El 5 de agosto de 1895 dejó de existir Federico Engels, una de las mentes más brillantes de cualquier época y figura cimera del pensamiento y la lucha revolucionaria.
Consternados por la partida física de quien se consagrara junto a Carlos Marx, su hermano de ideales, a la tarea de dotar a la clase obrera de las herramientas teóricas que le permitieran levantar una sociedad superior, líderes de Inglaterra, Bélgica, Alemania, Holanda, Rusia y Francia expresaron en los funerales la significación de su legado teórico y revolucionario.
Ante el féretro, Pablo Lafargue señaló: “El general, como lo llamaban los amigos, nos ha dejado. Pero la batalla que dirigieron Marx y Engels como jefes del innúmero ejército del proletariado continúa. Alentados por sus ideas, por sus consignas, los proletarios de todos los países se han unido, seguirán fortaleciendo su unión y finalmente vencerán”.
Un año antes de su deceso, enfermo de gravedad, confesó, en lo que representa testimonio inequívoco de cuántas nuevas tareas lo inquietaban: “Mi situación es la siguiente: 74 años, que empiezo a sentir, y tanto trabajo que alcanzaría para dos cuarentones. Si pudiera dividirme en el Engels de 40 años y el Engels de 34 años…todo se arreglaría rápidamente.” [1]
El genial pensador, quien nació en 1820, además de colaborar junto a Marx en La sagrada familia; La ideología alemana y el Manifiesto Comunista, es autor, entre varias obras imperecederas de Anti-Duhring; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; Ludwig Feverbach y el fin de la filosofía clásica alemana, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre y Dialéctica de la Naturaleza, estudio que a pesar de quedar inconcluso es una indagación ejemplar, el cual pone al descubierto que el materialismo dialéctico es una de las bases metodológicas de las ciencias sociales.
En la penúltima de las obras citadas Engels logra, como nunca antes había ocurrido en el campo de las evaluaciones sociales, dar una explicación coherente acerca de asunto tan complejo. Su lectura ratifica la capacidad de su autor para adentrarse incluso en fenómenos de absoluta vigencia, como las cuestiones medioambientales.
Dice el revolucionario en 1876: “Pero ni un solo acto planificado de ningún animal ha podido imprimir en la naturaleza el sello de su voluntad. Solo el hombre ha podido hacerlo. Resumiendo: lo único que pueden hacer los animales es utilizar la naturaleza exterior y modificarla por el mero hecho de su presencia en ella. El hombre, en cambio, modifica la naturaleza y la obliga así a servirle, la domina. Y ésta es, en última instancia, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás animales, diferencia que, una vez más, viene a ser efecto del trabajo.
Sin embargo, no nos dejemos llevar del entusiasmo ante nuestras victorias sobre la naturaleza. Después de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras.
Los hombres que en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otras regiones talaban los bosques para obtener tierra de labor, ni siquiera podían imaginarse que, al eliminar con los bosques los centros de acumulación y reserva de humedad, estaban sentando las bases de la actual aridez de esas tierras”. [2]
Engels, asimismo, estimuló la preparación en múltiples disciplinas de aquellos llamados a desarrollar los cambios que desterraran la opresión:
“Las revoluciones burguesas del pasado necesitaban únicamente que las universidades les suministrasen abogados, la mejor materia prima para la formación de sus líderes políticos, pero para la emancipación de la clase obrera se necesitarán, además, médicos, ingenieros, químicos, agrónomos y otros especialistas, ya que se trata de dominar la dirección tanto de la máquina política como de toda la producción social, y esto no se consigue con frases sonoras, sino con conocimientos firmes”. [3]
El espíritu insaciable, en cuanto a poner a disposición del proletariado su inteligencia, no decayó ni en los momentos más álgidos de su vida. A finales de la década de 1870 y principios de la siguiente, por ejemplo, Engels recibió el impacto de la pérdida de personas muy importantes para él.
En 1878 falleció su esposa Lizzy Burns; en 1881 Jenny Marx, y en 1883 Jenny Longuet, hija de su inseparable compañero. Como si todo ello no fuera suficiente, el 14 de marzo de ese propio año se estremeció con la muerte de Marx, a quien había estado ligado durante cuarenta años de fecundo quehacer científico y revolucionario.
Lenin, décadas más tarde, se refirió a la incondicional ayuda que, en todos los órdenes, le brindó Engels a Marx. “Las estrecheces llegaron a abrumar de un modo verdaderamente asfixiante a Marx y su familia; a no ser por la constante y altruista ayuda económica de Engels, Marx no solo no habría podido llevar a término El Capital, sino que habría sucumbido fatalmente bajo el peso de la miseria.
