No es elegante criticar a alguien que acaba de morir, pero viendo los mensajes de jefes de Estado de todo el mundo exaltando la supuesta valentía del recién fallecido gobernante cubano Fidel Castro, hay que decir la verdad: Castro fue todo menos un valiente. Por el contrario, fue un cobarde.
En primer lugar, fue un cobarde porque no permitió una elección libre en 57 años, desde que asumió el poder en 1959. Sólo alguien que tiene miedo de perder no se anima a medirse con otros en elecciones libres.
En segundo lugar, Castro fue un cobarde porque nunca permitió un solo periódico independiente, o estación de radio o televisión no gubernamentales. Sus críticos ni siquiera tenían acceso a los canales oficiales. Era como si no existieran.
Castro daba la enorme mayoría de sus entrevistas a periodistas, modelos o figuras deportivas que le rendían pleitesía. Y las pocas entrevistas que dio a los periodistas serios fueron monólogos, en los que él hablaba todo el tiempo.
Recuerdo que a finales de la década de 1980, cuando le pedí al premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez que intercediera por mí para pedirle una entrevista con Castro, se rió y me dijo: "¿Para qué quieres una entrevista con Fidel? El nunca dice algo en una entrevista que no haya dicho en uno de sus discursos de cinco horas".
El temor de Castro de perder su imagen omnipresente de Máximo Líder era tal que había prohibido a los medios hablar sobre su vida privada. Tenía que ser retratado como un semidios que había sacrificado su vida para el bien público. Durante décadas, el nombre de su esposa y sus hijos fueron un secreto de Estado.
En un viaje a Cuba a principios de la década de 1990, un periodista del diario Juventud Rebelde de la juventud comunista me dijo que había sido reprendido por su jefe por tratar de publicar una foto de Castro comiendo en una cena. El comandante nunca podría ser mostrado comiendo, me dijo el periodista.
Incluso las circunstancias de la muerte de Castro pueden haber sido un montaje gubernamental: los medios oficiales cubanos dicen que murió el 25 de noviembre, que es el mismo día en que Castro y sus guerrilleros salieron del puerto mexicano de Veracruz en el yate Granma en 1955 para iniciar su insurrección armada en Cuba.
Nota de la Redacción: este artículo ha sido publicado previamente en el diario El Nuevo Herald. Lo reproducimos con la autorización del autor.
¿Habrán trucado la fecha de su muerte para mostrarla como un viaje heroico hacia el más allá, que coincide con la fecha del inicio de su gesta revolucionaria hace seis décadas?
Tercero, Castro fue un cobarde porque no permitió ningún partido político independiente. Segun la Constitución cubana redactada por Castro, sólo el Partido Comunista –que él presidió durante décadas– está permitido en la Isla.
Castro usó el embargo comercial estadounidense como una excusa para prohibir partidos políticos independientes o libertad de reunión. Incluso después de que entregó la presidencia a su hermano Raúl, aunque siguió siendo una poderosa figura detrás de bambalinas, el régimen cubano intensificó la represión a los oposición pacífica a pesar de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba que inició el presidente Obama en 2014.
Según la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Cuba, un grupo no oficial, los arrestos políticos documentados se han disparado de 6.424 en 2013 a 9.125 en lo que va de este año.
En cuarto lugar, Castro fue un cobarde porque nunca permitió a las instituciones financieras internacionales monitorear o verificar las alegres estadísticas económicas de su Gobierno.
Castro se jactaba de que Cuba redujo la pobreza y mejoró la salud y la educación, y gran parte de la prensa internacional se lo creyó sin cuestionamientos. Pero a diferencia de la mayoría de los países, Castro nunca permitió que el Banco Mundial u otras instituciones internacionales creíbles realizaran estudios independientes en la Isla.
