Hoy tempranito por la mañana, mientras saboreaba tranquilamente el desayuno recibí el bombazo por televisión:
CFK había ungido como candidato a Presidente al traidor de Alberto Fernández.
Y ella se sumó como Vice a la insólita e inesperada fórmula que sorprendió a propios y a extraños : FERNÁNDEZ - FERNÁNDEZ.
Entiendo que hay que ganar las Elecciones de este año y sacar de la Rosada a la banda de demonios que hundió al país y nos dejó en la ruina. Pero si para ello cree necesario arriar las banderas que enarboló el kirchnerismo... me parece una locura.
Alberto Fernández es un soldado del Grupo Clarín.
Y lo que hoy sucede en la Argentina, es la parábola de "El regreso del hijo pródigo" en versión política.
El día 18 se cumplió un año del inicio de este Tema, que vió la luz tras el anuncio de la candidatura de FERNÁNDEZ - FERNÁNDEZ. El cual, resultó un BOMBAZO para todos.
A raíz del aniversario, volví sobre el asunto y me percaté que había olvidado responder unos comentarios del ex-comunista (convertido ahora en soldado de la Derecha) Anti-gusano.
Y aquí voy ! ! ! ! Porque... más vale tarde que nunca.
Desgraciadamente volvió la chorra tiránica (Anti-gusano)
Ni chorra ni tiránica ¡que lejos estás de la realidad! ¿en qué te has convertido, che?
...vos como sos peronista crees que todos son como vos. (Anti-gusano)
Parece que te gusta vivir cabalgando sobre mentiras ! ! ! Yo no soy peronista. Soy de izquierda.
Pero hay que reconocer que lo mejor que tuvo la Argentina, hasta ahora, fue el peronismo.
No fue lo ideal, pero fue lo mejor.
El problema del peronismo es que alrededor del General se juntaron diversas corrientes políticas, convirtiendo al Movimiento en un mosaico de diversas tendencias.
Cuenta Alberto Férnandez que una vez le dijo Néstor Kirchner : "No tenemos que conformarnos con ser el ala progresista de un partido conservador. Tenemos que ser nosotros mismos".
El kirchnerismo es una versión superadora del peronismo sin Perón. Y pienso que puede ser la punta de lanza para la construcción de la Patria socialista. De hecho, Néstor y Cristina formaron parte (junto a Lula, Correa, Chávez, Lugo, Evo, Mujica, Maduro, Dilma...) de la llamada Nueva Izquierda Latinoamericana.
Espero y le pido a Dios que no se convierta en otro Lenin Moreno. Que no se le ocurra traicionar a Cristina y a los que votamos al Frente de todos, porque ya no queda más paciencia.
Alberto Fernández: 'Si me siguen jodiendo, renuncio y todos a la mierda'
El domingo 3 de julio, fue el día más crítico de todo el gobierno de Alberto Fernández. Recluido con un grupo de leales, el Presidente deambuló errante por la quinta de Olivos, destilando bronca e impotencia.
Todos le reclamaban hablar con Cristina Kirchner para salvar su gobierno. Una idea que lo perturbaba casi patológicamente. Se retiró a los gritos del almuerzo y se recluyó en su oficina cinco horas casi sin contacto con nadie. Como si el país se hubiera quedado temporalmente sin presidente.
Ese día repitió una frase que dejó a todos congelados: “Si me siguen jodiendo, renuncio y que se vayan todos a la mierda. No la voy a llamar, no voy a firmar mi rendición”. De ese modo sellaría la dinámica incierta de toda la semana.
Por primera vez aparecía verbalizado en el corazón del poder el escenario más temido. Uno de los testigos de esos momentos críticos confesaría después: “Ese día algunos temimos que se fuera efectivamente. Estaba demasiado reticente a hablar con Cristina”.
Curiosa paradoja para el hombre que en 2008, en pleno ataque de furia de Néstor Kirchner por el fracaso de la resolución 125, había intervenido con Lula da Silva para convencer al matrimonio gobernante de que no abandonara la Casa Rosada.
