No
soy escritora ni periodista. Soy psicóloga de formación. La primera vez
que escribí para una revista cubana de corte político no lo hice
pensando en comenzar un recorrido como articulista, sencillamente tenía
que denunciar algo que me preocupaba. Mi compañero trabajó conmigo en el
artículo a cuatro manos, no podía ser de otra manera, gran parte de las
ideas que allí exponíamos se habían fraguado en extensos debates
nuestros sobre Cuba, Brasil, México y el mundo, en la sala de casa. Yo
había leído muchos autores en ese entonces, que, en el caso de él,
formaban parte del acervo de su formación desde hacía muchísimo tiempo.
Una parte importante de la izquierda latinoamericana nos deja atrás
respecto al estudio del pensamiento social crítico contemporáneo: falta
más Fanon, Bourdieu, Quijano, Chomsky, González Casanova y muchos otros
en nuestras aulas.
Naomi Klein fue fundamental. Los primeros capítulos de aquel libro
sobre una supuesta terapia de shock con que trataban a los enfermos
mentales no me dijeron mucho ciertamente. Seguí leyendo por curiosidad
profesional, aquello era un tratamiento psiquiátrico. Pero cuando
comienza a documentar todo lo que pasó en Chile como evidencia de un
crimen económico, ya que las muertes fueron para poder aplicar la
fórmula del neoliberalismo inventada por aquel gurú de Chicago, no pude
dejar de leer con un asombro desbordante todo lo que siguió a
continuación. Allí estaba explicado cómo funciona nuestro mundo bajo el
cínico velo de la “democracia”, de manera sistémica y sistemática, con
un rigor y una agudeza asombrosa. Si este mundo no estuviera al revés,
Naomi Klein ya tuviese un premio Nobel por La doctrina del shock.
Comencé a leer los medios cubanos sin mucha distinción de su marca
ideológica, con aquella ingenuidad del que piensa que en el mundo todo
pasa necesariamente para bien. Esa ingenuidad se ha ido y con ella una
parte importante de mi juventud. Entraba a perfiles de Facebook de
algunas autoras de esos medios a entablar sinceros debates. Exponiendo
mi punto de vista. ¿Cómo criticar tan fuerte Cuba sin mencionar el
bloqueo económico? ¿Qué quieren decir, que toda limitación es
adjudicable cien por ciento al socialismo cubano, a quién sirve ese
punto de vista? ¿Cómo así? ¿Cómo comparar en seco las cifras de mujeres
asesinadas en Cuba con la de otros países de la región, realidades que
conocía muy de cerca, para concluir sin más que en Cuba las mujeres
estaban muriendo en las mismas condiciones? ¿Y dónde dejas la trata, los
desplazamientos forzados, los crímenes económicos, las muertas por el
crimen organizado, las periodistas y luchadoras sociales desaparecidas o
asesinadas con impunidad, las niñas sin asistir a las escuelas por el
trabajo infantil? ¿Un paro en Cuba por el 8 de marzo, tomar las calles
al margen de la institucionalidad existente? ¿Un #metoocubano?
¿El discurso de Oprah? ¿Tenemos ciertamente que importar formas de
luchas de otros contextos, cuando en muchos sentidos estas representan
legítimos ataques a un estado que es indolente, negligente o corrupto o
cuando en nuestro contexto los motivos por los cuales en otros lugares
las mujeres se lanzan a las calles están en gran medida resueltos? ¿A
quién beneficia debilitar el rol de un estado socialista?
Pronto, me di cuenta que era esta la tendencia de un conjunto de
medios que estaban produciendo matrices de opinión muy desfavorables
sobre la realidad cubana. Lo que me motivó a que escribiésemos ese
primer artículo fue ver como estaban utilizando nuestras problemáticas
sociales para crear las condiciones favorables para un cambio de régimen
que las agravaría.
No fue fácil asumirlo, ni ha sido rápido, más bien ha sido un proceso
muy doloroso a veces. Al principio fueron días tratando de comprender. A
algunas de esos articulistas los conocía personalmente. No podía creer
que de eso se tratara. Pero todo lo que estudiamos para escribir el
artículo nos convenció. Tantos post leídos, medios digitales visitados,
análisis de contenido y el artículo salió.
