Con los invasores llegó la importación principal: La pobreza, la miseria, el dios armado. Nos llegó el derramamiento de la sangre india sobre la tierra llamada América. Nos llegó el sufrir, las lágrimas y lo más vil, pestilente y odioso: LA ESCLAVITUD.
Somos los desordenados de la historia porque nos levantamos contra cualquier dominación. Sufrimos la amarga censura de la conducta, de las costumbres, de las propensiones y aún de los alcances intelectuales por parte de aquellos que están fuera y desconocen o lo olvidan involuntariamente de cómo fue construido nuestro antiguo estado de barbarie. Fue la época en que vino un viento que nos llegó abocinando su garganta para cercar hostilmente a nuestros hombres y a nuestra tierra.
Para muchos historiadores, escritores, son temas frecuentes y en muchos libros de política, llenos de todo un espíritu crítico se nos censura la falta de madurez histórica resultantes de la transición operada en Latinoamérica, al pasar del régimen conquistador al colonial y luego al Republicano, sin tener supuestamente el conocimiento social necesario para que la transformación se hubiese producido armónicamente.
Creo que esa es la historia de los ojos cerrados. Para escribir historia no solo basta investigarla, es una necesidad sentirla, vivirla, para poder interpretarla, es necesario abrir los ojos para entrar en su escenario y analizar los acontecimientos reales, tal y como se desarrollaron.
Cuando los españoles pisaron nuestras tierras, se encontraron con diversas poblaciones que estaban en pleno proceso de desarrollo en cuanto a su propia cultura. Nuestras tierras vírgenes, eran ricas en minerales, sobre todo en oro y plata tan codiciados por aquellos que llegaban. Los pobladores de esta tierra se mantenían principalmente de la caza y la pesca, su producción agrícola totalmente rudimentaria era prácticamente de subsistencia, cultivaban el maíz, la papa, el boniato, calabaza y la yuca con la cual producían el casabe, el cual ingerían como una especie de pan. El tabaco fue una de las especies vegetales más impresionantes para aquellos que pisaron estas tierras.
Nuestros indígenas mantenían una conciencia colectiva. Su producción se distribuía de acuerdo a las necesidades de cada quién, la tierra era de todos y su única ambición era la de trabajarla. La mujer desempeñaba labores agrícolas junto al hombre y cuando éstos marchaban a sitios fuera de su jurisdicción para cazar y pescar. Ellas quedaban responsabilizadas del hogar. Imperaban relaciones de igualdad y ya existía una vigilancia para la seguridad social.
En esta cultura se fomentó también los estamentos de clase. Los caciques eran los jefes de tribus. Los curanderos, los médicos y sacerdotes, pero estos actuaban en nombre de la comunidad y la misma le otorgaba privilegios los cuales gozaban como derechos especiales.
Un sentido comercial humano era el que realizaban nuestros indios entre sus comunidades, los excedentes de la producción eran intercambiados mediante trueque de productos.
EL MUNDO IMAGINARIO
Un nuevo poder convertido en amos y señores pisaba nuestra tierra para su desgracia.
Nuestros indígenas vivían una libertad pura y una igualdad humana, por lo tanto aquello de: “indios salvajes” no se lo pueden tragar sino los ignorantes y rebuscadores de historia colonial. Era mentira que para salvarlos se necesitara cambiar su forma, su conducta, y sus creencias. La conquista traía claramente otros objetivos entre estos el principal: EL ECONOMICO.
Para este momento España vive su peor crisis, es la más pobre de toda Europa, a pesar de haber salido vencedora en la guerra contra los moros, los cuales la habían ocupado por siete siglos. Isabel y Fernando, los reyes católicos, sostenían contradicciones con la nobleza y los señores feudales. Una burguesía nueva surgía la cual se enriquecía con el comercio y mantenía estrecha relación con los monarcas. Conquistada Granada, el gigantesco aparato militar creado para la guerra quedaba fuera y demandaba del trono nuevas acciones importantes, la necesidad de nuevos mercados para expandir su comercio, la capitulación de Santa Fé, firmada por los Reyes Católicos y Cristóbal Colón, en las que se establecían los títulos y riquezas que obtendría el futuro conquistador, fue para la historia, la demostración clara del carácter enteramente mercantil que se abalanzó para expropiar y explotar a nuestra comunidad primitiva, la que se preparó para una lucha bárbara y desigual. Así emergió el enemigo implacable: LA PROPIEDAD PRIVADA.