Ahora le tocaba a él estar del otro lado del mostrador. Emergió allí otra vez la versión negadora de Alberto Fernández, aquella que piensa que puede hacer que las cosas no sucedan solo por su inacción. No llamó a nadie, no convocó ni a gobernadores ni a ministros. Solo lo veían entrar y salir los que fueron espontáneamente: Santiago Cafiero, Juan Manuel Olmos, Julio Vitobello, Gustavo Beliz, Gabriela Cerruti, Vilma Ibarra, Juan Manzur y Marcelo Martín. Con ellos también discutió fuerte.
Lo mismo le había pasado con la renuncia de Martín Guzmán. El aún ministro ya había transmitido a sus íntimos el lunes pasado que no estaba controlando el proceso tarifario por el boicot de Darío Martínez y culpaba a Miguel Pesce de complicarle la gestión con su manejo de la mesa de dinero del Banco Central.
El jueves se lo planteó directamente al Presidente, condicionando su continuidad a que le otorgara el manejo de esas dos áreas. Fernández fue elusivo sobre Pesce, pero le prometió que al día siguiente despediría a Martínez.
Cuando el viernes se consumía y la promesa no se cumplía, Guzmán trató de ubicar al Presidente, infructuosamente. No lo atendía. Vitobello le dijo después que no estaba disponible. Ese día se produjo otra desaparición temporal de Alberto. Horas en las que nadie sabe dónde está. A veces sale solo en su auto. Misterio. Cuando se vieron en el acto de la CGT, Guzmán ya tenía decidido renunciar y a la noche empezó a redactar la carta que daría a conocer al otro día.
El sábado Fernández estaba en lo del empresario Fabián de Sousa, socio de Cristóbal López. Almorzaron y buscaron distenderse viendo televisión, con una premisa: no sintonizar el discurso que iba a dar Cristina Kirchner. Alberto no quería escucharla.
Guzmán le siguió mensajeando sin éxito. Como ya tenía decidido difundir su carta en simultáneo con la aparición de la vicepresidenta en Ensenada, se apuró a decirle por chat que renunciaría. El Presidente buscó convencerlo de que se quedara, pero no encontró margen. En segundos pasó a un estado de furia para decirle: “Vos sos todo por mí; te vas y no vas a ser nadie”. Otra paradoja. Después se quedó algunas horas más en Zárate conversando sobre las implicancias de la salida de Guzmán (quien asegura que se quedará en la Argentina y que no piensa volver a Columbia).
Una charla entre amigos que comentaban la realidad. Dicen que estaba tranquilo. Mientras tanto, en Olivos lo esperaban angustiados sus funcionarios más cercanos para empezar a resolver la situación. Él llegó cerca de las 9 de la noche.
En el entorno de Cristina también hubo cabildeos, más allá de las maldiciones a Guzmán. Durante el fin de semana la vicepresidenta no lució del todo consciente de la delicada situación institucional. No parece percibir que sus embestidas están terminando de hundir a Fernández. Aduce que esa debilidad es provocada por su impericia y falta de determinación. Además, advierte que Alberto no puede dar un portazo cuando quiera, sin que ella lo permita.
Códigos de una Cosa Nostra de arrabal, como ella sugirió en Ensenada al comentar que no todos podían exhibir sus mensajes del celular. Fueron laderos como Wado De Pedro o Axel Kicillof quienes le advirtieron a la vicepresidenta que no había mucho margen para seguir martillando sobre los clavos flojos de Alberto.
Les había llegado información de lo que estaba pasando en Olivos. Corrían el riesgo de quedar como golpistas, cuando en realidad estaban convencidos de que una salida anticipada del Presidente también representaría el final de la construcción de salvataje electoral que Cristina planifica para 2023, con sede en el Congreso y en la provincia de Buenos Aires.
