Estimado Señor Futuro,
Le estoy escribiendo esta carta
para pedirle un favor.
Usted sabrá disculpar la
molestia.
No, no tema, no es que
quiera conocerlo.
Ha de ser usted un señor muy
solicitado,
habrá tanta gente que querrá
tener el gusto, pero yo no.
Cuando alguna gitana me atrapa
la mano para leerme el porvenir, salgo corriendo a la disparada antes de que
ella pueda cometer semejante crueldad.
Y sin embargo, usted, misterioso
señor, es la promesa que nuestros pasos persiguen queriendo sentido y destino.
Y es este mundo, este mundo y no
otro mundo, el lugar donde usted nos espera.
A mí, y a los muchos que no
creemos en los "dioses" que nos prometen otras vidas en los lejanísimos hoteles
del Más Allá.
Y ahí está el problema, señor
Futuro.
Nos estamos quedando sin mundo.
Los violentos lo patean como si
fuera una pelota.
Juegan con él "los señores de la
guerra"
como si fuera una granada de
mano,
y los voraces lo exprimen como
si fuera un limón.
A este paso, me temo, más
temprano que tarde,
el mundo podría no ser más que
una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin
alma.
De eso se trata, señor Futuro.
Yo le pido, nosotros le pedimos,
que no se deje desalojar.
Para estar, para ser,
necesitamos que usted siga estando,
que usted siga siendo, que usted
nos ayude a defender su casa,
que es la casa de tiempo.
Háganos esa gauchada, por favor.
A nosotros, a los otros, y a los
otros que vendrán después,
si tenemos un después...
Le saluda atentamente:
Un
terrestre.