Se jactaba de los avances educativos de Cuba, pero nunca permitió que Cuba participara en las pruebas del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA). De hecho, muchos estudios demuestran que otros países como Costa Rica hicieron más progreso social que Cuba, sin pagar el precio de ejecuciones masivas, encarcelamientos y exilios.
En quinto lugar, Castro nunca permitió a organizaciones internacionales de derechos humanos llevar a cabo investigaciones in situ sobre los abusos contra los derechos humanos. Según el grupo de investigación Cuba Archive, Castro fue responsable de 3.117 casos documentados de ejecuciones y 1.162 casos de ejecuciones extrajudiciales. En cualquier otro país, habría sido declarado un criminal de guerra.
Lo siento, pero no me impresiona para nada la narrativa convencional de que Castro fue un valiente revolucionario que desafió a 10 presidentes de Estados Unidos y sobrevivió a innumerables intentos de asesinato.
Los líderes valientes son aquellos que tienen el valor de competir con otros en elecciones libres. Castro era un cobarde que nunca se atrevió a permitir que su gente ejerciera sus derechos básicos, y que condenó su Isla a la miseria.
Su muerte tendría que ser un recordatorio de que no hay tal cosa como un dictador bueno. Ya se trate de un autócrata derechista como Augusto Pinochet o de un izquierdista como Castro, todos los dictadores son malos y, en el fondo, cobardes.
Nota de la Redacción: este artículoha sido publicado previamente en el diario El Nuevo Herald.
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Muerto Fidel Castro, tibio todavía su cadáver, surgen varias preguntas urgentes. ¿Cómo fue posible el castrismo? ¿Por qué Cuba se convirtió en la única dictadura comunista de América Latina? ¿Cuál era la esencia de un régimen que ha durado más de cinco décadas, convirtiéndose en la dictadura más larga de la historia de América Latina? ¿Habrá un castrismo sin Castro?
Como resulta inevitable, para entender este excéntrico fenómeno es preciso remitirse a la historia republicana. Fidel Castro ni cayó del cielo ni ascendió desde el infierno. Fue el producto de ciertas ideas y actitudes que existían en la Cuba de sus años formativos. Lo parió el país, porque la tierra había sido previamente cultivada para dar esos o parecidos frutos.
Nacido en 1926, a principios del gobierno del general Gerardo Machado, quien enseguida comenzó a mostrar su dureza y falta de respeto por los derechos humanos, el niño Castro creció entre los rumores de violencia que seguramente llegaban a su remota finca de Birán, en el oriente de Cuba. En 1933, finalmente, y tras cruentos enfrentamientos entre diversos grupos insurrectos, el dictador huyó del país.
¿Qué herencia política más visible dejaba este episodio? No era, ciertamente, el amor por la democracia y las libertades, sino el culto por la redentora violencia revolucionaria. La idea predominante en el país era que la justicia, la honradez y la prosperidad vendrían de la mano de unos revolucionarios armados con pistolas e iluminados por la voluntad de guiar al pueblo hacia un destino fulgurante.
A la espera del Mesías
Nadie, o muy poca gente, pensaba entonces en la importancia de las instituciones o en el Estado de derecho para enderezar el país. Se esperaba la llegada de un Mesías revolucionario. Se buscaba un líder salvador. Para algunos era Grau, para otros, Chibás o hasta Batista. Esa —el mesianismo— era una actitud muy generalizada en la sociedad cubana. Mala cosa para construir una democracia respetable. Pero junto a ella había otras creencias que comenzaron a abrirse paso rápidamente: el buen revolucionario no solía tener el menor respeto por la propiedad privada.
En los años 30, en Cuba y en todas partes, se extendió la creencia de que la pobreza de una parte sustancial de la sociedad se debía a los bienes que otros poseían. Lo que uno tenía siempre se lo había quitado a otro. El capitalismo era sustancialmente depredador. Eso no quiere decir que la sociedad suscribía la cosmovisión marxista, mucho más compleja y elaborada, sino que se había popularizado un juicio sumario contra la economía de mercado y el "Estado burgués". Ser revolucionario, pues, consistía en distribuir la riqueza existente entre los desposeídos.