La vice no solo estaba enojada con Guzmán porque le aguó su discurso, sino también por las conversaciones que invocaban su presunto aval al plan de desembarco de Sergio Massa. Allí dijo en privado lo que el viernes repitió en público desde El Calafate: “Yo soy la única que hablo por mí, no tengo interlocutores”. En ese microclima se leyó como una señal de desautorización a su hijo Máximo, quien sí había estado hablando seguido con el presidente de la Cámara de Diputados.
Este episodio fue muy significativo por dos razones. La primera, porque demostró que cuando la situación se complica la única que ejerce un poder no delegado es Cristina Kirchner. Todo el resto de los actores orbitan en torno de ella, incluida La Cámpora.
Segundo, porque volvió a demostrar lo difícil que le será a Massa seguir proyectando su futuro electoral bajo el amparo de la vicepresidenta, cuando ni siquiera lo respaldó para ser un jefe de Gabinete plenipotenciario (nadie reflejó mejor la desazón massista que el empresario Claudio Belocopitt, quien en una reunión de la cámara de prepagas lamentó: “Lo teníamos todo y nos quedamos sin nada”).
Entre la negación de Alberto Fernández y la minimización de Cristina de Kirchner, finalmente hablaron en la noche del domingo, in extremis. El temor a un desenlace indeseado llevó a la reasunción del diálogo.
Aunque solo haya sido para acordar el desembarco de Silvina Batakis y evitar un lunes sin ministro. El diálogo fue muy tenso y cargado de meses de reproches contenidos. Cristina hizo saber que habilitaba la llegada de la economista, pero que no la consideraba propia. Por primera vez la vicepresidenta apareció como responsable del manejo económico, una mirada que le recorta su posibilidad de cuestionar medidas.
El mismo mensaje transmitirían después desde La Cámpora: “La apoyamos a Silvina, pero no es nuestra”. El apadrinamiento que ejerció Wado para su llegada no tuvo gestos posteriores. Cristina no fue a su asunción ni habló de ella en El Calafate.
El kirchnerismo solo se preocupó por conservar su bastión en Energía, pero no aportó nombres para el resto del equipo, que quedó configurado con un marcado sesgo bonaerense (un ilusionismo para Scioli). “Está en observación hasta ver qué hace”, señalan en el Instituto Patria. A la vicepresidenta le cayó pésimo que en sus primeras apariciones públicas la flamante ministra hablara de “mantener el rumbo” de la gestión Guzmán, una línea acordada con Alberto. Tuvo que salir a hablar en público sin una hoja de ruta definida, y se notó.
Entre el domingo y el jueves, Alberto y Cristina hablaron al menos cuatro veces, tres de ellas en forma personal. En dos oportunidades, en Olivos; la otra podría haber sido en territorio cristinista. Ella muchas veces utiliza la casa de su secretario Mariano como sede de reuniones, para evitar su departamento de Recoleta (igualmente estaría por mudarse al mismo edificio de su hija Florencia en San Telmo, aunque en otro piso).
Además del diálogo del domingo a la noche, cenaron el lunes en Olivos y hubo un nuevo contacto el martes, en otro momento en que Fernández quedó fuera del radar de su entorno durante unas horas. El miércoles se vieron en Olivos, y se sumó Massa. No fueron las cumbres de Teherán, Yalta y Potsdam, pero hablaron más veces en cinco días que en todo el resto del año. Quizás descubrieron demasiado tarde el valor del diálogo.
En ese puñado de intercambios se notó que las desconfianzas y recelos no son fáciles de superar después de un tiempo. Alberto Fernández buscó disimular un hecho ya inocultable: que sus amagues de autonomía se terminaron y que debió exponer su debilidad ante Cristina, de ahora en más única rectora de la gestión.
El Gobierno cambió definitivamente de manos. La vicepresidenta solo busca sostener en pie la administración para mantener vigente su plan 2023. Él piensa en un presente absoluto; ella, en sostener un futuro incierto. Sellaron una tregua que se notó en el tono menos belicoso que Cristina utilizó el viernes. Alguien que habló con ella esta semana se quedó con la sensación de que se trata de un interludio. “Ella va a aflojar un poco por temor a que Alberto se vaya. Pero sigue con el arma cargada. Enfundó por un par de meses”.
