Hace una semanaquedó claro en Turín que el Barça no había aprendido nada de la lección del Parque de los Príncipes en París, donde cayó por 4-0. En una noche memorable se remontó esa eliminatoria para volver a tropezar con la misma piedra en Turín. Ahora, al equipo de Luis Enrique, como a los artistas de circo les queda pedir la complicidad del público para tratar de llevar a cabo el ‘más difícil todavía’ (sigue el partido en directo en AS.com). El fútbol, al fin y al cabo, es como el circo, ilusión y emoción.
No es un reto sencillo ni por asomo. Ni tampoco comparable al de los octavos por una serie de razones empíricas. A saber: la Juventus no es el PSG, es un equipo curtido en mil batallas y el traje no le va a venir grande; la Juve viene avisada de lo que le pasó a los franceses; el Barça dispuso de casi un mes de reflexión entre la ida en París y la vuelta en el Camp Nou para reponerse del varapalo y, finalmente, las actuaciones del conjunto culé en las últimas semanas dejan mucho que desear. Mal paisaje.
El desafío podría resumirse en un sencillo aforismo: un equipo con dudas tratará de crearle dudas a un conjunto que nunca duda. Está por ver esta noche si el Barça, ese equipo tan imprevisible, saca una cara tan luminosa que sorprende a la factoría Juventus, siempre fiable.
La última eliminatoria de Championsante el PSG demostró que hay que luchar hasta el final en cualquier situación y el Barcelona se aferra a ese recuerdo de la misma manera que se olvidó de lo que pasó en París cuando puso el pie en el Juventus Stadium.
Todo apunta a que Luis Enrique repetirá el equipo que dispuso de salida ante el PSG. Mascherano, tras su nefasto partido en Turín, parece haberse recuperado de las molestias que le impidieron jugar ante la Real Sociedad y también regresará Busquets, que no pudo jugar el partido de ida en Italia a causa de la acumulación de amarillas.
Por su parte, en la Juventus, la sombra de la duda sobre la participación de Dybalaen el partido parece esfumarse y por lo tanto, Allegri dispondrá de los mejores para el envite. Hombres con experiencia que tratarán que se juegue muy poco. El más difícil todavía.
Siete jugadores, al borde de la suspensión
Siete jugadores de los posibles titulares del partido de esta noche están a una amonestación de perderse el partido de ida de las semifinales en el caso de que su equipo pase. De hecho, serían ocho, pero Rafinha no entrará en la convocatoria porque la temporada ya se ha acabado para él a causa de su lesión.
Por el Barcelona están al borde del abismo, además de Rafinha, Neymar, Rakitic, Piqué y Suárez. Por parte de la Juventus los amenazados de perderse el primer partido de semifinales en caso de pasar son Mandzukic, Cuadrado y Khedira. Mucho riesgo.
Tiene todo el derecho del mundo el Borussia Dortmund a esgrimir que el atentado que sufrió la semana pasada marcó su decepcionante rendimiento futbolístico en los cuartos de final de la Liga de Campeones, pero nada debe opacar la categoría del Mónaco, que accede con prestancia y merecimiento a la antesala de la final de Cardiff con un equipo que resiste la comparación, si es que no la mejora, con el que en 2004 quedó subcampeón tras caer ante el Oporto, liderado por Giuly y con pilares como Evra, Rothen, Prso o Morientes. Este Mónaco es una gozada, un huracán que cuando sopla está en condiciones de tambalear a cualquiera y Manchester City y Borussia Dortmund lo saben. Tiene también una cara b porque le cuesta blindarse. Son ingredientes, atrás y adelante, que convierten cada uno de sus partidos en una emocionante experiencia para quien los contemple desprovisto de pasión. O incluso con ella. Tras marcarle seis goles al equipo de Guardiola y siete a los alemanes, tres a domicilio y cuatro en su feudo, el Mónaco llama a la puerta de los grandes del continente.
Los azulgrana, más combativos que lúcidos, se quedaron sin marcar un solo gol en una eliminatoria dominada por la consistencia y calidad del equipo de Allegri
La Vecchia Signora no tiene cosquillas, seguramente ni siquiera estornuda, firme y segura como se la vio, a veces incluso elegante, en su despliegue en el Camp Nou. Tiene tanta autoestima que cuando Messi enfocó a Buffon, que fueron muy pocas veces, sus jugadores soplaron para que el balón no cogiera portería ante el asombro de la hinchada del Barça. A pesar de que se batieron como jabatos para ganar al menos el partido, los barcelonistas no contaron ni cinco, ni cuatro, ni tres ni dos ni siquiera un gol en su dolorosa despedida de la Champions. Los bianconeri negaron a los azulgrana en Barcelona después de afirmarse en Turín. Los italianos tienen un plan a largo plazo hasta Cardiff y los catalanes viven al día, desnaturalizados y hasta cierto punto vulgarizados, como si no tuvieran talento ni magia y Messi no fuera Messi. Así de desfigurados quedaron el 10 y el tridente ante la Juve.
