Nació en Kachemira (actual Pakistán) en 1850, pero se asentó en Kabul, adoptó la identidad cultural de sus coterráneos y se dio a conocer cantando en plazas y pueblos.
Su verdadero nombre fue Hussein Izzat Rafí, pero siguiendo la tradición de algunos países de Asia Central, tomó un pseudónimo al consagrarse a la lírica.
Mirza significa príncipe en putchú, un dialecto derivado del farsi, mientras que Rachán es un nombre proveniente del persa antiguo y Kayil se traduce del árabe como 'el que habla brillantemente'.
En el Afganistán del siglo XIX había dos clases de poetas populares, los shair (bardos) y los dumos (trovadores), de los cuales los primeros eran los ilustrados, mientras que los otros cantaban en dialecto putchú, acompañados por el retab (guitarra local).
Los dumos eran en su mayoría iletrados y solo dominaban la lengua popular, a excepción de Rachán, quien fue un hombre excepcionalmente instruido y conocía la mayoría de los idiomas hablados en la meseta de Asia Central.
Se suele decir entre los afganos que en el Infierno se habla putchú, a causa de la alta carga erótica de algunas de sus palabras y de la sensualidad que transmiten.
Los que conocen a fondo esa lengua saben que a través de ella se expresa el fuego del amor quizá con más fuerza que en ninguna otra, hecho que se complementa con la esencia de la poesía afgana, la cual es un canto a la carne estremecida.
Rachán Kayil cantó a sus amantes con ferocidad, su obra es febril y seductora, y presta especial atención a las imágenes sensoriales como los olores y sabores:
'íOh! este aroma penetrante de que está impregnado mi deseo; /aroma hecho de miel, de sándalo, de leche y de agua de rosas, /sobre el cual durante las orgías de amor destila la humedad de tu piel, /que transpira ámbar'.
Si bien las poesías árabe e hindú se enfocan en el alma y la lírica armenia o persa tienen como base el corazón, la afgana se enfila directamente a la seducción.
Al decir del lingüista Adolfo Thalassó, la retórica de Mirza Rachán es la más voluptuosa de todas las poesías asiáticas y él está considerado como el más grande de los poeta afganos.
Lo poco que se conoce de su obra se publicó después de su muerte, acontecida el año de 1901 cuando lo condenaron a la horca a causa de su implicación en una presunta conjura contra el Shah de Persia.
Con la desaparición de Rachán sus composiciones tomaron vida y se divulgaron a través de otros dumos, mayormente discípulos suyos, hecho que influyó en la nueva generación de poetas eróticos afganos.
Sus versos, insinuantes y retadores, aun escandalizan a muchos, pues exploran los lugares más insondables del hombre enamorado:
'Y te cantaré de manera muy lenta /libaré en tus labios tus besos dulces como dátiles, /libaré en tus senos todas las flores abiertas: narcisos, claveles, rosas, / recogeré en tu cuello todos los frutos perfumados: naranjas, duraznos y fresas. /Llevo en mí el olor de tu cuerpo'.
rc/ifb/rrj/ymn *Periodista de la Redacción de Asia y Oceanía de Prensa Latina.