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General: En defensa de la revolución bolivariana y chavista Katu Arkonada
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 31/01/2017 12:40 |
Para que no se nos olviden las guarimbas ...
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En defensa de la revolución bolivariana y chavista
Claro siempre estarán los enemigos del país, afuera y adentro, tratando de minar la moral nacional, pero aquí le estamos demostrando quiénes somos nosotros. Como dijo Bolívar una vez: “soy el hombre de las dificultades”. Nosotros somos sus hijos, somos el pueblo de las dificultades, mientras más difícil nos las pongan, más grande seremos.
Comandante eterno Hugo Chávez
El 12 de febrero de 2014 se ponía en marcha la llamada por la oposición venezolana “Operación Salida”, que consistía en un plan de desestabilización del gobierno para forzar la renuncia del Presidente Maduro en 120 días. Esta operación tuvo su expresión más violenta en las guarimbas, que dejaron decenas de muertos y centenares de heridos durante los meses que se siguieron. Un año después, a casi 2 años de la muerte del Comandante Chávez, en un 2015 con elecciones parlamentarias en Venezuela y tras haberse conocido el diseño de una “Operación Salida 2”, es momento de hacer un balance de la revolución bolivariana desde una perspectiva histórica y en su coyuntura actual, la etapa del chavismo sin Chávez.
Venezuela, los continuos saltos adelante
Porque Chávez no era solo Chávez. El Comandante era la plasmación y cristalización de todo un pueblo. Decenas de luchas sedimentadas en un militar nacionalista del mismo color que los sectores populares venezolanos. Chávez se nos murió antes de tiempo, sin duda, pero quizás tenía que ser así de tanto que se adelantó a su tiempo, él y el heroico pueblo venezolano.
El alzamiento zapatista de 1994 suele marcar el inicio de la lucha contra la globalización capitalista, pero ya en 1989 se producía el Caracazo como primera respuesta de las clases populares venezolanas, de los más desfavorecidos, contra la imposición del neoliberalismo. Al igual cuando hablamos de las insurrecciones que posibilitaron un nuevo ciclo posneoliberal en América Latina solemos pensar en los levantamientos indígenas en Ecuador o la Guerra del Agua (2000) y del Gas (2003) en Bolivia, pero ya el 4 de febrero de 1992 se producía en Venezuela un levantamiento cívico-militar que nos dejaba el famoso “Por ahora…” del Teniente-Coronel del ejército Hugo Rafael Chávez Frías. El por ahora se transformó en un ahora que barría el fin de la historia y ponía en marcha en 1999 el primer gobierno nacional-popular del cambio de época latinoamericano, mucho antes de que en 2003 llegaran al gobierno Lula y Néstor Kirchner. Venezuela continuaba adelantándose al tiempo histórico y sufría en 2002 el primer golpe de estado del siglo XXI, mucho antes de los intentados en Bolivia (2008) y Ecuador (2010), además de los consumados en Haití (2004), Honduras (2009) y Paraguay (2012). Asimismo y bajo la conducción de Chávez junto al otro gran arquitecto de la integración latinoamericana llamado Fidel Castro, se funda el ALBA en 2004 también mucho antes que nacieran otros instrumentos como Unasur (2008) o CELAC (2011). De nuevo Chávez en 2005 se adelanta a la historia y antes incluso que ganaran las elecciones por primera vez Evo Morales en Bolivia o Rafael Correa en Ecuador, define como Socialismo del Siglo XXI el proyecto político de la revolución bolivariana, adquiriendo lo nacional-popular un horizonte socialista. El 5 de marzo de 2013, y tras haber realizado un último servicio a su patria, dando la vida en una campaña electoral que ganó ya gravemente enfermo, Chávez se nos va y a la vez se nos queda para siempre.
