El presidente brasileño fue grabado hablando sobre los pagos para silenciar el testimonio de un posible testigo en la investigación sobre la corrupción en Petrobras.
El presidente brasileño, Michel Temer, asiste al velatorio del magistrado de la Corte Suprema de Brasil Teori Zavascki, en Porto Alegre. / Reuters
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El Tribunal Supremo de Brasil ha confirmado la apertura de una investigación al presidente, Michel Temer, por supuesta obstrucción a la justicia, después de que una grabación revelara que intentó comprar el silencio de un influyente diputado, actualmente en prisión, para que no ofreciera detalles de la corrupción en Petrobras.
La decisión ha sido tomada por el instructor del caso Petrobras en el Supremo, el juez Edson Fachin, que acepta la petición realizada por la Procuraduría General de la República. Así, Temer pasa a ser formalmente investigado en el marco de la operación 'Lava Jato'.
Según una investigación publicada por el diario 'O Globo', Temer fue grabado a principios del pasado mes de marzo en una conversación con los dueños del gigante cárnico JBS, Joesley Batista y Weisley Batista.
En la grabación, el mandatario brasileño aprueba comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, actualmente en prisión por participar en la trama de corrupción. "Hay que mantener eso, ¿ok?", afirma Temer en la citada conversación, mientras los dueños de la empresa JBS confiesan que destinan mensualmente un importe a Cunha para que no hable.
La oposición y los grupos sociales exigen su dimisión o un 'impeachment'
Rafael Marchante / Reuters
Así, con esta decisión, el Supremo acorrala a Temer, que llegó al poder hace un año tras promover la suspensión y posterior destitución de su antecesora, Dilma Rousseff. El presidente había anunciado una comparecencia pública para este jueves con el objetivo de defenderse de las acusaciones, pero, de momento, ha cancelado toda su agenda para celebrar reuniones de emergencia con su equipo.
En una de ellas, la mantenida con los legisladores, Temer aseguró que su gobierno no caerá. En el encuentro, el presidente brasileño afirmó que es víctima de una "conspiración" desde el mismo momento en que su gobierno empezó a tener éxito.
Desde que se dio a conocer la grabación, el opositor Partido de los Trabajadores (PT), así como varias organizaciones sociales, han solicitado la dimisión del presidente, además de presentar una petición de 'impeachment' contra él similar a la que sufrió Rousseff. Varios grupos de manifestantes han salido a la calle en las últimas horas para exigir su renuncia, tanto en las inmediaciones del Palacio de Planalto, en Brasilea, como en la capital financiera, Sao Paulo.
El sacudón que ha puesto en aprietos al presidente Michel Temer no sólo ha tenido repercusión política: el mercado bursátil fue el primero en reaccionar negativamente ante la posibilidad de un "impeachment" en ciernes.
Paulo Whitaker
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Las maniobras realizadas para controlar los nocivos efectos escándalo tampoco fueron suficientes para evitar la depreciación de casi 9% que experimentó el real frente al dólar. La divisa norteamericana cerró la sesión con una cotización de 3.400 reales para la compra y 3.402 para la venta.
Vecinos en alerta
El sacudón político también afectó el desempeño bursátil de los socios comerciales de Brasil en la región como Argentina y Chile. En Buenos Aires, el índice Merval se hundió en 2,9%, precisa el portal Ámbito.
El desplome de las acciones de Petrobras en el corro argentino arrastró los papeles de empresas como Comercial Plata, que experimentó un retroceso de 4,2%; Aluar, con un 3,8%; y Central Constanera, con 3,7%.
Un contagio similar le ocurrió a la bolsa chilena. Las acciones de la aerolínea brasilera Latam cayeron 6,5%, el mayor desplome desde el 21 de agosto de 2013, indica Diario Financiero; mientras que los títulos de la tecnológica Sonda -con presencia en Brasil- se desplomaron 4,11%.
La convulsión política en Brasil está lejos de terminar. Este jueves, el Tribunal Supremo ordenó la investigación en contra del mandatario para determinar si actuó para obstruir la justicia, mientras que Temer reafirmó que no dimitiría al cargo. Su ministro de Ciudades, Bruno Araújo, abandonó el gabinete.
Temer asumió la primera magistratura después de un controvertido "impeachment" contra la mandataria electa, Dilma Rousseff, quien calificó la jugada como un "golpe de Estado". Ahora, el mandatario podría ser objeto del mismo procedimiento que se le aplicó predecesora.
