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General: Con los Globoludos o los K: el Estado, un "aguantadero" para las gdes patronales
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De: Matilda (Mensaje original) |
Enviado: 19/04/2017 17:59 |
Miércoles 19 de abril | Edición del día
El grupo Macri logró un beneficio de más de 170 millones de dólares cuando Domingo Cavallo, en el último período de la dictadura militar estatizó la deuda externa del gran empresariado. En el año 2002, cuando Eduardo Duhalde llevó adelante la pesificación asimétrica, el grupo Socma logró un rédito cercano a los 200 millones, Y en la misma moneda. En dictadura o bajo el régimen democrático, el Estado nacional ha sido un verdadero “aguantadero” para el grupo empresarial que integra el actual presidente.
Ayer el titular del Poder Ejecutivo criticó a quienes convirtieron al Estado “en un aguantadero”. La afirmación presidencial muestra la doble vara de Macri, fiel representante del empresariado argentino. Esa dualidad entre aprovechar todos los recursos del Estado en función de sus propios intereses y despotricar cuando no es plenamente así.
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El Gobierno de Cambiemos hace gala de apostar a un Estado que maximice eficienciaen aras de los intereses del gran empresariado. Pero ello no implica exclusividad a la hora de gestionar el mismo al servicio de los intereses capitalistas. Aunque mucha agua haya pasado ya bajo el puente, el apotegma de Marx y Engels del Manifiesto Comunista, revela plena actualidad.
Bajo las gestiones de Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, más allá de los discursos, el Gobierno del Estado moderno es "el comité de los negocios comunes de la clase capitalista”. Progresistas y neoliberales solo tienen para ofrecer distintos tipos de beneficios al gran capital, en detrimento de la clase trabajadora y el pueblo pobre.
Un genocidio y muchos millones
La masacre llevada a cabo contra el conjunto del pueblo trabajador entre 1976 y 1983 benefició al gran capital. El exterminio de los sectores más avanzados de una generación que cuestionaba crecientemente la dominación capitalista en Argentina implicó una reorganización de los intereses de clase.
Ya en los momentos finales del régimen genocida, la estatización de la deuda beneficiaria al clan Macri entre muchos otros. Consignemos otras firmas de ese capital que pide bajar el gasto cuando se habla de las llamadas políticas sociales, pero exige todo tipo de prebendas al mismo Estado.
La estatización de la deuda implicó la asunción, por parte del Estado nacional, de una cifra superior a los 20.000 millones de dólares. De ese monto, más de la mitad pertenecía a 70 firmas. El listado de “ganadores” incluye, entre otros, a Celulosa Argentina, que recuperó U$ 836 millones; Acindar (U$ 649 millones); Banco de Galicia (U$ 293 millones); CitiBank (U$ 213 millones); Banco Francés (U$ 184 millones) y Sevel (U$ 124 millones). La lista podría extenderse, pero las menciones permiten dar la pauta de la enorme transferencia de recursos desde el conjunto de la sociedad al gran capital local e imperialista.
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En octubre de 2001, en plena crisis de la convertibilidad, Franco Macri pediría que se tomen "medidas drásticas”, como por ejemplo “estatizar toda la deuda privada”. El padre del actual presidente solo pedía un multimillonario regalo similar al recibido dos décadas antes.
Ganancias en blanco y rojo
La salida de la dictadura configuró un nuevo esquema de poder capitalista en la Argentina. La primacía del gran capital imperialista y una nueva oligarquía empresaria local fue la matriz sobre la que gestionó el Estado Raúl Alfonsín.
Las primeras intenciones de favorecer parcialmente la situación económica de la clase trabajadora fueron abandonadas con rapidez por el presidente radical. Los llamados "capitanes de la industria" estuvieron entre los beneficiados por el primer Gobierno del régimen democrático.
Señala Martín Schorr en La industria argentina entre 1976 y 1989… (Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional del San Martín) que “durante el gobierno del Dr. Alfonsín se profundizaron considerablemente los principales legados críticos de la dictadura sobre la economía y la industria locales a pesar de los importantes cambios sobrevenidos en el nivel internacional”.
En este período, el radicalismo se evidenciaría una vez más como el vehículo de los intereses del gran empresariado. El Estado jugaría un rol esencial, garantizando una montaña de beneficios a favor del gran capital.