El chavismo sin Chávez
Pero Chávez no solo se adelantó a la historia, sino que nos legó el chavismo como identidad colectiva de todo un pueblo, identidad que sintetiza una gramática constituyente que refundó un Estado y cristalizó en una nueva cartografía de la emancipación. Esta identidad política sobre todo, pero también económica[1], es una resignificación de la herencia bolivariana con raíces profundas en Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, que se construye sobre la base de la incorporación de los sectores populares al Estado haciendo coincidir, por primera vez en la historia venezolana, los intereses de una nación, hasta ahora al servicio de las elites políticas y económicas, con los de todo un pueblo.
Cuando Chávez jura sobre la moribunda Constitución venezolana y abre paso a un proceso constituyente, inaugura el cambio de época en América Latina. Del Consenso de Washington se pasa a un consenso posneoliberal que, a diferentes ritmos e intensidades, transforma Nuestra América. El nuevo Estado venezolano otorgó derechos sociales, económicos y culturales a quien nunca tuvo derechos. Pero como la gente no come ideología, lo hizo además mejorando sus condiciones materiales de vida. Hoy en día la inversión social en Venezuela se ha duplicado desde 1999 y supera el 60% del PIB. Esta redistribución de la riqueza implica que del 49% de la población que vivía en la pobreza en 1999 se ha pasado al 19% en 2013, a la vez que se reducía la pobreza extrema del 21% al 5’5%. Ya en 2005 la UNESCO declaraba a Venezuela territorio libre de analfabetismo y hoy la tasa neta de escolaridad primaria ha subido del 86% al 93%, al mismo tiempo que se ha incrementado en más del 100% los centros de salud, que han pasado de 5.360 en 1998 a 13.731. También durante el chavismo el índice de desnutrición ha pasado, según la FAO de Naciones Unidas, del 13’5% a menos del 5%, y la Gran Misión Vivienda ha entregado, solo desde 2011, más de 600.000 viviendas a los sectores más necesitados. En Venezuela hoy se puede envejecer con dignidad pues durante el neoliberalismo los pensionados no llegaban a 300.000 personas y hoy superan los 2’5 millones de venezolanos y venezolanas. Se calcula en unos 650 mil millones de dólares la inversión social entre 1999 y 2013, lo que ha permitido a Venezuela escalar del 0.662 al 0.748 en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD de Naciones Unidas.
Todos estos avances se han hecho además ampliando los márgenes de la soberanía popular y la democracia, no solo la representativa sino la participativa; y delineando una nueva Geopolítica Bolivariana que se sustenta sobre la integración latinoamericana y las relaciones Sur-Sur como forma de reforzar la transición a ese mundo multicéntrico y pluripolar que deje atrás los esquemas imperiales y coloniales del capitalismo.
Pero además de todo lo anterior construido durante una revolución, que como todas las revoluciones sufre avances y retrocesos y es hija de las tensiones creativas a las que constantemente empujaba el Comandante, Chávez nos dejó una brújula para pensar el proceso venezolano y el mundo actual hoy, el Plan de la Patria[2]. Un plan que desde la defensa de la Independencia Nacional propone seguir construyendo el Socialismo Bolivariano del Siglo XXI como alternativa al modelo salvaje del capitalismo, convirtiendo a Venezuela en una potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la gran potencia naciente de América Latina y el Caribe; todo ello dentro de la nueva geopolítica internacional y contribuyendo a defender a la humanidad y la naturaleza de la agresión capitalista.
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Guerra económica
Pero toda revolución se constituye como tal enfrentando a su vez una contrarrevolución, que hoy en Venezuela adopta la forma de guerra económica y mediática.
Venezuela afronta hoy el desafío de enfrentar la guerra económica organizada por una burguesía parasitaria que se quiere apropiar de la renta petrolera, por unas elites económicas que especulan sin invertir en desarrollo productivo. Todo ello ejecutado con la complicidad, cuando no ayuda directa, de Estados Unidos y sus aliados en la región.