A la incriminación general del capitalismo, en Cuba se añadía un componente internacional: quien con mayor avidez y codicia representaba esas fuerzas explotadoras era Estados Unidos, primer inversor extranjero en la Isla. Desde los años 20 se oye en Cuba, de manera creciente, el clamor contra el imperialismo yanqui en el terreno económico. Para algunos cubanos —tal vez para muchos— la tutela norteamericana era una forma humillante de injerencia. Otros, en cambio, la veían como una especie de seguro contra los impulsos autodestructivos de la clase dirigente.
Gánsters
El tercer ingrediente que nutre la cultura política que le da vida a Castro es el gansterismo político. Las organizaciones políticas surgidas al calor de la lucha contra Machado desovaron diversos grupos armados que se hacían la guerra en las calles, fundamentalmente, de La Habana. No fueron grandes matanzas —el total de muertos a lo largo de dos décadas no alcanzó el centenar—, pero imprimieron en la juventud, y muy especialmente en la que se asomaba a la política, una perniciosa admiración por los "muchachos del gatillo alegre", como los calificara un periodista de la época que tradujo del inglés el apelativo de la banda de Al Capone.
Había pandillas armadas en las universidades y en los sindicatos cubanos. Había ministros y senadores que se rodeaban de pandilleros. Todos los partidos políticos —incluidos los comunistas, naturalmente— tenían sus "hombres de acción", es decir, unos cuadros destacados que siempre estaban dispuestos a disparar o liarse a golpes contra adversarios de similar inclinación por la violencia.
Pero lo terrible es que todo esto sucedía en medio de una atmósfera de adulación y temor que embargaba a casi toda la ciudadanía. Los nombres de los jefes pandilleros se pronunciaban con respeto. Algunos de ellos aspiraban al Parlamento y alcanzaban actas de representantes o senadores. Fidel Castro, en su juventud, perteneció a una de esas pandillas y protagonizó hechos de sangre como parte de su esfuerzo por construirse una buena biografía. Un político, para triunfar en esa Cuba, antes que talento, decencia e ideas, debía exhibir una masa testicular abundante.
Ahí están los cuatro elementos clave de la atmósfera en que se cría y respira Fidel Castro: el mesianismo revolucionario, siempre trufado por el desprecio al Estado de derecho; la condena del capitalismo como un sistema explotador causante de graves iniquidades; el antiyanquismo, por esquilmar a los trabajadores cubanos y por las ofensivas injerencias en los asuntos internos de la Isla; y el culto por la violencia política, que siempre implica una estructura jerárquica basada en la intimidación del más débil por el más fuerte y audaz.
A este substrato general, Fidel Castro le agregó sus circunstancias particulares. Durante su bachillerato, que coincidió con la Segunda Guerra Mundial, lo educaron los jesuitas falangistas provenientes de la Guerra Civil española. El mensaje que estos sacerdotes traían no era muy divergente del de los revolucionarios cubanos: era antidemocrático, anticapitalista y antiyanqui. Eran los tiempos en que la España de Franco reivindicaba el resurgimiento de la Hispanidad como la respuesta latina y católica contra el grosero mundo anglosajón y protestante.
Tampoco era un mensaje que rechazara la violencia. Y todos estos valores y creencias se instalaban en una personalidad que desde la adolescencia mostraba los rasgos autoritarios y egocéntricos del tipo de psicopatología que los especialistas describen como "narcisista". Fidel era un narcisista de libro de texto pero, además, se sentía capaz de realizar las mayores hazañas y tenía la audacia para intentarlas. Eso formaba parte de su grandiosa autopercepción.