Señala Schorr que, dentro de las políticas llamadas de promoción industrial, “los subsidios derivados (…) financiaron prácticamente la totalidad de la escasa formación de capital que se verificó en el transcurso de los años ochenta (…) a mediados de la década más del 90 % de la inversión neta del sector privado correspondía a inversiones favorecidas con distintos tipos de incentivos promocionales (especialmente de tipo fiscal) y, por otro, que de los 30 proyectos de inversión asociados a la apertura de nuevas plantas fabriles que se registraron en el sexenio 1983-1988, 29 se efectivizaron al amparo de diferentes regímenes de promoción”.
Graficando la situación, en 1988 la fundación FIEL escribiría que “por cada austral invertido por el sector privado el Estado contribuye con la misma suma a través de menores impuestos. De esta forma, en los hechos, los contribuyentes aportan la totalidad de los fondos invertidos”.
Con los colores radicales, el Estado siguió funcionando como “aguantadero” de las ganancias empresariales.
Privatismo explícito
A partir del inicio de la década de los 90’, el menemismo desarrolló una política que apostaba a la configuración del “Estado mínimo”, relato correspondiente al triunfo y avance del neoliberalismo en todo el mundo.
El Estado se “minimizó” garantizando un gigantesco negociado para el gran empresariado nacional y extranjero. Las privatizaciones fueron, casi literalmente, la venta de empresas a precio de remate. La resultante sería una estafa continuada sobre la nación, con empresas que usufructuarían un mercado cautivo, realizando mínimas inversiones y recibiendo pingües beneficios de ese mismo Estado. Esa parte de la entrega nacional continúa hasta nuestros días.
La burocracia sindical peronista estaría entre quienes también se beneficiaron de ese achicamiento del Estado. Su participación en las privatizaciones haría crecer exponencialmente el llamado sindicalismo empresario.
Ligado estrechamente a esto aparecía el Estado nacional garantizando un crecimiento exponencial de la deuda externa. Menem se retiró del Gobierno con un endeudamiento que se acercaba a los U$ 140 mil millones, un monto que duplicaba lo “heredado” del Gobierno de Alfonsín.
Pero además, la función del Estado no puede medirse solo en aras de las erogaciones realizadas. Bajo el menemismo el conjunto de las normativas legales estuvo puesto en función de garantizar las ganancias del gran capital extranjero. El Estado “ausente” tuvo una marcada presencia para garantizar el Régimen de la Convertibilidad, que otorgaba casi intangibilidad a los capitales extranjeros, al garantizar una paridad entre peso y dólar que no era sostenible de manera permanente.
La corrupción de la casta política que gestiona el Estado capitalista se revelaría de manera creciente en esos años. El menemismo, con su secuela de "pizza y champagne", hundiría progresivamente al pueblo trabajador. No pocos de los integrantes del kirchnerismo estaban en ese entonces en el tronco oficialista.
La ilusión estatalista del kirchnerismo
Esteban Mercatante sostiene en La economía argentina en su laberinto (CEIP, 2015) que “no pueden comprenderse los rasgos que adoptó la economía política kirchnerista sin partir de los efectos duraderos de las jornadas de diciembre de 2001 en la conciencia política de amplios sectores sociales”.
Allí también señalará que “la mejora de los ingresos fiscales combinada con la fuerte caída del gasto serán las claves para un poderoso aumento de los niveles de ahorro fiscal” que harían posible parte de la política kirchnerista. El kirchnerismo es así un digno heredero de la declaración de default de Adolfo Rodríguez Saá y de la devaluación realizada por Eduardo Duhalde.
En los años kirchneristas, como lo dijo la misma Cristina Fernández en innumerables ocasiones, el gran empresariado “se la llevó con pala”. El Estado fue parte esencial de garantizar esa situación.
Uno de los mecanismos privilegiados de transferencia de recursos desde el conjunto de la sociedad hacia el empresariado fueron los subsidios. Mercatante afirmará que “los subsidios estatales han venido solventando una parte de los costos empresarios y se han transformado así en un componente que contribuye a la ganancia empresaria (…) solo en el año 2013 las 500 grandes empresas recibieron en concepto de subsidios $ 17.900 millones. Es decir, el equivalente a un 11 % de sus utilidades en el período”.
Al mismo tiempo, la declamada vuelta del Estado en la gestión de empresas mostró que, “en la mayor parte de los casos de empresas que el Estado tomó a su cargo se trató de hacerse cargo de quebrantos empresarios y asegurar la provisión de servicios esenciales”.
Esos recursos fueron utilizados por el kirchnerismo bajo la bandera de la "reconstrucción de la burguesía nacional". Los (oscuros) nombres de Cristóbal López, Lázaro Báez, Sergio Taselli, Matías Garfunkel, José López y varios más aparecen allí. En este caso, el Estado cabía en varios bolsos y valijas.
