Este 2016 cierra con cifras escalofriantes de asesinatos, tiroteos y masacres, en medio de un ambiente de enajenación social, donde el uso indiscriminado de las armas de fuego parece reverdecer los viejos tiempos del lejano oeste, tan difundido por Hollywood y la maquinaria propagandística estadounidense.
Según cálculos conservadores, diariamente 27 personas son tiroteadas en Estados Unidos y los homicidios provocados por armas de fuego ya son tan comunes como las pérdidas humanas por accidentes de tránsito.
El tema del descontrol en el uso de las armas de fuego en este país y sus nefastas consecuencias en la sociedad norteamericana hace rato alcanzó carácter de pandemia, que no solo se asocia con el terrorismo, sino con un elevado nivel de delincuencia, inseguridad ciudadana y miedo.
En el primer semestre de este año, la cifra de muertes a consecuencia del uso de armas de fuego ascendió a 156, lo que mantiene casi idénticos los números registrados en 2015, que cerró con 372 tiroteos masivos y 367 víctimas fatales.
En la recién concluida campaña electoral por la presidencia,
demócratas y republicanos se enfrentaron en el tema de establecer controles más férreos en el uso de armas automáticas de alto poder de fuego y en particular, en si se debe o no restringir el derecho a comprar armas a individuos con antecedentes criminales o vinculados a hechos calificados como terroristas.
Lo peligroso -mirando al futuro-, es que el presidente electo, Donald Trump, contó con el apoyo de la Asociación Nacional del Rifle, y defiende enconadamente se mantenga la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que otorga el derecho a la posesión de armas de fuego.
Hace más de 20 años que el Congreso estadounidense no aprueba leyes que limiten el uso de las armas, a pesar de los esfuerzos de grupos que se oponen a la indiscriminada proliferación de estas en todos los estamentos de la sociedad.
Durante su administración, el presidente Barack Obama firmó 23 decretos, que podrían ser derogados por Trump si se materializan sus promesas de campaña.
NIÑOS Y VIOLENCIA
Los niños también están involucrados con historias de violencia, sexo, maltratos y abandono en las instalaciones del sistema escolar, una situación que se torna cada vez más grave.
A pesar del largo historial que acumula la nación norteña de
vejaciones a los derechos y a la seguridad de los menores de edad, sus líderes no se adscriben a la Convención de los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989.
En el país que se autoproclama como 'paladín de los derechos
humanos', no existe la más mínima seguridad para sus niños, expuestos a una zona perturbada de la sociedad por la influencia de la violencia en los medios de divulgación, el uso indiscriminado de las armas de fuego, el abuso ilegal de las drogas y una agresividad explícita en las relaciones entre colegiales y educadores.
Muchos coinciden en que Estados Unidos es líder mundial de violencia en las escuelas. Un estudio federal realizado en 2008 arrojó que casi nueve de cada 10 escuelas públicas reportaron al menos un incidente violento y más de la mitad de ellas tuvieron un mínimo de 20.
Según ese informe emitido por el propio gobierno estadounidense, un millón 700 mil niños estuvieron en algún momento bajo amenaza de muerte en el curso académico analizado.
Solo entre 2008 y 2009 se reportaron cinco mil 574 niños y
adolescentes muertos como consecuencia del uso de armas de fuego, una cifra que supera incluso la cantidad de bajas militares en recientes conflictos armados.
Pero la violencia va más allá de las agresiones y la muerte,
principalmente a manos de los propios educadores, involucrados en episodios de abusos físicos, sexuales y psicológicos contra
los menores.
Estas realidades ponen en peligro la supervivencia de los
niños y adolescentes en una sociedad primermundista, donde se
privilegian las ganancias de los vendedores de armas y se amparan los traficantes de drogas, por encima de los derechos vitales de la infancia.
Llama la atención la irónica dicotomía que se vive en Estados Unidos, donde se prohíbe a los menores de 18 años comprar cigarrillos y bebidas alcohólicas, y a la vez se les envía a combatir en cuanta guerra se inventen los jerarcas del Pentágono.
VIOLENCIA POLICIAL
Las últimas cifras registradas a mediados de este año, situaban en cerca de 600 las víctimas civiles a manos de la policía estadounidense.
Entre esas personas muertas, 124 personas padecían de enfermedades mentales, 123 eran afroamericanos, y el siete por ciento de los fallecidos -35- fueron baleados por los agentes del orden pese a estar desarmados.
Según las estadísticas del primer semestre de 2016, entre los muertos a manos de la policía, 79 eran de origen hispano (16 por ciento), 23 de otras procedencias (cinco por ciento) y 46 de procedencia no determinada.
También destaca que 204 de las muertes se produjeron en personas de 30 a 44 años (40 por ciento), y 165 en ciudadanos que sus edades oscilaban entre los 18 y los 29 años.
PANDEMIA INDETENIBLE
Especialistas en el tema siguen con detenimiento el incremento de la violencia en algunas ciudades como Detroit, en el estado de Michigan; Nueva Orleans, en Louisiana, y Miami, en Florida. En el caso particular de la sureña ciudad de Miami, desde 2007 presenta en promedio una tasa anual de homicidios de 16 por cada 100 mil habitantes, según un estudio de la Escuela de Derecho del Miami-Dade College (MDC), que compara esta cifra con la tasa anual nacional de 4,5 por cada 100 mil personas.
Según el MDC, el promedio anual de jóvenes muertos en Miami oscila entre 6,0 y 8,3 por ciento, y aunque el 90 por ciento de estos crímenes ocurre entre mayores de 18 años, la tasa es el doble del promedio nacional.
Miami alcanzó un récord de homicidios de 13,96 por cada 100 mil habitantes en 2004, y tres años después -en 2007- llegó a 19,73.
¿Hasta dónde llegarán los índices de violencia en Estados
Unidos?, nadie lo sabe, casualmente en el país que pretende dar lecciones de derechos humanos y civilidad al resto del mundo, pero donde impera la intimidación y el terror de vivir en una sociedad insegura, y en la cual, sin dudas, las armas de fuego mandan.
*Periodista de la Redacción Norteamérica de Prensa Latina.