No es este el lugar de consignar la historia de la insurrección de Castro, mas debemos resumirla en un párrafo: en 1952, a pocos meses de unas elecciones en las que Fidel, por cierto, era candidato a congresista por un partido socialdemócrata, Fulgencio Batista da un golpe militar y derroca al presidente legítimo Carlos Prío Socarrás. A partir de ese momento, como ocurriera contra Machado 20 años antes, diversos grupos recurren a la violencia para tratar de desalojar del poder al dictador. Todos —y entre ellos el que crea y lidera Fidel Castro, el Movimiento 26 de Julio— prometen restaurar las libertades conculcadas y restablecer la democracia.
Finalmente, la noche del 31 de diciembre de 1958 Batista huye de Cuba y la oposición se apodera de los resortes del poder. Ocho días más tarde, Fidel Castro entra triunfalmente en La Habana al frente de sus guerrilleros barbudos. Su liderazgo se ha impuesto por encima de los demás grupos insurrectos.
¿Qué se propone hacer Castro? Públicamente, ha renegado del comunismo y prometido elecciones y democracia, pero secretamente ha decidido "hacer la revolución". Su radicalización ha sido progresiva desde el asalto al cuartel Moncada en 1953. En el exilio mexicano ha conocido al Che Guevara, quien viene del fallido episodio izquierdista del guatemalteco Jacobo Arbenz.
Su revolución
¿Qué es para Castro "hacer la revolución"? Sin duda, llevar hasta las últimas consecuencias las premisas que flotaban en el ambiente en que construyó su visión de la realidad política y social: si el capitalismo y la empresa privada eran nocivos, había que sustituirlos por el Estado-empresario. Si los norteamericanos eran unos explotadores que habían humillado a los cubanos durante décadas, había que echarlos del país y salir a combatirlos en todos los escenarios. Si la burguesía cubana era aliada de los yanquis, ¿qué otro trato merecía que la privación de sus bienes, la cárcel o el destierro? Si la política cubana había estado plagada por las desvergüenzas y la corrupción, lo correcto era imponer una sola y disciplinada voz: la de la revolución, es decir, la de él mismo auxiliado por un partido único.
¿Cómo podía calificarse Castro en el terreno ideológico? Era un revolucionario radical, anticapitalista y antiyanqui, dotado de temperamento y de ademanes fascistas. Solo que por ese camino, en medio de la Guerra Fría, se desembocaba en el comunismo y en el modelo soviético, porque solamente la URSS podía insuflar forma y sentido en la banda armada, desorganizada y caótica que había tomado el poder en Cuba, y servirle de guardaespaldas al régimen frente a Washington.
La reacción de los cubanos ante Castro fue de absoluto e ingenuo fervor. El Mesías revolucionario había llegado a salvarlos. Y como la ciudadanía no sentía demasiado respeto por las instituciones, ni entendía la esencia del Estado de derecho, porque vivía inmersa y anestesiada por la cultura revolucionaria, no parecen haber sido muchos los cubanos que se horrorizaron con los juicios sumarios tras los que se fusilaron a cientos de militares acusados de asesinatos y torturas al servicio de Batista.
También es posible que en esos años la mayoría del país apoyara la incautación de la prensa libre, la intervención de las escuelas privadas o la confiscación del aparato productivo, atropellos a las libertades acompañados por la arbitraria y muy populista reducción de los alquileres de las viviendas en un 50%, medida inmediatamente aplaudida. Era el preludio para luego confiscarlas.
Igual sucedió con el comercio importante y las grandes industrias. Todo sucedió vertiginosamente entre los años 1959 y 1960; y, aunque hubo oposición armada y alzamientos campesinos, la verdad es que la resistencia ante la apisonadora revolucionaria no fue masiva ni espectacular. Vivir en una cultura revolucionaria había debilitado los mecanismos defensivos de la sociedad cubana.
El grueso de la oposición más decidida prefirió huir que enfrentarse a Castro, aunque en el exilio unos 1.500 jóvenes, organizados por EEUU, lanzaron la fracasada invasión de Bahía de Cochinos. Prevalecía entonces la idea de que Washington no podía permitir la entronización de un satélite de Moscú a 90 millas de sus costas. Los marines pondrían orden en el alterado manicomio de siempre. Y lo más prudente parecía ser contemplar estos toros desde la barrera del exilio.