Desde que salió hasta la fecha, en que he seguido colaborando con
publicaciones de corte político en medios cubanos, he recibido muchas
muestras de apoyo, cariño, camaradería, amistad. Decía Cortázar que las
palabras no alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma y así
me pasa. He recibido mensajes muy humildes de personas que desde la
distancia siempre admiré muchísimo. Para mí estar a la altura de la
confianza depositada al permitírseme publicar en nuestros medios ha sido
un deber, pero también un honor y un gusto. A diferencia de la imagen
que todo el tiempo se intenta construir, la Revolución cubana aún
despierta profundos amores, y en ese sentido, hermana vidas, estimula
encuentros, entrecruza caminos, es fuente de mucha y muy buena
inspiración colectiva. Algunos quieren reducir eso a pandillismos, pero
jamás, en este tiempo, he apoyado públicamente a nadie por un simple
evento de simpatía personal, lo que me ha aproximado en determinadas
circunstancias a diferentes compañeros y compañeras en este trayecto ha
sido, ante todo, la comunidad de valores y principios.
Algunos de ellos y ellas han sido objeto de fuertes
estigmatizaciones. He comprobado que su imagen ha sido caricaturizada
con violencia, como dogmáticos, funcionarios oficialistas de la
“dictadura”, vividores del sistema, les dedican epítetos en foros
públicos sin el menor atisbo de decencia. Porque defender la Revolución
es tabú, nadie que lo haga puede estar guiado por sentimientos nobles,
por valores entrañables, espontáneamente. Pareciere que no merecen
respeto quienes lo hagan, somos seres erróneos y extraños. Entonces ves a
los defensores de la libertad de expresión ofendiendo a quienes piensan
diferente a ellos, ves a los defensores de la pluralidad política
estigmatizando a quienes escriben a favor de la Revolución, porque la
“pluralidad es natural” menos cuando eres revolucionario. Miran a un
revolucionario y no ven a un ser humano, con familia, principios,
inteligencia, creatividad, capacidad de sentir, incluso sentir las
ofensas, ven una cosa de la cual se puede decir cualquier otra cosa, y
punto y seguido dar cátedra de democracia y libertad de expresión.
En menor medida, a mí me ha pasado. Me ha tocado ver cómo antiguos
conocidos a quienes jamás he cuestionado sobre sus opiniones políticas,
las cuales no comparto, perseguir cada una de mis publicaciones para
ofenderme. No hay algo que me desagrade más que la incoherencia, no se
puede decir que Cuba es una dictadura y acto seguido ofender a quien no
piensa como uno. ¿Queremos para Cuba, país bloqueado y perseguido, un
respeto a la diferencia que no podemos ejercer en el marco estrecho de
nuestras propias relaciones personales?
Si sales de Cuba tienes que decir lo que dice todo el mundo,
dictadura, abajo los Castros, la gente se está muriendo de hambre. De lo
contrario, tienes que estar expuesta a que te llenen los muros de
ofensas, te envíen mensajes de odio o se pongan paranoicos, una vez leí
decir a un exdiplomático cubano que había que seguir esa trayectoria mía
porque estaba sospechosa, o a un excolega de la universidad que yo
trabajaba para el gobierno cubano en México y ya también hubo quien dijo
que era del Departamento Ideológico del PCC, o que estaba siendo una
tonta útil. Recibí hasta un mensaje de una antigua profesora a quien
admiraba diciéndome que estaba donde tenía que estar, con resentimiento y
encono, a lo que respondí, estoy con Cuba y la Revolución, allá quien
esté en otra cosa. Ese tipo de incoherencia me convence cada vez más de
que vamos con muchas cosas que resolver por un camino justo, al menos
más justo que el que nos están proponiendo quienes no tienen oídos más
que para escucharse a sí mismos, aunque anden promocionando libertades.
Hay mujeres que espontáneamente, por voluntad propia, tratando de
tener las entendederas claras y con un profundo sentido del deber
deseamos compartir otra visión sobre Cuba y que conste que no idealizo
el socialismo cubano, que mi familia es tan humilde como cualquier otra,
los que me conocen lo saben de sobra, que no pertenezco a ninguna
institución ni organización en Cuba, no porque lo rechace, son las
circunstancias.