La palabra impeachment vuelve a resonar por todo Brasil, justo un año después de la caída de la anterior presidenta, Dilma Rousseff. La diana apunta ahora al hombre que desplazó a Rousseff en 2016, su entonces vicepresidente, Michel Temer. El Tribunal Supremo autorizó ayer abrir una investigación judicial a Temer después de que un empresario le haya situado en el centro de una supuesta trama de sobornos. Temer anunció que no dimitirá, pero han comenzado las deserciones entre sus aliados y los mercados entraron en pánico.
Brasil, el mayor país de América Latina y la novena economía del planeta, ha vivido las últimas semanas lo que se ha bautizado como O fim do mundo, las confesiones de los ejecutivos de la mayor constructora del país que han implicado en el cobro de sobornos a prácticamente toda la clase política. Pero más allá del fin del mundo aún había otra crisis por venir. La prueba llegó con la apertura ayer de la Bolsa de São Paulo, hasta ahora impávida a las convulsiones políticas. El mercado sufrió el mayor desplome desde el hundimiento de Lehman Brothers, hace 10 años, y tuvo que suspender temporalmente las cotizaciones veinte minutos después de la apertura. Y eso que aún no se conocía la decisión del Supremo de autorizar la investigación a Temer.
El origen de la nueva sacudida se sitúa otra vez en las confesiones de empresarios acusados de pagar sobornos a cambio de favores políticos. Ahora son los dueños del imperio cárnico JBS, el mayor donante de las campañas electorales de los principales partidos del país. Según reveló el periódico O Globo, el presidente de JBS, Joesley Batista, grabó una conversación con Temer en la que le comenta que está pagando un soborno mensual para comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, condenado a 15 años de cárcel por corrupción. La respuesta de Temer, según O Globo, fue: “Eso tienes que mantenerlo, ¿vale?”.
La noticia conmocionó inmediatamente al país. En algunas ciudades cientos de personas, ligadas a grupos de izquierda, se echaron a la calle. Horas después, los acontecimientos estrechaban el cerco sobre el Gobierno. El Supremo decidía retirar la condición de senador a uno de los principales sostenes de Temer, el líder del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), Aécio Neves, que a punto estuvo de arrebatar la presidencia a Rousseff en las elecciones de 2014. La Policía dispone de pruebas documentales de sobornos pagados por JBS a Neves.
Temer, que ya había emitido una nota negando los hechos en la noche del miércoles, hizo este jueves un pronunciamiento público para insistir en el desmentido y asegurar: “No dimitiré”. El presidente parece decidido a aferrarse al cargo pese que él mismo reconoció que se abre una “crisis de proporciones políticas aún no dimensionadas”.
Los aliados de Temer van a poner a prueba su capacidad de resistencia. Dos ministros anunciaron su dimisión -uno de ellos rectificó más tarde- mientras un grupo de parlamentarios del PSDB comunicó que se va a sumar a las peticiones de impeachment ya registradas por diputados de la oposición.
Apoyos precarios
La reacción de los mercados ilustra también la precariedad del Gobierno. Con unas cuotas de popularidad sonrojantes —tiene el apoyo de menos del 10% de los brasileños—, los grandes sectores económicos, dentro y fuera del país, estaban siendo su gran sostén. El mercado apostaba a que Temer lograría sacar adelante en el Congreso su programa de liberalización económica, que incluye una reforma laboral y recortes en el sistema de pensiones. El presidente estaba empeñado en aprobar esas propuestas, pese a que le han costado una huelga general y las críticas de una parte de sus compañeros del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una formación sin ideología definida, que pacta a derecha e izquierda, según la coyuntura.
En la nueva crisis política vuelve a desempeñar un papel decisivo Eduardo Cunha, también del PMDB y uno de los personajes más siniestros de los muchos que pueblan la política brasileña. Como presidente de la Cámara de Diputados, Cunha jugó un papel decisivo en 2016 en la caída de Rousseff con el propósito, según confesión reciente del propio Temer, de parar las investigaciones judiciales en marcha contra él. Pero había demasiadas pruebas de que cobró sobornos millonarios y no pudo esquivar la cárcel. En los últimos meses, no cesó de enviar mensajes amenazantes desde prisión. Cunha pasa por ser depositario de algunos de los peores secretos de las cloacas políticas de Brasil.
El presidente de Brasil, Michel Temer, fue acusado este viernes por la Fiscalía de tentativa de obstrucción a la justicia, en un nuevo golpe para el mandatario conservador que trataba de impedir una desbandada de aliados para permanecer en el cargo.