Pero, además de hacer la revolución en el terreno económico y político de acuerdo con el modelo leninista importado de Moscú, Fidel Castro le dio otro sentido parcialmente distinto a su Gobierno: desde el año 1959 se convirtió en el paladín de la causa comunista en el planeta. Organizó, financió y adiestró expediciones de insurrectos a medio planeta. Sentía la necesidad imperiosa de reproducirse. Su verdadero leit motiv era ese y no la transformación del país.
Su sueño consistía en que en cada rincón del mundo un pequeño grupo de guerrilleros armados desatara una revolución antiimperialista, antiyanqui, anticapitalista que repitiera su triunfo político. Su narcisismo lo impulsaba a tratar de influir en los destinos del planeta. No se resignaba a ser el abrumado administrador de una pequeña isla cañera del Caribe empeñada en cumplir con absurdos o quiméricos planes quinquenales. Castro quería ser Bolívar, Napoleón, Alejandro Magno.
Angola y Etiopía
Para realizarse, Castro necesitaba triunfar a escala planetaria, lo que le llevó a enviar a decenas de miles de soldados cubanos a las guerras de Angola y Etiopía durante más de 15 años, conflicto que supera en tiempo, y probablemente en bajas en combate, a las dos guerras de independencia que tuvo Cuba en el siglo XIX.
El comandante, en suma, acaba de morir tras una larga enfermedad que lo apartó del Gobierno desde 2006, pero su régimen comenzó a agonizar mucho antes, en el momento en que Gorbachov desató la perestroika, agravándose después, en 1989, con la caída del muro de Berlín, antesala de la desaparición del Bloque del Este, la disolución de la Unión Soviética y total descrédito del marxismo como referencia teórica.
¿Cómo resistió Castro este cataclismo? Al margen de la ayuda masiva otorgada por Hugo Chávez, la revolución ha resistido por el mismo procedimiento que Corea del Norte: no cediendo un milímetro de poder y no permitiendo la menor disensión en las filas del poder. ¿Podrá Raúl Castro mantener el mismo rumbo? Supongo que solo por cierto tiempo. El mesianismo no es transferible y la desmoralización ideológica de la clase dirigente es total.
Por otra parte, la cultura política que Castro lega es totalmente diferente a la que él recibió. Con Fidel Castro ha muerto más que un líder. La cultura revolucionaria también ha llegado a su fin en Cuba. Esto le abre las puertas a un futuro esperanzador para todos los cubanos.
Playa Girón se relaciona con los temas más importantes del siglo XX como el asesinato de John y Robert Kennedy; la Crisis de los cohetes, la alianza de Churchill y Truman, Hiroshima y Nagasaki, la CIA, el anticomunismo, la Guerra Fría, el Maccartismo, el neoliberalismo, el auge del complejo militar-industrial
El general Lauris Norstad, jefe de las Fuerzas Aliadas en Europa, consideró que “la Bahía de Cochinos es la peor derrota de Estados Unidos desde la Guerra de 1812”. El jefe de la OTAN analizó así el fracaso del gobierno de Estados Unidos en Playa Girón.
La Guerra de1812, librada y perdida por EE.UU. contra Canadá, fue el primer intento de expansión de las 13 colonias que constituyeron la nación en 1776. Liberados del colonialismo algunos de sus fundadores se proclamaron escogidos por Dios para guiar al resto del mundo y expandirse hacia el oeste y el sur.