El “retorno del Estado” en el kirchnerismo, a pesar de las tensiones que existieron realmente, vino a la ser garantía de los altos niveles de rentabilidad del gran empresariado. Valga recordar un dato más: la pseudo estatización de YPF se saldó con una millonaria indemnización que alcanzó a casi 10.000 millones de dólares. Entregar tamaña suma a una empresa que saqueó el subsuelo nacional y desinvirtió, mal puede ser considerado una "defensa de la soberanía".
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Parte esencial de ese rol del Estado fue la continuidad del bajo valor de la fuerza de trabajo, expresada en las formas de una precarización laboral ampliamente extendida y el enorme porcentaje de trabajo en negro e informal. Como escribe Paula Abal Medina, en un trabajo reciente “el empleo no registrado descendió desde el 48,5 %, su pico máximo en 2003, hasta el 34 % en 2010. Tras este descenso significativo quedó prácticamente estancado hasta el 2015” (¿Existe la clase obrera?, Capital Intelectual 2017).
La CEOcracia macrista y el Estado
Tal vez, como nunca antes en las últimas décadas, el Gobierno de Cambiemos muestra al poder capitalista al frente de la gestión de su propio Estado. Forma y contenido tienden a unificarse.
Los llamados "conflictos de interés" -de los cuáles el más resonante fue el escandaloso acuerdo con el Correo Argentino- ponen en evidencia que la CEOcracia considera el lugar conquistado como una palanca para seguir impulsando sus propios negocios. Sin embargo, no es lo mismo administrar una empresa que dirigir (o intentar dirigir) el Estado en su conjunto.
El conjunto de los Gobiernos anteriores mostraron que el Estado está lejos de ser un lugar neutral desde el cual organizar la sociedad. El macrismo, con su plan de ajuste, no hace más que ratificarlo.
Para la clase trabajadora, el pueblo pobre y la juventud se impone la tarea de organizar una fuerza social y política que, desde una posición independiente de los sectores patronales, se proponga luchar por su propio poder, en el camino de la emancipación de la humanidad. Una meta que el limitado marco del Estado capitalista no puede dar, utilice su rostro neoliberal o su rostro "nacional y popular".
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De: Matilda |
Enviado: 19/04/2017 18:01 |
Martes 18 de abril | Edición del día
Otra vez, Mauricio Macri dejó otra frase para la historia. Haciendo gala de su discurso “de gestión”, eligió una nueva definición para argumentar la necesidad de “modernizar y hacer más eficiente” el Estado.
Rodeado de varios gobernadores, aseguró que "tenemos que dejar de lado la intervención nociva de la política en transformar el Estado en aguantadero, en lugar de algo que jerarquiza y potencia".
Sin ponerse colorado, Macri señaló que “no sólo tenemos que abrir la información, sino poner en marcha mecanismos de transparencia porque producto de la corrupción que sufrimos por años en nuestro país hizo que muchos se hayan enriquecido, pero que una enorme cantidad de argentinos no tengan cloacas, rutas, agua potable, escuelas en condiciones”.
Además se refirió a los empleados estatales y reclamó “mayor transparencia y eficiencia en el servicio de la administración pública”.
Los anuncios se dieron en el marco del "Compromiso Federal por la Modernización del Estado". Lo acompañaban 13 gobernadores de distinto signo político, que suscribieron el compromiso. Se trataba de María Eugenia Vidal (Buenos Aires), Lucía Corpacci (Catamarca), Ricardo Colombi (Corrientes), Gildo Insfrán (Formosa), Gerardo Morales (Jujuy), Hugo Passalacqua (Misiones), Omar Gutiérrez (Neuquén), Alberto Weretilneck (Río Negro), Juan Manuel Urtubey (Salta), Sergio Uñac (San Juan), Claudia Ledesma Abdala (Santiago del Estero) y Juan Manzur (Tucumán), y el vicegobernador de Chubut Mariano Arcioni.
“Estado aguantadero”
La nueva metáfora elegida por los publicistas de Cambiemos enseguida desató una polémica.
¿No está Macri en realidad detrás de un “Estado aguantadero”? ¿De un Gobierno cuyos cargos han sido ocupados por gerentes de las grandes empresas que lo utilizan como “junta de negocios”?
