Feliz el que se muere / sin saber que se muere / Privilegio de ancestros / sin ritos funerarios / ni ficciones de duelo / Se está y ya no se está / Ascendientes y prole / no sufren de la ausencia.
Así dejó dicho en su poema Desmemoria sus impresiones sobre este singular momento que nadie puede evadir y en el día de ayer se le hizo verídico al escritor Juan Goytisolo, imprescindible artífice de las letras hispanas, merecedor en el 2014 del Premio Cervantes, galardón más elevado en ese apartado mundial.
Con 86 años de edad y en estado delicado de salud sorprendió la muerte en Marrakech, Marruecos, al autor de Señas de identidad (1966) y Reivindicación del Conde don Julián (1970), obras de marcada progresión literaria, a juzgar por la dinámica mostrada en el uso de los tiempos verbales, de situaciones comunicativas y de la posición del emisor en un discurso que invita al lector a participar de una aventura en la que apenas consigue saber los límites entre lo absurdo y lo racional.
Entre los muchos méritos que se le reconocen a este escritor de talla universal, autor además de reportajes y diarios, también está el haber presidido el jurado de la Unesco escogido para deliberar en torno a las Obras Maestras del Patrimonio de la Humanidad.
Creador de un estilo inusitado, en el que cuesta y vale preguntarse quién es el autor que narra en sus novelas, Goytisolo arremetió contra la falsedad contaminada y la decadencia del ser humano, haciendo un llamado a la autenticidad y la transparencia de su comportamiento cotidiano.
Según trascendió en las redes sociales, la Unesco expresó que con este adiós «desaparece una figura que destacó por su apuesta firme por el diálogo intercultural».
No en balde Goytisolo fue galardonado, por solo citar algunos, con el Premio de Ensayo y Poesía Octavio Paz en el 2002, el Juan Rulfo en el 2004, el Nacional de las Letras Españolas en el 2008, y el Quijote de las Letras Españolas, en el 2010, por la obra de toda la vida, que otorga la Asociación Colegial de Escritores de España.
Aunque expresara en el ya referido texto (Desmemoria) la disolución del recuerdo como nieve en un vaso de agua, la imagen que se esfuma el calor que existió en el lecho vacío, la caducidad, la falta de consuelo en el mirar, la foto desvaída y la certeza de que todo se olvida, en esto no acertó el erudito. Ni amnesia ni expiración de su legado para quienes portan la herencia de su sabiduría, inhalada desde sus libros.