"Sí. Alberto Fernández es un mequetrefe. Pero es nuestro mequetrefe." Hay que sostenerlo para que no se parta el Frente de Todos.
Lo que es imprescindible hacer es cambiar el rumbo. "Cristinizar las políticas" y girar hacia la izquierda. No queda otro camino. No disponemos de más tiempo para perder.
RADICALIZAR es la tarea urgente que tenemos por delante.
Esto sucede en un momento de severa crisis económica y grave peligro institucional. De ahí que lo que en cualquier otra circunstancia hubiese sido risible, ahora es muy grave porque la situación política, económica y social de nuestro país esextremadamente delicada, lo que envalentona a payasos representativos no del afán de alzamientos militares facciosos como en 1987-88, pero sí del fascismo violento que vienen reviviendo ex-radicales que ofenden su memoria partidaria junto a tipos y tipas de la peor derecha política, casi todos resentidos, ladrones y cipayos como se comprobó cuando fueron gobierno entre 2015 y 2019.
El problema ahora es mucho más grave, y basta ver la soberbia de la incalificable Corte Suprema Protectora de Chorros, verdadera infección de las democracias argentinas que usted como jurista bien conoce. Y que por eso mismo sorprende que no proceda a aplicar los diversos recursos legales posibles para cambiar esa Corte, cuyo accionar emparda y acaso supera al de la Corte de los Milagros del fenecido cipayo riojano.
Lo cierto es que parece evidente en su gestión, Sr. Presidente, una tolerancia políticamente suicida en algunas indecisiones y demoras. Por caso, a muchos nos parecería importante que medite usted sinceramente, por ejemplo, por quéjamás se aplican sanciones ejemplares a quienes ofenden a la democracia. Y por qué no se deconstruye de una vez la infame "justicia" que padecemos 47 millones de compatriotas. Y por qué no se frenan ni desarticulan las mafias de latifundistas evasores, contrabandistas y fugadores de divisas que, sin dudas, son el otro peor problema que padece nuestra República.
Y claro, la pregunta del millón es por qué no se derogan de una vez, y por lo menos, las leyes de Entidades Financieras (de Martínez de Hoz) y de Inversiones Extranjeras. Que son dos cánceres que desde hace casi medio siglodestrozan a la economía argentina. Y leyes, a la vez, que son aún más peligrosas cuando inexorablemente operan contra gobiernos de decisiones lentas. Y dicho sea esto a la vez como opinión y como esperanza, también, de una reacción suya que frene de una vez las incitaciones a la violencia y encabece la reparación política, jurídica, y sobre todo social y moral de nuestra Patria.
Es urgente detener el golpe que viene propiciando el cipayaje y que es imperativo reconocer porque es la sombra golpista la que hoy perturba a nuestra nación. Y no sólo por acción de los canallas locales sino y sobre todo por el influjo de poderes extranjeros que no dejan de serrucharle el piso a su gobierno, Presidente, sobre todo cuando, dicho sea con toda franqueza, muchas veces usted parece creerles y esperanzarse con sus mentiras y falsas promesas.
Lo cierto es que son gravísimas —e inadmisibles— las amenazas y esa guillotina exhibida en la Plaza de Mayo. Y también el fogoneo mediático de la telebasura, el cacareo infame de ex-periodistas billetereados que maligna e irrespetuosamente se burlan de usted, así como el estímulo a formas de violencia que tanto nos costó erradicar.
Por eso muchos habitantes de este país empezamos a temer que puedan volver las "desapariciones" de personas, los secuestros de niños y demás bestialidades. Y todo acompañado del endeudamiento perverso que en realidad no es tal pero se lo admite como tal. Y encima esos canallas cacarean y ensucian el concepto que much@s venimos restaurando: Soberanía Nacional.