Playa Girón se relaciona con los temas más importantes del siglo XX como el asesinato de John y Robert Kennedy; la Crisis de los cohetes, la alianza de Churchill y Truman, Hiroshima y Nagasaki, la CIA, el anticomunismo, la Guerra Fría, el Maccartismo, el neoliberalismo, el auge del complejo militar-industrial. Está también concatenada la Bahía de Cochinos con la guerra de Viet Nam, las del Medio Oriente (Palestina, Iraq, Siria) Afganistán, Ucrania y la misteriosa muerte repentina de Franklyn D. Roosevelt por las opiniones del finado presidente respecto al uso de la bomba atómica, el establecimiento del Estado de Israel y sobre el propio Churchill.
Nixon se declaró consternado al descubrirse su complicidad en el registro realizado por los “plomeros” en el local del Partido Demócrata en el edificio Watergate que el entonces presidente dijo actualizaba la cuestión de Bahía de Cochinos (The whole Bay of Pigs thing).
Bienvenido Pérez Salazar vivió intensamente los días de Playa Girón junto a Fidel Castro; estaba tan habituado a que le llamasen Chicho que no respondería si le llamaban por su nombre. Bienvenido era jefe del grupo de la escolta personal de Fidel y estaba de guardia cerca de él, en el edificio de la calle 11, en el Vedado habanero, donde vivía el Jefe del Gobierno. La noche del 16 al 17 de abril el Comandante en Jefe se había recostado para dormir algo, pues no lo había hecho desde el ataque aéreo al alba del 15 de abril en los aeropuertos de San Antonio, Ciudad Libertad y Santiago de Cuba. Había estado entregado a labores del sepelio de las víctimas y al discurso en que proclamó el carácter socialista de la Revolución.
La quietud era general y de pronto, cerca de la medianoche, Fidel se levantó y comenzó a pedir llamadas telefónicas a distintos jefes militares del país, daba largos pasos de un lado a otro del pasillo y decía: Ya desembarcaron y por donde me lo suponía Vamos a aplastarlos.
“Caminaba y apoyaba las manos en la pared como si se balanceara de un lado a otro del pasillo, mientras recitaba versos del Himno Nacional. De repente se paró y gritó muy fuerte: ¡Viva Cuba Libre!, hizo un ademán de manos y dijo: ‘Vámonos…’ Bajó a grandes zancadas la escalera, se detuvo unos instantes en la acera y repitió: Los vamos a aplastar”. (1)
Fidel montó en uno de los asientos del Odsmobile negro del año 1960 que usaba. En el asiento delantero se acomodó su ayudante personal, el capitán Alfredo Gamonal, quien poco antes trabajaba en la tienda La Sortija de la calle Monte. Al timón estaba Jesús López Monteavaro y el resto de la escolta se distribuyó entre este automóvil y otros dos. Tomaron la calle 12 y se dirigieron a 36, en Kohly, Nuevo Vedado, donde estaba situado el Estado Mayor conocido como Punto Uno. Allí su jefe, el Comandante Sergio del Valle, secundó a Fidel para organizar rápidamente las compañías, los batallones y los jefes que repelerían la invasión.
El Comandante en Jefe comprobó, conectándose con el Central Australia a las 03:29, que el golpe principal era el desembarco de tropas en Playa Larga y Playa Girón, en la Bahía de Cochinos, Península de Zapata, Matanzas, donde ya se combatía. Ordenó al batalllón 339 que avanzase hasta Playa Larga desde el central Australia, y a la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas con su director, el capitán José R. Fernández, salir hacia Playa Larga y Aguada de Pasajeros y tomar Pálpite e impedir que formaran una cabeza de playa, que es un objetivo estratégico; al batallón de milicias de Matanzas le orienta avanzar urgente hacia Jovellanos.
Fidel alistó la Columna especial No 1, José Martí, en Cojímar, organizada por él mismo. Había puesto al frente a los oficiales Haroldo Ferrer y Leopoldo Cintra Frías, jefes de la Infantería y la artillería, respectivamente. Alertó a los batallones de reserva y mantuvo una columna en el Central Covadonga, hacia donde envía una batería antitanque, otra a Girón y otra a la columna de Cayo Ramona; mueve morteros 120 sobre Girón.