España nos trajo su cultura, una de las más avanzadas en ese momento para la humanidad; nos trajo el caballo, la caña de azúcar, y la aportación más grande para nuestro continente, la lengua y tras ella, la poesía, las artes; pero también el odio, la avaricia, la venganza y el azote del cielo, su religión. De hecho encontramos es la estructura histórica que el llamado descubrimiento no tuvo en ningún momento la intención propia de una aventura civilizadora preconcebida, sino un hecho circunstancial, provocado por una situación crítica de realidades políticas, económicas y sociales que diezmaba a la España de la época. De ahí que encontremos posiciones concretas para el fin propuesto tenazmente por Colón. No olvidemos los planificados viajes hacia el Asia, tráfico marítimo creciente e interés económico por vincular regiones separadas con fines de comercio, humanismo racionalista del Renacimiento, aparición oportuna de una monarquía fanáticamente católica nacida de la guerra de la conquista. La religión católica se enfrentaba a la contrarreforma protestante y era necesario amparados por los reyes inquisidores del catolicismo, la posibilidad de importarla para contrarrestar el avance contrarreformista.
En consecuencia el llamado descubrimiento del nuevo mundo, cristalizado por la naciente monarquía imperial española, se alimentó de la intuición de que el otro mundo que pregonaba su religión ya no estaba arriba, sino aquí, en estas tierras de “gracia”, tierras de “salvación”.
Así nos llegan las enfermedades, la ideología del mercantilismo, la conquista que muy diferente a otras, no fue sino el síndrome del conjunto de enfermedades que mataba a la España Imperial.
Un adelanto cultural, económico, social, impuesto con la espada y con la cruz se apropio de las tierras del sur, introdujeron la esclavitud, practicaron la persecución y el genocidio por medio de una política de sojuzgamiento y aniquilación. Nació el temor, el pecado, la paralización a nuestro propio desarrollo y se enyesó, se embalsamó nuestra propia forma de pensar y de defendernos.
Una conquista cruel, con “hombres de hierro” vino a desarrollar su locura. La corona trajo su propia violencia, su irresponsabilidad, su despotismo, su depravación. Ella dilapidó el inmenso tesoro que aquí en América encontró. El oro y la plata, motor celular de la conquista, fue la sentencia a muerte de los hombres de esta tierra de salvación.
Para España, América era una invención más, y bajo este concepto se realizaron los tratados “por la ley de la conquista”. En nuestra verdadera historia, no se encuentran más que manifestaciones tétricas de salvajismo. Todo se reduce a: matanza, exterminación, robo, pillaje, imposición, inquisición, racismo, explotación, usurpación e invasión.
Este es el verdadero destino que Colón nos trajo como desarrollo, como ayuda. Con los invasores llegó la importación principal: La pobreza, la miseria, el dios armado. Nos llegó el derramamiento de la sangre india sobre la tierra llamada América. Nos llegó el sufrir, las lágrimas y lo más vil, pestilente y odioso: LA ESCLAVITUD.
A quinientos trece años terribles de invasión, no tenemos otro perfil, sino el del destino heredado. Ha cambiado el método, pero el sistema deshumanizado lo tenemos como maldición a nuestra espalda.
Quinientos quince años de atropellos, de saqueos, de injusticias. ¿No han sido suficientes? Ha volado la lentitud y todo se parece a la muerte, dentro de cada uno, lloramos como lo hacen nuestros volcanes para que sepa el mundo que somos Los Gigantes de las Cordilleras.
El silencio de algunos latinos, especialmente el de esta generación, no es otra cosa que la conformidad ante el temor y el vivir de rodillas ante la estupidez. Así es de clara la verdad aunque venga de una historia oscura. Ahora todos debemos despertar, latir entre nosotros y dejar establecido que somos los resurrectos de la nueva liberación Latinoamericana y del Caribe.
Ese sueño de tierra y libertad que intentaron nuestros aborígenes, no debe quedarse sentado en la mesa vacía que nos separó, pero que nos unió en el mismo castigo, si observamos, de Barcelona a Caracas, hablamos la misma lengua, lo que nos une a los pueblos de España, Latinoamérica y el Caribe, pero también existe otro lenguaje que ahora nos sienta en la misma mesa pobre del mundo: EL HAMBRE, LA MISERIA Y LA EXPLOTACION.
Víctor J. Rodríguez Calderón
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)