Como sea, lo seguro es que las amenazas a su gobierno jamás provendrán del pueblo trabajador, ni de las organizaciones gremiales, ni de las justas demandas salariales y mejor calidad de vida que con todo derecho reclaman 47 millones de argentinas y argentinos.
Por eso por momentos resulta chocante la Argentina que usted describe como una en la que ahora se destaca una "reactivación". La cual, aunque modesta y cierta, no alcanza para esperanzar a nadie más que a usted y a algunos miembros de su gabinete que no ven la calle como no ven el interior del país, al que no conocen y sólo tienen la ilusión de que sí. Y es que, estimado Presidente, el federalismo, como la Soberanía, si no se ejerce con conocimiento, firmeza y patriotismo no pasa de ser una buena intención.
Y sobre todo si no se conoce cómo viven, sobreviven y malviven millones de compatriotas que por puro hartazgo repudian ahora a la política y hasta son capaces muchos y muchas de ir a votar a sus verdugos la próxima vez, por la única razón de que están con hambre y enojados. Y es que nadie acepta ser mendigo en tierra ubérrima, y mucho menos sometidos amillonarios fugadores y explotadores, y encima soberbios.
Por eso cuando desde abajo se ve que se hacen anuncios sobrados de optimismo, se siente enojo por la sencilla razón de que anuncio no mata apetito y lo que sí se ve es un Estado sometido, incapaz de plantarse y tomar decisiones para cambiar el rumbo de miseria que somete ya a la mitad de la población mientras sobran feroces negociados inmobiliarios en la capital de la república.
Esta columna lamenta puntualizarlo, pero ésa es la razón profunda por la que a usted hoy tanta ciudadanía no le cree, convencida de que su gobierno le rompió la ilusión de 2019. Y también es por eso que a esta columna no le interesa conjeturar acerca de su buena, mejor, mala o peorrelación con la Vicepresidenta. Eso es pasto sucio para los charlatanes de la violenta telebasura y los pasquines mentirosos.
Lamento ser duro, que no irrespetuoso, querido Alberto, pero a muchos y cada vez más nos parece alarmante que usted no se dé cuenta del verdadero y calamitoso estado de millones de ciudadanos/as, ni del contrabando que hacen las grandes corpos que son además las que acaparan dólares y le destrozan, a usted y al pueblo, ilusiones y posibilidades.
También por eso sería bueno que se admita de una vez, como país soberano, que la así llamada "deuda" en realidad fue un robo y no se va a pagar. Porque no se debe, y menos al costo infame del hambre popular. Mejor decirlo y ordenar la auditoría que se reclama desde hace años. Y así empezar a darle la espalda a los empresarios abusadores, mirando de frente al pueblo y diciéndole la verdad.
Y además y para concluir, con todo respeto esta columna lo exhorta a darse cuenta de que el drama esencial y básico de esta república es la pérdida de Soberanía en todos losaspectos, lo que se expresa en el sometimiento a superpoderes extranjeros y en los ofensivos besamanos y cínicos discursos de empresarios, banqueros y ladrones que gobiernan el mundo, emprenden guerras miserables con tal de sostener sus industrias bélicas y en la Argentina parecen ser los que verdaderamente mandan porque siempre son escuchados y nunca se les pisa ni un meñique.
Malo sería que sus cercanos lo convenzan de que el pueblo lo va a acompañar igual, por miedo a los bestias. No vaya ser que, al contrario, vote a las bestias por puro desengaño.
Dicho sea todo con el debido respeto, Sr. Presidente, y con los mejores deseos para usted y su familia en lo personal.
Ahora el Frente de Todos recurre a la otra basura: Sergio Massa.
Como Albertítere es un pusilánime que está quemado, ponen en la vanguardia a la otra mugre para que agarre la papa caliente como "superministro".
¿Qué podemos esperar de este aliado de los yanquis?
¿Medidas a favor del pueblo o un ajuste impiadoso?
Este sujeto es impredecible.
