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ENCRUCIJADA, Villa Clara.—No existe calle, casa, esquina o paraje alguno en este pueblo que no recuerde a uno de sus hijos predilectos, Abel Santamaría Cuadrado.
Abel está en todas partes en esta, su tierra natal. Fue aquí donde comenzó a forjarse la estirpe de patriota de quien fuera segundo jefe del movimiento liderado por Fidel, gracias a la educación de sus padres y sus maestros, a los trabajos realizados, primero como mozo de limpieza, después como despachador de mercancía, hasta llegar a empleado de oficina, además de los contactos que tuvo el joven con el líder azucarero Jesús Menéndez, a quien escuchaba durante sus frecuentes arengas sindicales.
El colega Alberto González se lo sabe de memoria. “Comenzó a estudiar de la mano de la maestra Matilde Borroto, la misma que había enseñado a otro grande de la historia del pueblo, Jesús Menéndez Larrondo.
“Dicen, que ante la insistencia de su pequeño hijo, de apenas seis años, Joaquina habló con la maestra, pero no había matrícula. Mas, Abelito no entendía aquellas razones, y un día salió a la calle detrás de un policía y le dijo: ‘Oiga, lléveme para la escuela, que estoy regado y sin estudiar’.
“Ante la insistencia de la madre, la maestra Matilde le ofreció lo único que podía: Un lugar en el piso, porque ya no le alcanzaban los pupitres en el aula de primer grado”, describe Alberto con pasión.
Por su parte, Antonio García Lorenzo, más conocido por Aldo, compañero de aula de Abel cuando este se mudó para el batey del antiguo central Constancia, rememora pormenores de aquel privilegio: “Era un muchacho común y corriente, como los demás. Lo único que lo distinguía del resto de los alumnos del maestro Eusebio Lima Recio, era su inteligencia y la pasión por el estudio.
“Un día, mi amigo llegó muy contento a su casa porque había ganado un concurso sobre el Apóstol, con un escrito que hizo y le dijo a Joaquina: Mira, mamá, gané esto en la escuela, y le enseñó el diploma, nombrado Los Tres Reyes de la Patria. Entonces la madre expresó medio defraudada: Ay hijo, yo pensaba que te iban a dar una beca, a lo que Abel añadió: No importa, mamá, gané esto por escribir sobre Martí”.
“En la pelota prefería lanzar, porque no era muy bueno bateando. Recuerdo que un día Karol Amador, también amigo de la infancia, lo ponchó y comenzó a reírse, a modo de burla. Al ver la chanza, Abelito tomó el bate en posición de combate, sin embargo, al instante lo bajó y fue a abrazar a su amigo porque él no era un muchacho de peleas”, señala Aldo.
También recuerda cómo el maestro regalaba libros a “el gaito”, como también lo llamaban. “Era el único niño que acompañaba a Eusebio hasta la estación de ferrocarril para despedirlo, un gesto que el educador supo recompensar con creces”.
Una anécdota contada por Bárbara Vergara Rodríguez, maestra de la escuela Boris Luis Santa Coloma, ubicada en el central que se honra con llevar el nombre de Abel, revela su grandeza: “Cierto día, mi papá Martín Vergara, fue a la tienda donde él laboraba a comprar algo para la familia, que era bien pobre, rogándole a Casiano Luzarraga, el dueño del establecimiento, que le fiara algo hasta el día del cobro, a lo cual se negó. Al presenciar aquella escena, Abelito saltó como un bólido y dijo: dale los mandados que él quiere y me lo descuentas de mi salario. Aquel gesto mi papá nunca lo olvidaría, y luego contaba que ese día sus negritos no se quedaron sin comer gracias al hijo de Joaquina y Benigno.
Asimismo, la pareja formada por Teresa Sánchez y Benigno Llano, evoca la figura de quien fuera su amigo de infancia y juventud:
“Que si conocimos a la familia Santamaría Cuadrado, claro que sí”, nos dice Teresa, quien rememora los encuentros con Abel, quien bailó con su hermana María. “Era muy amable y educado. Lo recuerdo vendiendo en la tienda y como ayudaba a todo aquel que lo necesitaba”, dice.
Mientras su esposo, Benigno no olvida las veces que montó a caballo con Abel cuando este iba a la finca de sus padres en Congoja. “Después él se fue para La Habana a estudiar, pero siempre que venía nos saludaba con tremendo cariño. Era tan reservado para sus cosas que nunca sospechamos en lo que andaba junto a Fidel. Eso lo supimos después, cuando llegó al batey la noticia de su muerte en los hechos del Moncada. No sabe la tristeza tan grande que tenía la gente aquí. Imagínese, a los Santamaría Cuadrado los quería todo el mundo”, dice Benigno.
Han pasado 88 años del natalicio de Abel Santamaría Cuadrado, fecha que se conmemora este 20 de octubre, y su huella continúa indeleble en Encrucijada. Pero lo que más reconforta, es la presencia del héroe en las nuevas generaciones, lo cual nos reafirma que mientras eso suceda, Abel continuará siempre junto a cada cubano.