¿No es un “Estado aguantadero” que, desde que asumió, implementó una transferencia de ingresos impresionante en favor de la oligarquía terrateniente, la agroindustria, las mineras, las concesionarias de las empresas de servicios públicos y la banca, mientras 1,5 millón y medio de personas cayeron en la pobreza?
¿No es un “Estado aguantadero” el que se endeudó durante 2016 por 50.000 millones de dólares a tasas usurarias a pesar de que millones de habitantes “no tengan cloacas, rutas, agua potable, escuelas en condiciones”?
¿No es un "Estado aguantadero" el que preside el referente de un grupo empresario que se favoreció con la estatización de su deuda en la dictadura, con las privatizaciones y la patria contratista?
¿No es un “Estado aguantadero” el que tiene funcionarios que cobran entre 100.000 y 140.000 pesos mientras el promedio salarial es de $7.500 pesos y el 80% de los trabajadores no cubren la canasta familiar?
¿No ha sido Macri el que amplió ese “Estado aguantadero” al aumentar un 25 por ciento la estructura del Estado, pasando de 16 a 21 ministerios, de 70 a 87 secretarías y de 169 a 207 subsecretarías, con funcionarios millonarios?
El nuevo ataque de Macri ha abierto la polémica. Pero no hay que confundirse: no es un problema de “progresistas” o “neoliberales”, “Estado ausente o presente”. El "Estado aguantadero” de Macri solo confirma, de manera más brutal y directa, que desde allí siempre se representan los intereses comunes de la clase empresaria.
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De: Matilda |
Enviado: 19/04/2017 18:02 |
Jueves 10 de marzo de 2016 | Edición del día
La caída del fascismo en Italia significó para la familia Macri el inicio de una nueva y exitosa etapa, pero fuera de Europa. Franco Macri, nieto de un ministro de Obras Públicas del gobierno de Benito Mussolini, emprendió viaje a Argentina producto de la separación de sus padres en el marco de la caída del gobierno. Y es en este país donde termina construyendo un emporio.
Lejos de los lujos que la familia supo ostentar en Italia, recién llegado tuvo que trabajar de albañil. Hábil para los negocios y para establecer relaciones se casó con la hija de una familia de la aristocracia agrícola de Tandil, los Blanco Villegas, lo que le permitió ingresar a un nuevo mundo.
Durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía se inició en lo que luego sería su especialidad: realizar millonarios negocios a expensas del Estado. Asociado con su familia política, comenzó haciendo negocios ganaderos ligados a la exportación de carne, facilitados por el Estado, que decidió transferir este monopolio a una empresa mixta entre el Estado y su familia.
La Patria Contratista
Pero rápidamente encontró otra veta que le reportaría más ganancias: convertirse en contratista del Estado.
Durante la década del 60 surge Impresit-Sideco, la asociación entre Macri y la empresa constructora de Fiat. A través de ella construyen la primera central nuclear argentina y de América del Sur. Logra, a partir de relaciones con varios funcionarios y amigos de la dictadura militar, tener incidencia en las decisiones de la Comisión de Energía Atómica (CNEA) y se queda así con varias de las licitaciones para el diseño de plantas industriales, eléctricas, puertos, viviendas y distintos tipos de obras. Con la llegada del gobierno de Perón su suerte no cambia, sus socios lograron una afinidad especial con José López Rega, lo que le permitió quedarse con licitaciones para la construcción de viviendas. Entre los años 1973 y 1976, el grupo Macri creció considerablemente, creando varias empresas y expandiéndose a otras áreas como los bancos.
En enero de 1976, unos meses antes del inicio de la última y más cruel dictadura militar, Franco Macri presenta en sociedad con bombos y platillos al holding Socma, que será un gran beneficiario de importantes licitaciones durante la dictadura, entre ellas: la represa Yaciretá, la construcción del puente Misiones-Encarnación, la central termoeléctrica de Río Tercero y de Luján de Cuyo, la recolección de residuos de la Ciudad de Buenos Aires, mediante la creación de Manliba, entre otras. Durante esa época compra Fiat, esta venta terminó siendo un acuerdo para llevar adelante el cierre de plantas y despidos.
Pero lo mejor aún estaba por venir: la estatización de la deuda decretada en 1982, cuando Domingo Cavallo estaba al frente del Banco Central. Fiat-Sevel y Socma fueron 2 de las empresas beneficiadas. El mecanismo incluía, además de la trasformación en deuda pública de sectores privados, la generación de un sistema utilizado por los empresarios para fraguar autopréstamos. La estatización de la deuda del grupo fue por 170 millones de dólares.