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Según la Fiscalía General, Temer habría actuado en coordinación con el senador Aécio Neves, suspendido el jueves, para poner palos en las ruedas de la operación Lava Jato, que investiga una vasta red de sobornos en Petrobras.
“Se verifica que Aécio Neves, en articulación, entre otros, con el presidente Michel Temer, buscaron impedir que avancen las investigaciones de Lava Jato, sea a través de medidas legislativas o por medio del control de nombramientos de los comisarios de la Policía que conducirían las investigaciones”, dijo el fiscal general, Rodrigo Janot, en su pedido para que el Supremo Tribunal Federal (STF) autorice investigar.
Las acusaciones se basan en delaciones premiadas de ejecutivos del gigante mundial de la alimentación JBS, que creció rápidamente gracias a préstamos baratos del banco estatal de desarrollo durante los 13 años de gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff con el Partido de los Trabajadores.
Según los testimonios divulgados ayer por el STF, Temer recibió 4,6 millones de dólares de JBS, el expresidente Lula –quien ya enfrenta cinco cargos de corrupción– recibió 50 millones de dólares de sobornos en cuentas en el extranjero, y otros 30 millones de dólares fueron depositados en cuentas de Rousseff. Los dos se han declarado inocentes.
Brasil vive en estado de conmoción política desde que el miércoles el diario O Globo reveló una conversación entre Temer y Joesley Batista –uno de los dueños de JBS–, en la que el jefe de Estado da su supuesta “anuencia” al pago de un soborno para comprar el silencio del exdiputado Eduardo Cunha, encarcelado por corrupción. En esa reunión, Temer también indicó a Batista que podía contactar al diputado Rodrigo Rocha Loures, un estrecho aliado, para discutir temas de interés de su grupo empresarial.
Las autoridades registraron luego a Batista y Loures discutiendo delitos como garantizar la coincidencia de versiones de acusados en el caso Petrobras o la compra de su silencio.
Y aunque el presidente, de 76 años, rechazó tajantemente esas acusaciones, los mercados encendieron sus alarmas ante la posibilidad de que la agitación política bloquee el avance de las medidas de austeridad impulsadas por su gobierno, como la elevación de la edad de las jubilaciones y la flexibilización laboral.
El mandatario se reunió este viernes por la mañana con sus asesores legales y desplazó para la tarde una audiencia con el ministro de Defensa, Raúl Jungmann, y con los mandos militares.
Con el presidente Michel Temer, buscaron impedir que avancen las investigaciones de Lava Jato
“El Gobierno está trabajando en tres frentes para volver a la normalidad después de la crisis: político, judicial y económico. El propio presidente forma parte de las negociaciones con la base aliada”, dijeron fuentes del palacio presidencial de Planalto.
La crisis por la que atraviesa el Gobierno se produce un año después de la caída de Rousseff, acusada por el Congreso de manipular las cuentas públicas.
Ese impeachment (juicio político) posibilitó la llegada al poder de Temer, que era su vicepresidente, para completar el mandato hasta fin del 2018.
Ante el escándalo de corrupción ya se habla de opciones para la salida de Temer de la presidencia. La primera sería su renuncia. Y aunque brasileños, opositores y medios como O Globo la piden, el presidente ha reiterado que no se irá.
La segunda alternativa sería que el STF lo aparte del cargo. Según la Constitución brasileña, ese Tribunal tiene la potestad de juzgar y procesar al mandatario por infracciones penales comunes, que en este caso podría ser la de obstrucción de la justicia. Sin embargo, por cuenta del fuero presidencial, el STF no podría juzgar ni procesar al presidente por haber recibido sobornos en el caso Lava Jato.
La tercera opción es la investigación que lleva a cabo el Tribunal Supremo Electoral, en la que se busca determinar si efectivamente la campaña del 2014, que llevó a la presidencia a Rousseff y a la vicepresidencia a Temer, recibió dineros de Odebrecht. En caso de que el Tribunal falle en su contra, se declarará nulo el mandato del actual jefe de estado.
El impeachment sería la cuarta alternativa. El presidente enfrenta desde el jueves ocho pedidos de este tipo. Pero un eventual juicio político solo prosperaría si la coalición que lo apoya, o al menos una parte de ella, le da la espalda.
“Por eso la primera cuestión es saber si los partidos que forman la base del gobierno dejarán el gobierno”, dijo Thomas Pereira, profesor de derecho constitucional en la Fundación Getulio Vargas, en Río.