La lógica indica que debe girar hacia la izquierda, si quiere salir adelante y presentarse como candidato presidencial el año que viene con alguna posibilidad de ganar (cosa que ambiciona de manera enfermiza desde hace años).
Pero podrá convertirse Massa en algo que nunca fue?
Esa es la gran incógnita.
En principio no nos podemos fiar de semejante traidor (la principal gota que horadó la piedra).
Pero hoy, lamentablemente, no nos queda otra que observar lo que hará a partir del miércoles.
Cristina y Massa: reunidos, pero bien alejados.
¿En verdad CFK confía en este personaje? ¿O lo que busca es que termine incinerado como el mequetrefe que tenemos por presidente?
Sr. Presidente, ante todo este columnista quiere imaginar que usted va a leer esta carta en soledad y más bien lejos de funcionarios indiferentes a las causas nacionales que hoy, –tras la devastación macrista-radical de 2015 a 2019–, increíblemente siguen, silenciosos e impunes, en diversos ministerios.
Es grave lo dicho, pero aquí se lo sostiene porque somos millones quienes hoy no nos sentimos interpretados por el Frente de Todos que usted conduce. Millones que acompañaron su gestión por casi tres durísimos años, durante la pandemia y después, y a pesar de que se fueron evidenciando graves claudicaciones.
Todas las cuales le fueron señaladas por diversos cronistas con la mejor intención, aunque usted desdeñó casi todas las críticas, sugerencias y reclamos que le hicieron llegar centenares de compañeros, preocupados primero, y alarmados después, aunque con la sabiduría de siempre anteponer la defensa y sostén de su gobierno a sus indecisiones y retrocesos.
Nunca se le soltó la mano, Presidente, y se tragó mucha saliva cada vez que usted se rodeaba –y fueron tantas– de la caterva más miserable de la Argentina, ésa que forman empresarios y banqueros apátridas, sindicalistas nada confiables y chupamedias de todo calibre. Todo eso bancó la militancia del FdeT.
Y usted fue sostenido aun cuando se vio el abandono y el hambre en que caían millones de personas en las 23 provincias, incluso siendo trabajadores, mientras decenas de gerentes y patrones, diplomáticos y lameculos de todo calibre lo aplaudían a usted insinceramente.
Aún así se lo acompañó, Presidente, y ya van a hacer tres años, bancándolo con lealtad y explicándole al pueblo lo inexplicable. Se trabajó muchísimo para que millones de argentinos y argentinas no votaran a sus verdugos. Lo cual de todos modos muchos hicieron y eso es parte del grave diagnóstico actual de la Argentina.
Que en gran medida deriva del dislate mayor que fue firmar –usted y sus ministros–un acuerdo ominoso con esa cloaca ética universal que es el Fondo Monetario Internacional y adonde usted llevó al pueblo argentino, sacrificado y golpeadísimo, a aceptar la entrega definitiva del país a la usura internacional bajo intolerables condiciones para "pagar" lo que nuestro pueblo no debía.
E incluso le hicieron tragar el absurdo de que "se va a pagar al FMI pero no va a haber ajuste". Que era y es como decir que le vamos a cortar la cola a la burra pero sin recibir un patadón. Toda tomadura de pelo, fastidia, Presidente. Por eso desde las provincias se dirigen a cronistas como éste nada más pidiendo, algunos con desesperación, que se digan estas cosas. Y por eso estas líneas, para que usted comprenda la situación de millones de compatriotas que no dan más.
Esa supuesta "aceptación" va a obligar a por lo menos tres generaciones argentinas a pagar una "deuda" que nunca fue tal sino un robo flagrante. Y deuda que jamás contrajeron millones de argentin@s que ya no comen asado ni comparten banquetazos con los 100, 200 o 2.000 latifundistas, especuladores y explotadores, verdadera canalla que somete a su gobierno sin que usted los detenga.