En 1973, el clan Macri era propietario de 7 empresas, finalizada la dictadura esa suma ascendía a 47. Como lo planteó claramente Myriam Bregman, diputada nacional del PTS en el Frente de Izquierda, es de un cinismo total que el jefe de “la revolución de la alegría” nos quiera hacer creer que va a luchar contra la corrupción. La construcción de su emporio familiar nos demuestra lo contrario.
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De: Matilda |
Enviado: 19/04/2017 18:03 |
Los contornos de la dependencia
El capital extranjero y su presencia avasallante en la economía argentina
ESTEBAN MERCATANTE
N.3, septiembre 2013
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Uno de los indicadores que permiten medir de forma descarnada la distancia entre discurso y realidad respecto de los cambios estructurales que alega haber introducido el kirchnerismo –en el sentido de una recuperación de soberanía– es la presencia del capital extranjero en la economía argentina.
En el primer número de Ideas de Izquierda analizamos la abrumadora presencia del capital imperialista como articulador (junto con los grandes propietarios) del agropower. Muy lejos está de ser un fenómeno limitado a algunos sectores. Cualquier rama productiva hacia la que dirijamos nuestra mirada, nos revelará un panorama similar: la presencia del capital extranjero no hizo más que profundizarse durante la última década, continuando con la firme tendencia de períodos previos. Resulta muy revelador a este respecto el ranking de las 1.000 empresas líderes que elabora anualmente la revista Prensa Económica1. En la rama aceitera y cerealera, la norteamericana Cargill y la francesa LDC se encuentran a la cabeza del ranking sectorial (y ocupan respectivamente los lugares 3 y 4 entre las 1.000 más grandes). En el sector alimenticio, a la nacional Arcor (puesto 16 en el ranking general) la siguen inmediatamente la francesa Danone (puesto 62), Bagley (71) que asocia a Danone con Arcor, la suiza Nestlé (85) y las norteamericanas Kraft Foods (92) y Pepsico (139). En las automotrices, sector mimado en los acuerdos comerciales regionales, no existe ni una empresa que no sea de capital extranjero. En supermercados, la francesa Carrefour (7) ocupa nada menos que el segundo puesto. La rama química y petroquímica la dominan lejos la yanqui Dow (30) y la belga Solvay Indupa (78). En el sector bancario, al Banco Nación (25) lo secunda el anglo-hongkonés HSBC (49), y lo sigue el español Santander Río (53).
En la muy nacional producción de granos los insumos básicos provienen abrumadoramente de la norteamericana Monsanto (64), la suiza Syngenta (115) y la japonesa Pioneer (525), entre los que logra colarse la nacional Don Mario (301) en el tercer lugar. En petróleo, a la hoy recomprada YPF (1) y a la “multilatina” Petrobras (8), les siguen la anglo-neerlandesa Shell (10), la empresa de capitales chinos y argentinos Pan American Energy (14) y las norteamericanas Esso (20) y Chevron (88), el flamante socio de YPF. La británico-neerlandesa Unilever (33) ocupa el primer puesto en limpieza y cosmética, seguida por las yanquis Procter y Gamble (81), Avon (151) y Kimberly Clark Argentina (159). En neumáticos, los primeros puestos corresponden a la italiana Pirelli (126) y la japonesa Bridgestone (152). En Bebidas, la hoy belga-brasileña Quilmes (42) está primera, y la sigue Sistema Coca-Cola (55), representación oficial de la marca yanqui en el país. Poco más atrás (cuarto puesto) está Danone rama bebidas (146), seguida por Coca Cola Femsa (157), con capitales de origen mexicano y norteamericano. En calzados dominan la estadounidense Nike (196) y la alemana Adidas (240). En maquinaria agrícola la norteamericana Ind. John Deere (113) ocupa lejos el primer lugar, y la sigue la también yanqui AGCO (316). Podríamos continuar esta lista largamente. Incluso en las ramas donde no ocupan los primeros lugares y hay jugadores locales con posiciones dominantes, es notoria la presencia extranjera en los segundos puestos. En todas las escalas y en todas las áreas de la economía nacional puede registrarse la misma tendencia.
Resulta inevitable que se susciten numerosas objeciones. ¿Por qué desde el punto de vista marxista, es decir, el de la apuesta por la emancipación de la clase trabajadora, las banderas del capital tendrían alguna importancia? ¿Se trata de ser “nostálgicos” de lo nacional? ¿Es que acaso la burguesía autóctona puede calificarse bajo algún estándar de “progresiva” respecto del capital trasnacional imperialista? Ante todo, no se trata de ningún modo de ninguna ponderación positiva de la burguesía nacional, que supo mostrar durante todo el siglo XX su faceta enteramente vasalla y reaccionaria.
