En éste polo turístico que es hoy esa villa boyacense llegamos con el propósito de indagar sobre los recuerdos que dejó el bogotano en lo que fue el antiguo Hotel Doña Emperatriz Roncancio, con fachada a la Plaza Mayor, donde el célebre personaje escribió 'El maestro de escuela' y 'Aura o las violetas', sus obras cumbres.
La Colombia de hoy nos hizo poner los pies sobre la tierra: Su merced -nos dijeron-, esta es una residencia privada de descanso, que pertenece a la familia Gaviria y aquí no se le da acceso a la prensa por ningún motivo.
En pocas palabras, aquella empleada de la servidumbre de unos 40 años, con rasgos indígenas, de aspecto noble, pero severo y quien a todas luces se identificó con un nombre falso, sólo entreabrió el gran portón verde, con el eco de los ladridos de un pastor alemán como escolta, y despidió al periodista sin más miramientos.
Qué pena Señor, pero no lo puedo atender más, pues debo continuar mi trabajo. Así concluyó aquel breve diálogo, después que un agente de tránsito nos alertara de que sí, que allí sí había personas dentro; y así fue que levantamos par de veces con sorprendentes estruendos una gran aldaba ubicada en el pórtico de la entrada.
De ese intento de visita al lugar sólo pudimos sacar en claro que, excepto la placa de la fachada, colocada por la Asociación de Escritores de Colombia, que hace constar que allí residió el escritor, nada queda de sus recuerdos en el interior del inmueble, según la persona que nos 'atendió'.
Quedó de esa manera frustrado un sueño de conocer algo más del fecundo entorno de la vida del primer escritor que leí en mi vida, que insuflaba en adolescentes el atractivo de descubrir en las letras el sentido del erotismo y los asuntos del amor y el sexo, además de la hombría, la vida mundana y de su admiración por el Libertador Simón Bolívar.
Vargas Vila (23 de junio de 1860, Bogotá-23 de mayo de 1933, Barcelona, España) resultó ser en sus 72 años de vida una de las personalidades más controversiales de la vida política de la Nueva Granada.
Uno de los tantos dictadores que ha tenido esta nación andina dijo en su época que había que descontaminar a Colombia de vargasvilismos.
Varias biografías publicadas sobre su existencia lo ubican indistintamente como liberal radical, anarquista, existencialista, panfletario, anticlerical y contrario a las ideas conservadoras y a la política imperialista de Estados Unidos.
Autodidacta, maestro, periodista, diplomático y activista político, fue víctima de la jerarquía de la moral en Colombia, que prohibió la venta de sus libros, por estar sus textos influenciados por un ateísmo a ultranza y, excomulgado por la iglesia, se decía que su obra era considerada una defensa al pecado.
Así, poco se ha escrito y recordado de sus actividades vinculadas a la llamada Revolución Legalista en Venezuela de Joaquín Crespo (1892) y con otros procesos nacionalistas de Ecuador y Nicaragua.
Tampoco de su vida se ha divulgado apenas sus relaciones de amistad con el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí; el presidente e intelectual ecuatoriano Eloy Alfaro y el poeta nicaragüense Rubén Darío.
Su vida de escritor fue altamente fecunda, tanto en su tierra, como en varios países donde residió temporalmente en Latinoamérica, además de Italia (donde se opuso a doblar su rodilla ante el Papa), España, París y Nueva York.
En esos sitios este hombre influenciado por las grandes luchas entre liberales y conservadores de su país, creó más de 80 textos publicados de diferentes volúmenes, entre los que sobresalieron también Los parias (1914), Ante los bárbaros (1917) y Lirio rojo (1930).
Vargas Vila, que ejerció como maestro de 'mano dura' en una escuela pública de Villa de Leyva, al escribir la novela romántica Aura o las Violetas, utilizó como protagonista a la figura de la agraciada dueña del hotel, a cuyo marido, Juan Francisco Retiz, bastante le molestó aquel protagonismo literario.
Asomado desde su habitación, tras una de las cuatro puertas de la planta alta del hotel, para observar el esplendor de la gran plaza de la villa, rodeada por Los Andes, fue el escenario que lugareños de aquel municipio colombiano aseguran que sirvió entonces de inspiración para que aquel nacionalista, irreverente y librepensador, alcanzara el amplio reconocimiento mundial que obtuvo luego dentro de la literatura en ultramar.
Para su época, Vargas Vila fue considerado el gran transgresor por excelencia, rechazado y vapuleado visceralmente por los sectores conservadores de su propio país, quienes odiaban su obra y lo acusaban de todo lo inimaginable.
Sin embargo, llegó su centenario y a pesar del férreo cerco de silencio generalizado que había levantado alrededor de Vargas Vila la derecha, su vida, pensamiento y obra, fueron reivindicados en 1966 en el Congreso de la República, cuando entonces se dictó una Ley de honores a la memoria del prolífero intelectual.