Y claudicación que además conlleva, de hecho, la entrega de las Islas Malvinas y el Atlántico Sur; y del río Paraná y la salida soberana a los mares del mundo; y del litio y el petróleo y todos los bienes naturales que estamos perdiendo bajo su gobierno, Presidente. O sea todo lo que desde 1945 fue orgullosamente argentino y ahora vuelve a estar en peligro como cuando Menem rifó la República.
Quede claro que todo lo que aquí se pretende es nada más, ni menos, que expresar el sentimiento de millones de compatriotas que querrían decirle estas y más cosas que esta columna, en nombre de nadie, aquí expresa.
Sabido es que en política siempre hay caminos, porque la política es el camino. Y la cordura y el coraje cívico también. De ahí la idea de pedirle que considere seriamente, Presidente, tomar decisiones de emergencia y urgencia. Porque es imperativo acabar con la agonía lenta y perversa que produce esta neo-colonización encubierta.
También por eso fastidia, a muchos provincianos, su empeño en hablar de federalismo. Cualidad que no se proclama, Presidente, se siente y enorgullece, nomás. Basta ver dónde vive y cómo vive la inmensa mayoría de sus interlocutores en desayunos y cenas, los empresarios más ricos y menos argentinos que tiene este país pero que cuando les conviene cacarean un federalismo inexistente.
Esta columna lamenta muchísimo que usted –que es un hombre sensible y que parece bien intencionado y honesto– no dimensione el horrendo significado de mantener a por lo menos 25 millones de compatriotas en la pobreza. Más de la mitad de la población argentina, 25 millones de seres humanos y de los cuales seguramente la mayoría lo votó a usted para presidir el país. Ese pueblo está muy decepcionado con usted y su gobierno. Baje a las calles y comprobará que las personas de bien, honradas, trabajadoras y sensibles, están enojadas porque el pago de los alimentos y los alquileres no se aguantan más. Lo que comprueba que no era verdad que "el único camino" era entregarse al FMI.
Ni el discurso oficial ni el mentimediático convencerán al pueblo de que está bien lo que hace su gobierno, Presidente. Por eso cabe cerrar esta carta seguramente inútil diciéndole que este cronista lo ha acompañado hasta aquí con lealtad y aguantando (que no justificando, quede claro) las torpes entregas de Soberanía y en especial la del río Paraná.
Esta columna acompañó a su gobierno con lealtad y esperanza patriótica, y a usted le consta. No se ha movido aquí un solo dedo en favor de la inestabilidad y en todo momento se ha escrito y luchado para reforzar la democracia, la paz, la ley e incluso la Constitución Nacional (que es hora de cambiar con urgencia), así como al Poder Judicial ya es hora de declararlo en comisión para barajar y dar de nuevo. Sin dudas hoy son la Constitución y la Justicia lo primero y más profundo que hay que cambiar. Y cambiar es cambiar, no anunciar buenos propósitos que luego se incumplen bajo presiones mediáticas, empresariales y/o sectoriales.
Este columnista es un Nadie, obviamente. Y un cronista no significa nada. Pero sí tiene derecho a decir que, de haber estado en su lugar, hubiera procedido completamente de otro modo: sensible al pueblo, celoso guardián de la soberanía en todo el territorio, subsuelo, humedales y costas fluviales y marítimas; trabajando por la reindustralización nacional en lugar de la extranjerización. Y también hubiera empezado la reeducación de las Fuerzas Armadas y todas las policías para que sean defensores ejemplares de la Soberanía, con educación elevada y la honradez como máxima virtud, lo cual es perfectamente posible si hay voluntad política.
Se escribe todo esto con dolor e impotencia, Presidente, nomás para asegurarle que hay muchísimos compatriotas que piensan y sienten parecido. Gente decente, buena, trabajadora y leal, que de algún modo viene dándose cuenta de la gigantesca claudicación y genuflexión a la que su gobierno nos ha llevado. Y que para algunos, como este columnista, marca un límite. Un hasta aquí llegamos.
Porque el país que podemos ser, y merece el pueblo trabajador, no es la colonia que vamos camino de ser, cada vez más velozmente.
Reciba el respetuoso saludo que su investidura merece.