Sus principales fracciones se han mostrado siempre más prestas a privilegiar las modestas ventajas que pudieran ofrecer las migajas que caen de la mesa del festín que se dan las corporaciones imperiales al que son invitados en segunda fila, que a acompañar los –muy modestos por otra parte– atisbos de autonomía nacional que intentaron algunos gobiernos de la región en distintos momentos históricos. No se trata entonces de repudiar el relevo de este actor por el capital extranjero por cualquier supuesta virtud que tenga. La amarga conclusión de Aldo Ferrer, de que se trata de una clase sin “densidad nacional”, puede ser parcial al no poner sobre el tapete todas las determinaciones que operaron contra las posibilidades de desarrollo de una burguesía más dinámica en el país, pero sí expresa el conformismo con el cual esta clase se adaptó prestamente a su destino semicolonial y tendió a focalizarse en la rentabilidad de corto plazo, siempre dispuesta a entregar posiciones al capital trasnacional a cambio de un buen fajo de dólares.
Se trata de precisar lo que es materialmente la formación económico social argentina, es decir, cómo se produce, se reparte y se reinvierte (o no) el plusvalor generado en el espacio nacional. En este análisis el origen de las distintas fracciones del capital está lejos de ser un dato irrelevante. Veamos lo que nos dice la Encuesta de Grandes Empresas en la Argentina (ENGE), que elabora el INDEC. La misma trabaja con las 500 empresas no financieras de mayor tamaño en el país. Estas empresas equivalen a alrededor del 33% del valor agregado del país si consideramos solo los sectores productivos incluidos en la encuesta (es decir, excluyendo aquellas ramas del producto nacional en las cuales no hay ninguna empresa incluida en la encuesta), indicio de una fuerte representatividad. Esto significa que podemos aproximar tendencias más generales sobre esta base. ¿Qué nos dice la ENGE? Lo que nos muestra es que las empresas con participación extranjera en el panel de las 500 más grandes pasaron de ser 219 en 1993, a 322 en 2011. De punta a punta, tenemos un crecimiento del 47% en 18 años. La última década, presentada como una de recuperación de soberanía y “renacionalización”, resalta por una marcada estabilidad en el panel: de un pico de 340 empresas con participación extranjera en el panel en el año 2003, éstas se redujeron en apenas 18 empresas durante estos años. Y esto no es tanto consecuencia de una política específica (que prácticamente no hubo), como el producto de una modesta repatriación de algunos de los dólares fugados por los grandes empresarios durante los años de agonía de la convertibilidad, que luego de la brutal devaluación permitieron comprar capitales locales a precios de bicoca con sólo una proporción menor de lo fugado. La conclusión entonces es que el 65% de las grandes empresas tienen participación de capital extranjero, es decir, que poco más de un tercio son de capital enteramente nacional. Además, alrededor del 55% de las grandes empresas tienen una participación de capital extranjero que supera el 50%, es decir, que su presencia no se reduce a meras participaciones minoritarias. Otros datos le agregan al cuadro más elocuencia: aunque las empresas de capital nacional corresponden al 35% del total, apenas representan el 20,2% del valor bruto de producción del total del panel y 19,6% del valor agregado. En lo que hace a las utilidades, explican el 13,1% de la utilidad de las 500 grandes empresas. Es decir, que la mera consideración del número absoluto de empresas subestima la penetración del capital extranjero que muestra la ENGE.