Además, las doctrinas y corrientes del socialismo pequeñoburgués y del socialismo no proletario en general, predominante en aquella época, obligaba a Marx a mantener una lucha incesante y despiadada, y a veces a defenderse contra los ataques personales más rabiosos y brutales.” [4]
A la desaparición física de Marx recayó sobre sus hombros la responsabilidad de la guía del proletariado, a lo que unió el desvelo por dar a conocer, y terminar, trabajos de su inseparable amigo.
Al emprender el trabajo con los manuscritos de economía de Marx, Engels experimenta constante inquietud pensando que no podría dar cima a esta obra. “Me preocupa sobre todo porque soy el único superviviente capaz de descifrar esta letra y estas abreviaturas de palabras y frases enteras”.
Engels personalmente, o valiéndose de un ayudante cuando la enfermedad lo encadenó al lecho, recopiló todo el manuscrito del segundo tomo, hizo varias interpolaciones y lo redactó “ateniéndose exclusivamente al espíritu del autor”.
Aún más complicado y laborioso, como se ve por los materiales del capítulo, fue el trabajo en el III tomo de El Capital. Para este libro, como dijo Engels “se contaba con un primer proyecto, que además aparecía enormemente lleno de lagunas”.
Engels trabajó en el III tomo durante diez años. “En efecto –escribió Lenin- estos dos tomos de El Capital son obras de ambos; de Marx y Engels”. Engels escribió del III tomo de El Capital que es una obra “excelente, brillante. Es realmente una revolución inaudita en toda la vieja economía política. Solo merced a ello nuestra teoría adquiere un fundamento indestructible y podemos actuar victoriosamente en todos los frentes.” [5]
La metodología de los dos eruditos jamás se apartó de la mirada transgresora, que posibilitaba encontrar solución a enigmas que parecían indescifrables. Fue siguiendo esos preceptos que quebraron el estambre sobre la meta, en decenas de cuestiones que se erigían como laberintos históricos impenetrables.
Pero el marxismo no es un mero dialogo de procedimientos, ni mucho menos la sumatoria algebraica de esquemas y pancartas, contentivas de dogmas, que deben ser repetidos miméticamente por un grupo de fanáticos, en cualquier latitud, que veneran a sus gestores.
Es, ante todo, una herramienta de lucha que permite acercarse o conducir procesos “desobedientes” del status quo capitalista, en la misma medida que desbroza la enajenación utilizada por los poderosos en su afán de segregar y expoliar. [6]
A 122 años de su muerte, Engels y los grandes revolucionarios del orbe, tienen aún mucho por andar en el empeño irrenunciable de edificar un mundo signado por la equidad y el respeto entre los seres humanos. Con el triunfo de la Revolución Cubana el 1ero de enero de 1959, bajo el liderazgo de Fidel, ese genio cuya obra se agiganta a cada segundo, sus ideas se hicieron realidad.
Con cada nueva victoria sobre los explotadores de siempre Engels y todos los “imprescindibles” que fundan multiplican su valía. Los éxitos en cualquier latitud, sin estrecheces de ninguna clase, confirman que es posible proseguir soñando y que nadie podrá cercenarles a los pueblos la capacidad de razonar y encontrar soluciones certeras a los complejos desafíos que encaramos. Ese Engels vivo y proteico es el que necesitamos en las peleas futuras.
Notas, citas y referencias bibliográficas
[1] Federico Engels. Vida y Obra, Editorial Progreso, Moscú, 1986, p. 13.
[2] Federico Engels: El papel del trabajo en la transformación del hombre en mono, Ediciones de Paradigmas y Utopías, México, D. F., 2005, pp. 13-14.
[3] Federico Engels: “Al Congreso Internacional de Estudiantes Socialistas”, en: La Revolución Socialista, Editorial Progreso, Moscú, 1978, p. 36.
[4] Vladimir Ilich Lenin: “Carlos Marx. Breve esbozo biográfico con una expresión del marxismo”, en: V. I. Lenin. Obras Completas, Tomo 26 (julio de 1914-agosto de 1915), Editorial Progreso, Moscú, 1984, p. 49.
[5] Federico Engels. Vida y Actividad (Colectivo de Autores), Editorial Progreso, Moscú, 1987, pp. 12-13.
[6] “Los hombres únicamente crean su historia modificando tanto las condiciones objetivas de su vida como modificándose ellos mismos. Si en la sociedad, como en la naturaleza, actuasen nada más fuerzas inconscientes y ciegas, no habría necesidad de una organización política de la clase obrera ni de educarla en el espíritu revolucionario”. Félix Teplov: El testamento político de Federico Engels, Editorial Progreso, Moscú, 1989, p. 67.