Como ya se dio cuenta aquí hace un año, la flotabilidad en la mierda es una disciplina en la que se han especializado algunos dirigentes del PP, que en los últimos años vienen ejecutando un ballet cuya coreografía en nada tiene que envidiar a la del Cascanueces. Con un amplio reparto, la estrella de la función vuelve a ser Esperanza Aguirre, la humilde Cenicienta de palacios de altos techos y el tutú de Zara, una experta del battement, del changement de pieds y, por supuesto, del demie-plié a la que rendiría pleitesía la mismísima Pávlova.
La gracilidad de Aguirre para ejecutar cabriolés sobre el estercolero volvió a ponerse de manifiesto este miércoles al ser preguntada por los nuevos indicios sobre la financiación ilegal del PP de Madrid, del que ella más que Cenicienta era madrastra. Su “no me consta” se ha hecho inmortal, porque es la llave que cierra los siete candados de la cueva de Alí Babá, el broche a ese lago de los cines transformado en charca de ranas, debido a la metamorfosis que redujo a batracios a los colaboradores más directos de la lideresa.
Ranas fueron López Viejo, Ginés López, Panero, Martín Vasco, Bosch, Sepúlveda el del Jaguar, Ignacio el del ático, Granados el púnico y, por supuesto, Beltrán Gutiérrez, el miniBárcenas de la señora, al que le han pillado unos papeles que demostrarían que se puede extorsionar sin avaricia exigiendo sólo mordidas del 1% en vez del 3%, que por algo Cataluña es un hecho diferencial y Madrid el rompeolas de las Españas.
Aguirre, con un pas de cheval para ir más rápida, explicó que ella no se ocupaba de la pasta porque para eso ya tenía a Beltrán y a Granados, que sólo vivía para ella, sino de hacer los hospitales más humanizados del planeta. Y que en asunción de esa culpa, la de no prestar atención a las patitas de sus ranas, dimitió de presidenta del PP de Madrid, ya que comprendió que el ‘in vigilando’ era algo más que espiar a sus adversarios directos en el partido.
No todos tienen esa capacidad para la pirueta sobre la inmundicia. Millet, el del Palau, se ha zambullido de cabeza en ella mientras reconocía que Ferrovial les untaba cual mantequilla a la tostada. Nada de reverences ni de ronds de jambe, que con la silla de ruedas no hay quien haga un allegro. Del 4% de comisión, que la inflación también afecta a las mordidas y los de Artur Mas cada vez desayunaban más fuerte, un 2,5% iba a Convergencia, un 1% a su bolsillo y un 0,5% al de Montull, que debía de tenerlo más pequeño, tipo chaleco.
La danza de los corruptos es cautivadora. Tras la gira murciana, donde un tal Sánchez se resiste a colgar las mallas, el Congreso pretende ceder sus salas para que se representen las funciones que hagan falta en una comisión de investigación sobre la financiación del PP que han solicitado Ciudadanos, PSOE y Unidos Podemos. Rajoy, que se comprometió a ello con el veleta de Rivera porque eran lentejas, quiere ahora repartir zapatillas de baile a diestro y siniestro, y que se investigue a todos en el Senado, que tiene más tiempo libre y la mayoría suficiente para convertir la trama Gürtel en La Bella Durmiente. Creen los del PP que la mierda sobre la que rumbean es universal pero es por pura modestia. Lo suyo es el Bolshoi y el patillas, Nurejev.