Extranjerización y dependencia (o por qué la primera importa)
Si volvemos al recorte de las 500 empresas que toma la ENGE no es un dato nada menor que en 2011 los 498.000 asalariados contratados por empresas con participación extranjera (el 64% del total de trabajadores contratados por empresas del panel) producían un 80% de las utilidades generadas por el panel. Utilidades que ascendían a 104.000 millones de pesos, lo que significa nada menos que 322 empresas extranjeras tenían en 2011 utilidades netas por un valor equivalente al 5,5% del PIB. La proyección de esta proporción al conjunto de la economía resulta abrumadora. No puede más que decirse que la economía argentina tiende cada vez más a convertirse en un espacio en el que se valoriza de forma privilegiada el capital imperialista. Con el resultado, claro está, de que la plusvalía así generada es administrada globalmente, y su sucesiva acumulación en el espacio nacional queda condicionada a decisiones tomadas en casas matrices de metrópolis distantes. No resulta sorpresivo que la remesa de utilidades de empresas al extranjero haya duplicado su nivel promedio como proporción del PIB en la primer década del siglo XXI respecto de la década anterior, pasando de un promedio equivalente al 1% del PIB a uno de alrededor de 2%. Aunque las maniobras del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, hayan logrado frenar en los últimos años esta sangría, difícilmente podría presentarse como un cambio estructural lo que depende de indicaciones no escritas de un secretario (que suelen tener además como contrapartida otros jugosos negocios para las empresas). Mucho predican varios voceros del empresariado la necesidad de más inversiones extranjeras para el desarrollo económico, pero esto significa sencillamente que por cualquier adelanto productivo que por esta vía se pudiera introducir, el drenaje de riqueza por remesas de utilidades será una sangría aún mayor. Sumada a la deuda pública externa constituyen una expoliación formidable que enriquece al capital financiero y las economías de los países imperialistas2. Sobrevuela el fantasma de Chevron y las garantías de libre disponibilidad de las divisas equivalentes a un 20% de la producción para las empresas que realicen inversiones en shale por un monto superior a los 1.000 millones de dólares. Ese 20% representa un salvoconducto para enviar al extranjero buena parte de las ganancias amasadas en Vaca Muerta.
Podría objetarse, sin embargo, que de ningún modo la penetración de capital trasnacional es un fenómeno que se restrinja a los países semicoloniales y dependientes. De hecho, los datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), revelan que el principal destino de la inversión extranjera son las economías más ricas. Es decir, que la mayor parte de los capitales trasnacionales fluyen de una potencia imperialista a otra, y no hacia las semicolonias. Sin embargo, es una formalidad limitar el análisis a estos flujos, sin ponerlos en relación con la gravitación muy distinta que tiene en los países imperialistas y en las economías dependientes el propio capital local, que junto con la regulación estatal establece los lineamientos a los cuales los flujos de capital extranjero tienden a acomodarse. En el caso de las economías dependientes, en cambio, suele ser el capital extranjero el que impone los lineamientos. Y, como muestran de forma elocuente los datos ya provistos, no sólo está presente en la economía argentina sino que ocupa gran parte de los puestos de mando.
La Argentina “clusterizada” del siglo XXI, donde apenas 10 complejos productivos explican más del 70% de las exportaciones, el capital extranjero se encuentra a la cabeza de la mayoría de las cadenas productivas, las integra como eslabones en entramados globales, determina las pautas tecnológicas y logra concentrar el grueso de las ganancias. El desarrollo local es una función del capital transnacional. Que no se trata de una cuestión secundaria ni mucho menos, lo ponen de relieve no sólo las unilateralidades varias que pueden encontrarse en las características particulares que muestra el desarrollo desigual y combinado en economías dependientes como la Argentina, sino también los impactos que tiene sobre la macroeconomía el conjunto efectos que se derivan de la condición de dependiente, sumada a la del atrasado (en relación a los niveles de desarrollo que muestran las economías más ricas) que le está indisolublemente ligada y tiende a reforzarse bajo los efectos de la dependencia. La primera es la ya mencionada sangría de las remesas. Pero también tenemos los déficits comerciales, que son efecto de un comercio en condiciones que son desventajosas por las asimetrías productivas existentes3. Durante las últimas décadas ambos impactos se profundizaron, por la presión reforzada a través de la OMC y los organismos multilaterales de crédito por incrementar la apertura en el comercio y las inversiones (que hoy nuevas rondas de tratados apuestan a profundizar). Esto contribuyó a acrecentar los problemas estructurales que conducen a déficits comerciales (aunque el boom de las materias primas haya opacado un poco estos efectos de largo plazo), así como a aumentar las inestabilidades causadas por movimientos de capitales que buscan rentabilidad en muy corto plazo; pero además la apertura fue un vehículo para reforzar el ingreso del capital imperialista, que adquirió numerosas empresas locales o desarrolló nuevos negocios con miras al mercado mundial. Por último el endeudamiento público, que tiene su origen entre otros elementos en la necesidad de administrar la macroeconomía inestable, pero como hemos visto en reiteradas ocasiones sólo patea los problemas para que estallen luego de forma mucho peor. Detrás del capital extranjero se recorta la presencia de las grandes potencias, con EE.UU. a la cabeza. Estas potencias piensan y actúan globalmente, en defensa de los intereses de sus capitales transnacionalizados y también del orden capitalista global (desarrollando además rivalidades entre ellas). Recordemos cómo el gobierno “nacional y popular” se mostró tan presto a responder al reclamo de la exembajadora yanqui Vilma Martínez, cuando en 2009 los obreros de la compañía norteamericana Kraft ocupaban la planta de Pacheco, enviando fuerzas represivas para desalojarla. Un hecho a todas luces de baja intensidad alcanzó, sin embargo, para poner en evidencia las grandes fuerzas que estarán en pugna ante cualquier escalada de la lucha de clases. No se puede perder de vista que cualquier iniciativa revolucionaria de la clase obrera deberá hacer frente no sólo a la burguesía argentina y el aparato represivo del Estado nacional, sino al imperialismo, que hoy –basta con ver Medio Oriente para comprobarlo– muestra el mismo vigor como principal fuerza de la contrarrevolución internacional que en tiempos del clásico libro de Lenin.