La burguesía venezolana demanda dólares a una tasa preferencial del Estado venezolano para importar productos que después vende en hasta 10 veces su valor, cuando no acapara para inflar artificialmente las necesidades de la población o desvía a Colombia vía contrabando. Por si todo lo anterior no fuese suficiente, la Presidenta del Banco Central de Venezuela Edmée Betancourt calculó en 20.000 millones los dólares a tasa preferencial obtenidos en 2012 por “empresas de maletín” (fantasmas), cálculo que el Presidente Maduro eleva a 60.000 millones a lo largo de los últimos años. Una parte de esos mismos dólares fueron vendidos más tarde en el mercado negro, multiplicando varias veces la ganancia en un ejercicio especulativo de manual.
Ante este escenario, es urgente un nuevo sistema cambiario acompañado de una política monetaria y de precios que necesariamente debe ir de la mano de una reforma fiscal para que paguen más los que más tienen, a la vez que se tomen medidas contrainflacionarias. Es normal la cautela del gobierno para unificar bandas cambiarias pues los especuladores siempre indexarán la brecha cambiaria, pero el recién creado Sistema Marginal de Divisas (Simadi) parece un paso en la dirección correcta.
También hay que confiar en la madurez del pueblo venezolano y entrar de una vez por todas a un debate sobre la subvención de la gasolina. Venezuela pierde cada año aproximadamente 12.500 millones de dólares por el subsidio, vendiendo a 0’07 bolívares el litro que le cuesta producir a PDVSA 2’7 bs. Este debate a su vez tiene que enmarcarse en uno más amplio sobre el modelo de desarrollo y el cambio de matriz productiva. Es obvio que mientras sea más barato importar que producir cualquier alimento o producto manufacturado, no se va a salir de la lógica extractivista. Pero a la vez este debate no puede caer en falsos maniqueísmos posmodernos que desechan el análisis del sistema-mundo y del imperialismo. Si hoy hay guerra económica en Venezuela es porque el imperialismo acecha sus reservas de petróleo, las más grandes del mundo, con en torno al 20% del crudo petrolero que existe en todo el mundo.
A esta guerra económica se le suma una campaña de contrainsurgencia mediática que busca deslegitimar los logros de la revolución bolivariana mediante la manipulación y la mentira. Todo el 2014 pudimos asistir a un vergonzoso espectáculo de manipulación por parte de las grandes corporaciones mediáticas que comenzó en esta última fase con las guarimbas, y en este 2015 la periodista estadounidense Eva Golinger ha hecho una brillante cronología de esta campaña de terrorismo mediático en su “Golpe en tiempo real”[3].
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Maduro como catalizador del chavismo sin Chávez
El principal perjudicado de esta campaña de guerra económica y mediática ha sido el pueblo venezolano sin ninguna duda, pero punto de mira ha tenido como primer objetivo Nicolás Maduro. A ningún hijo se le puede pedir que sea exactamente como su padre, pero es claro que el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela es un digno heredero y continuador del legado del Comandante. Ante una nueva derecha que combina golpe duro con golpe blando, Maduro ha encarnado perfectamente la figura gramsciana del puño de hierro en guante de seda, ejerciendo poder ante la guerra de posiciones, de asedio continuado, a la que es sometido por la oposición fascista venezolana. Oposición que hoy en día está desarticulada y fragmentada pero seguro seguirá combinando estrategias golpistas con el intento, legítimo, de derrotar al chavismo en las elecciones parlamentarias de finales de año.
Maduro tiene una cualidad fundamental, que es la humildad de quien la historia ha colocado en un lugar que no había buscado, y la capacidad por tanto de aceptar la crítica. Siguiendo las palabras de Chávez pronunciadas el 12 de enero de 2012, “La verdadera política requiere veracidad. ¿De qué lado está la verdad, aunque no nos guste?”, el Presidente Maduro dio un paso adelante en agosto pasado y durante la entrega del Premio Libertador de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, nos pidió crítica y autocrítica a la vez que se mostró duro con todos los rasgos del Estado burgués aun presentes en Venezuela como la corrupción, burocracia e ineficiencia, probablemente los principales problemas que tiene que enfrentar la revolución bolivariana en estos momentos.
