de ciudadanos iraquíes, afganos, palestinos, libios, paquistaníes o sirios, el luto, el dolor y la desolación les impidieron disfrutar de la paz, la fraternidad y las festividades que acompañan al Eid Al Fiar, en las que muchos niños de esos pueblos se quedaron sin las tradicionales golosinas y regalos y miles de tumbas sin flores.
Su alocución fue una ofensa a las madres que perdieron a sus hijos, a los hijos que perdieron a sus padres, a los que fueron calcinados o mutilados por las bombas de uranio empobrecido, a los torturados de Abugharib, a los que fueron ejecutados sumariamente, a los prisioneros en la base naval de Guantánamo, a los asesinados en Libia y Siria por las bandas terroristas amparadas y pertrechadas por Estados Unidos.
Ignorante de sus ancestrales culturas, creencia, costumbres y tradiciones, la Sra. Clinton, representante de la mayor potencia imperialista en el mundo, no es capaz de valorar en toda su dimensión humana lo que para los musulmanes representa el Ramadán.
La práctica del ayuno, la oración, la abstinencia, la caridad, o la visita a La Meca, deben antojárseles simples ritos, por lo que festinadamente solo exaltó de ellos la celebración festiva.
Qué otra cosa puede esperarse de quien ahora recorre vertiginosamente el Oriente Medio y las capitales de Europa, Asia y África, en busca de apoyo internacional para tratar de aplicar en Siria y en Irán la misma fórmula que devastó a Irak, Afganistán y Libia, para imponerles un régimen de “libertad y democracia” occidental, anegado en sangre y sumido en la extrema violencia.
Periódico Ahora, Holguín