No faltan quienes hoy siguen pretendiendo que, previo a cualquier perspectiva de que la clase trabajadora pueda proponerse la conquista del poder, es necesario un mayor desarrollo del capitalismo y algún tipo de “liberación nacional” del imperialismo, y que las pretendidas batallas “contra las corporaciones” de estos tiempos son un avance en ese sentido (ver por ejemplo Eduardo Basualdo). Pero el capitalismo argentino se encuentra hoy plenamente desarrollado como capitalismo dependiente. No existe estrategia de “desarrollo autónomo” capitalista que vaya a cambiar significativamente sus contornos, por la principal razón ya mencionada de que los sectores más gravitantes de la burguesía argentina no tienen ningún interés en ese sentido. Sin romper de cuajo con el imperialismo, la expoliación imperialista no hará más que profundizarse, aunque sus efectos se desdibujen parcialmente durante algún breve interregno de condiciones extraordinariamente favorables que permitan crecimiento económico y acumulación de reservas monetarias –como ocurrió la última década para América Latina tomada de conjunto gracias al boom de las commodities– aún a pesar de que esta tendencia de fondo no se vea alterada. Contrariando la ilusión de que durante estos años las cadenas se relajaron un poco, en realidad el capital trasnacional no hizo más que seguir avanzando. Solo la clase trabajadora puede proponerse cortar con este nudo gordiano de la dependencia, expropiando los resortes económicos fundamentales en manos del capital imperialista y los grandes empresarios nacionales asociados por mil lazos a él, para ponerlos a funcionar bajo gestión obrera en función de las necesidades obreras y populares, y no de las ganancias de los grandes pulpos globales.
Blog del autor: puntoddesequilibrio.blogspot.com
1 El último ranking disponible es el publicado en Prensa Económica 311, Buenos Aires, octubre 2012.
2 Aunque el monto de riqueza que fluya de remesas y por el rendimiento de activos financieros desde un país como la Argentina podrían parecer a primera vista poco significativos para economías del tamaño de la norteamericana, la cosa cambia cuando consideramos el efecto agregado de los flujos provenientes del conjunto de las economías dependientes. Resulta muy revelador a este respecto el análisis que hacen Gerárd Duménil y Dominique Lévy, “El imperialismo en la era neoliberal: respiro y crisis de la Argentina”, Realidad Económica 225, Buenos Aires, marzo de 2007.
3 Acá no estamos ante un fenómeno que se limite a los países dependientes. Los EE. UU., por ejemplo, viene registrando un déficit comercial crónico desde hace quince años. Pero claro, el rol privilegiado del dólar en el sistema monetario mundial le permite financiar este déficit sin mayores inconvenientes (al menos hasta el presente).
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Si ustedes son taaaaaaaaan inteligentes, sabiendos y conocedores de lo que representaba Macri... ¿porqué llamaron a votar en Blanco?
Porqué están tan escandalizados ahora del desastre, si en la 2° Vuelta no se preocuparon de evitar la llegada de estos demonios a la Rosada ?????
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo) |
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De: Matilda |
Enviado: 22/04/2017 15:59 |
Que problema! No? Cuando estás en la disyuntiva de lo mismo o más de lo mismo, no se hace tan difícil.
El verdadero problema ,es que a vos se te hace muy difícil,por no decir imposible, ser consecuente con una ideología, porque claro, creés en la posibilidad de remendar este sistema de mierda. Mientras que en el poder están siempre los representantes del sistema, nosotros sólo pensamos en deshacernos del mismo y de sus representantes también. Y no estamos escandalizados,tratamos de abrir los ojos de los trabajadores, para que no caigan en trampas caza bobos una y otra vez. |
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