Pero construir una nueva cultura de izquierda basada en una ética de la honestidad no es fácil y exige de la intervención directa de los militantes chavistas así como de una gran sensibilidad oficial para facilitar las denuncias, en palabras de Claudio Katz[4]. Hay espejos cercanos en los que mirarse, como Bolivia, donde existe, el primero de América Latina, un Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la Corrupción.
Desafíos 2015-2019
Si bien la lucha contra la ineficiencia y la corrupción es un desafío inmediato y estructural, hay mucho camino por recorrer pero queda claro que hay chavismo sin Chávez. Un chavismo como proyecto político emancipador, de pueblos y de personas, que tiene como reto y horizonte la transición al socialismo.
Ni las comunas por si solas, a pesar de ser un hito de participación popular, construyen un Estado post capitalista, ni tampoco las empresas estatales por si solas son socialistas, pero tanto la estatización de las empresas como las comunas son hilillos de socialismo, pasitos en esa larga marcha llamada transición. La forma del socialismo en Venezuela dependerá también, como dice Michael Lebowitz[5], de la lucha de clases, no sólo con la burguesía, sino también al interior del mismo chavismo, algo similar a lo que expresa el Ministro de Cultura (ex Ministro de Comunas) Reinaldo Iturriza cuando afirma[6] que debemos “Identificar, por ejemplo, cuándo y cómo permitimos que una ‘nueva clase’ creciera al amparo de la revolución, y cuándo y cómo ella misma terminó siendo un obstáculo para liberarnos de las amarras de la economía rentista.”
Chávez constantemente citaba al húngaro István Mészáros, Premio Libertador de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, y su concepto de “sistema del capital postcapitalista”, es decir, sistemas/sociedades/países que a pesar de tener rasgos postcapitalistas (como la URSS), no consiguieron romper con el “sistema de metabolismo social del capital”, la triada conformada por las dimensiones capital, trabajo y Estado, un metabolismo incontrolable y destructivo. Son claros los rasgos postcapitalistas, no solo postneoliberales, sino también socialistas, en Venezuela, a la vez que se convive con el viejo Estado burgués que no ha sido demolido del todo y con modos de producción capitalistas dentro de un sistema mundo capitalista. En la medida en que se vaya modificando y sustituyendo ese metabolismo social del capital es que podremos hablar de un otro modelo, que en Venezuela adopta la forma de Socialismo Bolivariano del Siglo XXI.
Socialismo Bolivariano que debe ser reforzado mucho más allá del gobierno y del Estado, y en ese ámbito tanto el PSUV como el Gran Polo Patriótico, que pronto celebrará su Congreso, son herramientas fundamentales para ello como parte de la construcción de un liderazgo colectivo que arrope la figura de Maduro durante los próximos años. Lo colectivo acompañado siempre de la formación política de cuadros y bases, porque como escribe Luis Britto[7], revolución sin ideología es piñata ante la cual la gente se arrodilla hasta que se acaban los caramelos.
Con estas tensiones y los desafíos planteados, solo queda seguir avanzando, como Chávez y como Lenin antes, combinando pragmatismo cuando sea necesario con la voluntad honesta de seguir profundizando y radicalizando el proceso, a veces limando y suavizando las contradicciones, a veces agudizándolas.
Venezuela ahora mismo es un dique de contención ante las agresiones del imperialismo que salvaguarda a otros procesos en la región, por lo que es tarea de todos y de todas defender la revolución bolivariana. La unidad, unidad y más unidad que reclamaba el Comandante Chávez pasa por la defensa irrestricta del pueblo y gobierno venezolano, que recordemos ha construido una revolución pacífica pero no desarmada. Frente a la propaganda armada del imperialismo y sus lacayos locales, construyamos una trinchera de solidaridad repleta de ideas bolivarianas y chavistas, antiimperialistas y socialistas.
*En recuerdo y homenaje a las víctimas de las guarimbas
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