Desearía un país más próspero, por eso lo primero que quisiera para
no andarme con hipocresías, es que eliminaran ese bloqueo inhumano,
mientras tanto con qué moral nos vienen a señalar qué o poner cuáles
condiciones. Desearía que se redujera la desigualdad, aunque no por eso
voy a andar vociferando que es igual que en cualquier otro lugar, porque
la he vivido y no lo es. Desearía más transparencia en la gestión
administrativa en todos los niveles, pero no por eso voy a decir que
todo un sistema que garantiza muchísimas cosas para los cubanos que he
visto ausentes en gran parte de nuestro continente, no sirve. Y sí apoyo
al gobierno cubano, no me gusta hacer izquierda en las gradas, aunque
respeto la postura de cada cual y agradezco con creces a todo quien
contribuya a enriquecer nuestra cultura anticapitalista. Apoyo al
gobierno no porque gane nada material con eso, lo hago porque lo veo
trabajando, porque no quiere dar un golpetazo neoliberal, porque es
continuidad sin negarse al cambio, en un escenario complicado como
ninguno.
Me han llegado a preguntar qué hago escribiendo de política si soy
psicóloga. Como si la pregunta más importante sobre la condición humana y
la existencia no fuera en última instancia una pregunta sobre las
condiciones de vida de los sujetos y sus posibilidades de realización.
Como si toda pregunta sobre las relaciones humanas no fuera en última
instancia una pregunta sobre las condiciones de posibilidad para el
ejercicio de relaciones más plenas. Mis inquietudes políticas surgen de
una profunda preocupación por las posibilidades de bienestar y
desarrollo para los seres humanos en este mundo, pero no para el que
pueda pagar un consultorio, sino, para la inmensa mayoría de los seres
humanos. Es claro, que cuando te mueven ese tipo de inquietudes, te
vinculas a proyectos que exigen una participación que traspasa tal vez
el umbral propiamente de las ciencias psicológicas, pero en cada letra
que he escrito sobre política, está ahí mi comprensión y más que mi
comprensión, mi compromiso con el bienestar humano, no solo en sus
aspectos generales, sino también en la especificidad de lo propiamente
subjetivo.
No podría ser de otra forma, soy de una isla donde se ha forjado
contra viento y marea una Revolución a noventa millas del que ha sido,
hasta estos momentos, ojalá cambie, un gran tirano. La isla de muchos
hombres y mujeres entrañables. La isla de Fidel, Fidel sí, aunque a
muchos les moleste solo oír el nombre. Donde no se juega a la
“democracia” mientras los más se mueren de hambre, y no me refiero al
morirse de hambre metafórico de quienes ya no tienen nada nuevo que
decir contra Cuba, morirse de hambre de verdad. La isla sin
neoliberalismo. ¡Poder decir eso me llena de una infinita dicha! La isla
en que no nos tragamos el cuento de una prensa independiente que es
pagada y para seguir el manual de Soros los ves sudando la gota gorda y
ni así. La isla donde los equidistantes no duermen tranquilos y tienen
que hacer alegatos todos los días en Facebook defendiendo sus posturas,
que si esto y lo otro, y aquello, pero entonces, yo soy marxista y al
mismo tiempo liberal y más allá revolucionario, y más acá me gusta la
prensa pagada por el imperialismo, y en este segundo soy así y al minuto
ya no, y así hasta el cansancio.
La isla donde aquí estamos, hombres y mujeres tratando de entender el
mundo que vivimos, tratando de no fallarle a la historia en esta época
difícil, pero tampoco ser ajenos a la complejidad del presente, tratando
de evitarle a Cuba el peor de los males, tratando de no dejar caer la
sangre de los mártires de la Patria, contra viento y marea, pero también
como muchas cosas a favor, sobre todo, los mejores corazones de todas
las latitudes, los que han comprendido, los que son capaces de sentir
como propio el dolor y la alegría en la mirada de otros seres humanos.