Desde que Donald Trump ganó la Presidencia de Estados Unidos, la Bolsa de Nueva York, el mayor mercado de valores del mundo, va en ascenso. El pasado 25 de enero, el Dow Jones, su índice industrial, alcanzó por primera vez en su historia 20.000 puntos, lo que significa que ha subido 9 por ciento desde el triunfo del magnate. Otros índices, como el Nasdaq Composite y el S&P 500 también han alcanzado marcas históricas en Wall Street. Desde noviembre pasado, el primero ha subido 8 por ciento y el segundo 6 por ciento, gracias a los valores financieros y energéticos.
Al parecer, los mercados van en contravía del sentir del mundo, que está aterrorizado por las primeras decisiones del presidente en materia económica y política, con las que ha demostrado que los peligrosos anuncios que hizo durante su campaña van en serio.
Pero el entusiasmo de la principal plaza bursátil del mundo y de otros mercados financieros tiene explicación.
Trump prometió bajar impuestos a las grandes empresas y es probable que incluya una cláusula que permita repatriar capitales a una tasa menor. Las dos medidas son muy favorables a las corporaciones, pues permitirán tener más utilidades y repartir mejores dividendos a los accionistas, todo lo cual impulsa el mercado accionario. Por otra parte, el plan de inversión pública para mejorar la infraestructura unido a la voluntad de financiar proyectos para explotar petróleo y gas de esquisto han elevado las expectativas de crecimiento de la economía estadounidense, y eso entusiasma a los inversionistas de Wall Street.
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Un elemento adicional explica la actitud positiva de los mercados. Se trata del tono que mostró la Reserva Federal (el banco central estadounidense) en la reunión más reciente de política monetaria. Los observadores interpretaron que la FED prefiere esperar a que se concreten los anuncios del presidente Trump, antes de elevar las tasas de interés. Y como se sabe, que no suban los intereses se traduce en el corto plazo en mayor combustible para el mercado y en un mayor apetito por las acciones. Los inversionistas ya prácticamente descartaron que en marzo se produzca otro incremento en las tasas, aunque la Reserva Federal había insinuado que subirían más rápido de lo que el mercado había anticipado.
Otra razón para el optimismo en Wall Street tiene que ver con el anuncio del gobierno de revisar la Ley Dodd-Frank, adoptada después del colapso bursátil de 2008 para controlar el mercado financiero, pues el nuevo mandatario norteamericano considera que es un exceso de regulación estatal. Esa noticia es un canto celestial para el sector financiero que ha criticado duramente la norma, pues sostiene que le ha representado enormes costos, de alrededor de 55.000 millones de dólares en los últimos ocho años. De concretarse, ganarán las entidades financieras y eso posiblemente ya se está anticipando en los precios de las acciones.
De eso no dan tanto
Pero la verdad es que los motivos para tanta felicidad podrían no ser duraderos. Para el analista Alberto Bernal, los inversionistas le están dando el beneficio de la duda al nuevo presidente, pues muchos no creen que llegará hasta el límite de empezar una guerra comercial con el mundo. Sin embargo, para el mismo Bernal sí hay un riesgo muy alto de que Trump, con su ideología proteccionista, le dé un golpe mortal a los mercados. Por eso está en desacuerdo con el optimismo de las primeras semanas del año. “Por ahora, hay muchas preguntas abiertas sin respuestas y eso es incertidumbre”, dice.
Cada vez más analistas han comenzado a preocuparse. Algunos de ellos citados por la agencia Bloomberg afirman que el mercado cree que las políticas de Trump harán más para alimentar la inflación que el crecimiento en el corto plazo. “Sospechamos que los mercados pronto estarán descubriendo y digiriendo una mezcla de bajo crecimiento, inflación creciente y política monetaria más estricta”, dijo Charles Himmelberg, de Goldman Sachs Group, citado por Bloomberg.
Esta preocupación se podría estar reflejando en el comportamiento de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, que están ofreciendo a corto y mediano plazo mejores rendimientos que a largo plazo. Es decir, algunos son conscientes de que hay que disfrutar la fiesta hoy, porque sospechan que no se mantendrá por mucho tiempo.
Otros afirman que revisar la Ley Dodd-Frank es un enorme retroceso, pues sería volver al libertinaje financiero que causó la crisis de 2008 y afectó al país entero. En un artículo reciente en el diario El Espectador, el columnista Salomón Kalmanovitz recuerda que esta ley obligó a los bancos a restringir su endeudamiento para hacer inversiones de alto riesgo, a aumentar el capital con que debían responder, prohibió destinar nuevos fondos públicos para salvarlos y creó una agencia federal de protección al consumidor financiero. Anota el columnista que, si cumple su anuncio, el propio Trump estaría renegando de sus compromisos con su electorado, al que le prometió castigar a los banqueros de Wall Street e impedir que sus intereses dominaran en su gobierno.
Por otro lado, no se descarta que las medidas migratorias anunciadas por el nuevo presidente tengan un impacto negativo sobre las empresas tecnológicas. Los gigantes de esta industria cuestionaron la política de la Casa Blanca, pues se estima que un 37 por ciento de los empleados de las grandes corporaciones de este sector son inmigrantes. Un amplio grupo de empresas de Silicon Valley (California), como Apple, Facebook, Google, Intel, Netflix, Airbnb, Microsoft, se sumaron a las demandas judiciales contra la orden ejecutiva de Trump.
Optimismo entre emergentes
Si las apuestas que buscan beneficiarse del triunfo de Trump comienzan a agotarse en Estados Unidos, como se teme, los mercados emergentes podrían sacar partido, pues los inversionistas volverían a traer su dinero.
En este sentido, si bien se pensaba que estos mercados iban a sufrir mucho con la elección del neoyorquino, ahora muestran otra cara. Las monedas, los bonos y las acciones en estos países emergentes, que habían caído en noviembre, se han recuperado, pues los inversionistas piensan que lo peor ya quedó incorporado en los precios. Aunque no todos estén completamente convencidos de ello.
El MSCI Emerging Market, el índice más popular de mercados emergentes, ha avanzado cerca de un 7 por ciento en lo que va del presente año, más del doble de lo que ha aumentado el S&P 500, que agrupa a las mayores empresas de Estados Unidos. También la bolsa china ha registrado aumentos importantes desde la elección de Donald Trump.
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Varios gestores de fondos de inversión, citados por el diario The Wall Street Jounal, señalaron que están viendo buenos retornos en los países emergentes. De hecho, hasta la semana pasada, los fondos habían comprado en acciones de estas economías alrededor de 1.400 millones de dólares. Después de las elecciones en Estados Unidos, los inversionistas habían retirado más de 5.000 millones de dólares de acciones de emergentes, y se habían llevado ese dinero a Estados Unidos, entusiasmados por los anuncios de Trump en materia fiscal.
Este año también ha habido mayor apetito por los bonos de los países de América Latina. Esto, incluso, ha beneficiado a Colombia, pues en enero colocó bonos internacionales por 2.500 millones de dólares, la mayor demanda de la historia de emisiones realizada por la Nación. Incluso, según el Ministerio de Hacienda, los inversionistas querían comprar tres veces más que lo que colocó.
Ahora bien, lo mejor es darle tiempo al tiempo, sobre todo porque no hay que olvidar que con los mercados nunca se sabe. Tan pronto como se entusiasman, decaen. Por eso la fiesta que hoy vive la bolsa en la Gran Manzana podría ser más corta de lo pensado