LA HABANA, Cuba.- Una de las historias más ocultas de la dictadura castrista es la participación que tuvieron numerosos bandidos en las guerrillas comandadas por Fidel y Raúl Castro, durante los años 1957 y 1958.
Crescencio Pérez Montano fue uno de ellos. Su historia verdadera ha sido borrada de la Revolución Cubana.
Está más que claro que Fidel Castro siempre ha mentido en relación a cómo se formó el Ejército Rebelde del Movimiento 26 de Julio. Vamos por pasos: La Sierra Maestra era, desde mucho antes de su llegada, el mejor refugio para bandidos y criminales.
En diciembre de 1956, luego del rotundo fracaso del desembarco del yate Granma en las costas orientales, muertos muchos de sus 82 expedicionarios y disperso el pequeño grupo de sobrevivientes, se fundó una guerrilla gracias a Crescencio Pérez. El propio comandante Faustino Pérez dijo que sin la ayuda de ese hombre de unos sesenta años, ninguno de ellos hubiera sobrevivido al hambre. Tanto fue así que un día escribió el Che: “Cogimos diez mil cabezas de ganado y dijimos a comer”.
Crescencio aparece en los primeros documentos de la enciclopedia Ecured “Una figura de prestigio como viejo luchador contra la Guardia Rural desde Machado, querido por unos y temido por otros y presentado por Celia Sánchez a Fidel, unos días después del desembarco del Granma”.
Pero, ¿y qué más? ¿Qué ocurrió que su nombre desaparece del mapa, Raúl Castro no lo menciona y mucho menos Fidel en sus repetidos discursos durante más de medio siglo?
Gracias a la célebre investigación del historiador británico Hugh Thomas, sabemos la verdad sobre este famoso bandido, tan parecido a Pancho Villa y a Augusto César Sandino.
Acusado de asesinato, Crescencio era dueño del monopolio de la producción y venta de marihuana en la Sierra Maestra, tenía ochenta hijos ilegítimos y bajo su mando tenía a cien campesinos, prófugos de la justicia.
Pero muy conocedor de la zona, fue él y dos de sus hijos, Sergio e Ignacio, quienes pudieron dar con los expedicionarios perdidos y llevarlos hasta Fidel.
Los que escribieron después sobre cuántos eran los sobrevivientes, nunca se pusieron de acuerdo. El 4 de enero de 1959, Camilo dijo que eran ocho; Ameijeiras que eran nueve; el Che diecisiete, aunque luego dijera quince. Pero Fidel y Raúl Castro aseguraron que eran doce, cifra que se mantiene hasta hoy, seguramente en alusión a los apóstoles de Cristo o a los hombres de Carlos Manuel de Céspedes. Así se fundó el Ejército del Movimiento 26 de Julio. Y Fidel nombró entonces a Crescencio Fundador de la Revolución Cubana, tal como aparece en viejos documentos de esa gesta histórica.
Juntos los sobrevivientes, Crescencio le propuso a Fidel poner a sus campesinos bajo sus órdenes. Es curioso que el líder máximo, necesitado de hombres, sólo aceptara a unos veinte, alegando que no todos estaban armados. En la entrevista de cien horas que tuvo con Ignacio Ramonet, sólo dijo que “numerosos campesinos se habían sumado a la guerrilla”, pero sin aclarar que eran los bandidos de Crescencio. Ni siquiera menciona que le dio al nuevo amigo grados de comandante.
Esa es la razón por lo que la historia de Crescencio hoy es silenciada por la prensa nacional y por los historiadores oficialistas.
El Che Guevara, por aquellos meses, admitió, refiriéndose a ellos, que les faltaba “un espíritu forjado en la lucha, una conciencia ideológica clara”: Algunos de los hombres de Crescencio, que habían luchado en Alegría del Pío, “después huyeron como conejos”, según testimonio del Comandante Guillermo García. ¿Sería por eso que Fidel los reunió a todos para decirles: “La insubordinación, la deserción y el derrotismo, se castigaría con el paredón”?
Otro de aquellos bandidos, Eutimio Guerra, fue fusilado poco después como traidor.
El 17 de febrero llegó Herbert Matthews a la Sierra Maestra para entrevistar a Fidel. Decenas de hombres desfilaron con Raúl ante los ojos del periodista, rápidamente y a una distancia prudencial, en la penumbra de los matorrales. Eran los bandidos de Crescencio.
Este hecho hoy nos obliga a pensar que se hizo así para que no pudieran ser descubiertos en las fotos como prófugos de la Justicia y no lo que han declarado Fidel y Raúl, que fue para dar la impresión de que ya se tenía un Ejército.
Así comenzó la historia.
Crescencio, según Ecured, murió en 1986. Fue enterrado en el cementerio de Jiguaní. Durante sus casi treinta años de vida en La Habana, seguramente entre comandantes y generales, nada se sabe.
Habría que preguntarle a Raúl.