El desembarco se produjo en un lugar muy difícil de recuperar, pues las carreteras de acceso tienen que atravesar varios kilómetros de ciénaga sin posibilidad de maniobra militar alguna. Los invasores lanzaron tres pelotones de paracaidistas en los pantanos cenagosos; trataban de cerrar las rutas entre Playa Larga y el Australia, pero la resistencia de los milicianos prácticamente los aniquila.
Fidel mantuvo contactos siempre con el comandante Raúl Castro, que estaba al frente de la defensa en las provincias orientales; los comandantes Juan Almeida y Ernesto Che Guevara, en las centrales y Pinar del Río. A Almeida le orienta enviar varios batallones de tropas al este de Girón para cercar al enemigo. Ordenó al capitán Osmani Cienfuegos, jefe del sector 4 de la defensa de La Habana, que comprendía toda la costa norte hasta el Mariel, tener listos a todos los batallones de su sector para salir de operaciones. Sitúa al sur, hacia Pinar del Rio, a Universo Sanchez y 4 baterías antitanques.
LA PREPARACIÓN MILITAR Y POLITICA DE LA INVASIÓN
El Volumen X del FRUS (Foreign Relations of the United Status) sobre Cuba (1961-1962) publicado por el Departamento de Estado, junto con el Volumen VI del Departamento de Estado del período 1958-1960, contienen mucha de la agresiva y reveladora cara norteamericana de este proceso, presentada como una quimera cubana. Los planes de la CIA para aplastar a la Revolución tenían como eje principal el asesinato de Fidel. Richard Bissell, subdirector de la CIA, muy ligado al director Allen Dulles, citó la mañana del 18 de agosto de 1960 al coronel Sheffield Edwards, director de la Oficina de Seguridad de la Agencia. Bissell dijo a Edwars que tenía instrucciones expresas de Dulles de acabar con el líder cubano. La decisión había sido aprobada por Eisenhower.
Los detalles están contenidos desde 1975 en un informe del Comité Especial del Senado de Estados Unidos, dirigido por el senador Frank Church‚ donde se expresa que "en agosto de 1960 la CIA contactó para matar a Fidel Castro a los jefes mafiosos John Roselli, Santos Trafficante y Sam Biancana para dirigir el proyecto y como infalible arma varios planes de asesinato. La revista U. S. News and World Report incitaba a actuar con rapidez, pues la Revolución Cubana “se fortalece cada día que pasa”. Un objetivo paralelo de Dulles era obligar a Cuba a recurrir al campo socialista para que ese acercamiento “justificase” medidas punitivas. Todo parecía previsto en los planes. Antes del desembarco estaba señalada una preparación táctica aérea para destruir o neutralizar todos los aparatos y navíos aéreos en los aeropuertos cubanos.... “la fuerza invasora el día D-1 mientras esté en combate tendrá como misión principal defender una pequeña área (cabeza de playa) que bajo ideales condiciones incluirá un aeropuerto y acceso por mar para el apoyo logístico. Los planes debían prever que pudiesen recibir abastecimientos desde el aire. Si no ocurre como previsto, en la cabeza de playa debe establecerse un gobierno provisional que pueda ser reconocido por Estados Unidos y probablemente por otros Estados Americanos y brindarle abierta asistencia militar. El camino estará entonces pavimentado para una intervención militar de Estados Unidos que dará como resultado el derrocamiento del gobierno de Castro”
AHÍ VA FIDEL. AHI VA EL HOMBRE
El Comandante en Jefe continuó todo el tiempo dando instrucciones por teléfono y comprobando si eran cumplidas. Su objetivo fue poner el desembarco fuera de combate antes de que transcurrieran 72 horas, para impedir que los invasores organizados, financiados y armados por la CIA, pudiesen reclamar la intervención directa de las fuerzas armadas de Estados Unidos.