Aunque Luis Enrique apeló a la locura colectiva, el Barça formó con una alineación muy racional, y si se quiere convencional, como si quisiera recuperar el tiempo perdido, escarmentado desde Turín. El 3-4-3 funcionó como solución de emergencia para partidos únicos como el del PSG. La terrible experiencia del Juventus Stadium aconsejaba cambiar de fórmula y recuperar el clásico 4-3-3. Había que volver a jugar con laterales profundos, prescindir de un central y vertebrar al equipo a partir de la columna ya conocida: Piqué-Busquets-Messi. Inestable y perdido en Italia, el Barça quería pintar un partido diferente en el Camp Nou. Y no pudo por la sobriedad y consistencia de la Juventus.
No es fácil recuperar la cordura desde la pizarra, tener un buen control del juego y de la emoción, cuando el equipo anda tan angustiado y la hinchada se muestra excitada en el Camp Nou. La confusión que vive el Barça contrastó con la clarividencia de la Juve, un equipo frío y científico, más fuerte física y tácticamente que el de Luis Enrique. Los bianconeri pueden jugar 10 partidos diferentes con los mismos 11 futbolistas capitaneados por Buffon. Allegri repitió el equipo de Turín y la Vecchia Signora jugó con la misma convicción en el Camp Nou. Apretaba bien, se estiraba mejor y tenía en el punto de mira a Ter Stegen. El dominio escénico italiano fue sobrecogedor para la entusiasta afición del Barcelona.
La Juve solo se recogió después de protagonizar un despliegue rotundo e intimidador para el Barcelona. Los azulgrana se espantaron por un momento, sometidos y descolocados, sostenidos por sus dos centrales: Piqué y Umtiti. El balón no salió del campo barcelonista hasta pasado el cuarto de hora cuando en una jugada 100 veces repetida Alba no alcanzó el pase cruzado de Messi. Apareció entonces la fortaleza defensiva de la Juve, desquiciante para cualquier rival, también para el Barça, irritado igualmente con el permisivo arbitraje de Kuipers. Al Barça le pudo la sobreexcitación cuando la Juve enfrió el partido y redujo a Messi.
El 10 solo pudo armar un tiro franco antes del descanso, señal de las dificultades azulgrana para llegar hasta Buffon. Al Barcelona le sobraba intensidad y le faltaba lucidez, reducido el tridente a las internadas de Neymar, desafiante ante Alves y expuesto a la expulsión después de azotar a Pjanic. A pesar del ruido que había en el estadio y de un par de llegadas, pasaban muy pocas cosas en el área de Buffon. El fútbol azulgrana era demasiado espasmódico y precipitado, poco armónico y sin línea de pase ni profundidad, fácil de defender por la compacta y solidaria zaga de la Juventus.
Alcanzado el descanso, el encuentro exigía medidas drásticas desde el punto de vista azulgrana y Piqué optó por colocarse de 9 cuando se dolía del tobillo Neymar. No pareció la mejor decisión sino que expresó el desasosiego que vivía el Barcelona. Luis Enrique intervino poco después para reforzar el ataque con Alcácer a costa de Rakitic. Había que ayudar a Messi, cuyos disparos no cogían el arco, y poner la pelota en el punto de penalti en busca del rechazo imposible para Buffon.
Quedó parado un partido para los delanteros del Barça y los defensas de la Juve, una mala señal para los medios de Luis Enrique. Los azulgrana quedaron expulsados al banderín de córner y se rindió el Camp Nou. La afición empezó a aclamar a Messi y a aplaudir la bravura de sus muchachos mientras rompía a llorar Neymar.
No hay manera de que Messi marque un gol en los cuartos de final de la Champions y el Barça se quedó a cero en los dos partidos con la Juve. El 10 y el equipo no se acaban de encontrar ni siquera en el Camp Nou y Luis Enrique dejó de ganar su primer partido en la Champions desde que llegó al Camp Nou. Lucho se irá en junio y el club deberá recomponer el proyecto después de renovar y definir el rol que ocupará Messi. Ahora que ha quedado en fuera de juego en Europa, rebanado por la guadaña de la Juve, le queda por afrontar el clásico si quiere mantener sus opciones en la Liga a la espera de la Copa. No será fácil levantar el ánimo pese al aplauso del Camp Nou ni al consuelo de la Juve. Solo cuando acabó el partido se vio que la Vecchia Signora tiene sentimientos.