A las 3:00 p.m. partieron con Fidel hacia el frente de combate los comandantes Flavio Bravo y René Vallejo, los capitanes Gamonal y Eugenio Teruel, ayudante de Raúl Castro, y miembros de la escolta. En el trayecto hacia Zapata, el pueblo entero estaba movilizado, cada vez que alguien alcanzaba ver al comandante en Jefe dentro del vehiculo gritaban “Ahí va Fidel. Mira, ahí va el hombre.”(2)
El primero que lo veía, desde una parada de ómnibus, desde una esquina, desde cualquier parte, lo anunciaba con el afán de que otros pudieran verlo y la frase se repetía incansablemente. ¡Ahí va Fidel! Ver al Comandante en zafarrancho infundía al pueblo valor y nuevos bríos. Cerca de las 4:00 p.m llegaron al Central Australia, donde Fernández había instalado un puesto de mando. Le informa que aviones enemigos con insignias cubanas en su fuselaje engañaron a nuestras tropas: hacían señales de amistad con las alas y les ametrallaban infringiendo grandes bajas. Fidel informa que vienen refuerzos, reorganiza el combate en Playa Larga que aun no había podido ser recuperada y sigue adelante.
Orientó a las fuerzas aéreas organizar dos escuadras con dos Sea Fury y un B-26 y un T-33 a chorro. Pregunta sobre la escuadrilla y le comunican que está al mando del capitán piloto Enrique Carreras. Se lo ponen al teléfono. Carreras recordó después en varias entrevistas que Fidel los visitaba mucho días antes de los ataques y les advirtió que los pocos aparatos de combate que teníamos debíamos cuidarlos mucho, dispersarlos bastante para evitar que si nos atacaban, como seguramente iba a ocurrir, los destruyesen todos. El único modo de salvar algunos aparatos era ese. Y así evitaron que los aniquilasen como creyeron los jefes del Pentágono que había ocurrido. Salvaron esos pocos aparatos y fueron decisivos en los combates.
Pidió a Carreras que atacase los barcos y éste enfiló al Houston, repleto de tropas y suministros bélicos; el fuego antiaéreo fue una cosa de locura, docenas de ametralladoras y cañones vomitaban metralla hacia arriba. Carreras disparó los cohetes y para su sorpresa hizo blanco en el barco y fue hundido. Averió otro y abatió un avión B-26.
Fidel insistía en que lo principal no era atacar a los invasores sino hundir los barcos que los transportaban. En ellos estaban los refuerzos, el equipamiento militar y los suministros en alimentos y materiales que les permitirían sobrevivir.
El derroche de coraje del pueblo, la dirección, el contacto directo y las órdenes de Fidel, en especial sus extenuantes pero exitosos afanes para lograr la victoria total en menos de 72 horas, evitaron la intervención directa de Estados Unidos.
(1) Elvin Fontaine Ortiz. Fidel Desde el punto Uno a Playa Girón. Editorial de Ciencias Sociales, 2014. La Habana, p.56
Qué otra cosa podríamos esperar del mamarracho de Andrés Oppenheimer ????
Se acuerdan de su famoso libro "La hora final de Castro" donde pronosticaba, allá por el año 1993, la "inminente" caída de Fidel ???
Su "obra" que supera las 400 páginas la tengo en mi biblioteca. Porque para identificar y conocer bien al enemigo hay que escucharlo y leerlo.
Lo cierto es que todos estos payasos se llenan los bolsillos escribiendo pura basura.
Viven del Imperio y para el Imperio.
Simples soretes que solo pueden engañar a aquellos que viven desinformados o se limitan y conforman con recibir "noticias" masticadas, procesadas y de oscuro y desacreditado orígen.
Siempre creí que andrés openheimer era un idiota, pero nunca me imaginé que fuera para tanto....Esto sucede con las personas miamenses, se convierten en chip, podezitos esclavachos...No se dan cuenta que son todo eso que proyectan en los demás.