Me tiraba en un chal en el patio de la casa, bajo los árboles que mostraban a través de sus hojas, un bello cielo azul.
Mi mirada se fijaba en los pájaros, en como cantaban, como se enamoraban. Sus alas se abrían para emprender ese vuelo de amor.Los veía picotear los troncos de los árboles, pasearse de un lado a otro, en su afán de conquistar ese amor que tenían ante si.
Admiré sus bellos colores e imaginé que era yo la que volaba.Que era un pájaro enamorado que revoloteaba siguiendo a ese de cabeza roja llena de amor.
Me sorprendí mirando las hormigas, llevando presurosas hojitas de ligustro, antes que la lluvia cayera.
Vi como los sapos se volvían contentos por la llegada del agua, y hacían sonar sus panderetas de lata,formando una orquesta metálica.
En el verano se iban los mosquitos y yo ahí tendida, arreglaba y me entretenía con sus vidas.
Me imaginaba viviendo con ellos, era un árbol, frotando mi cabello con las nubes...También era música, una canción…
Para muchos una canción es una pérdida de tiempo, no para mi, que.es como enhebrar palabras en un hilo de seda,hacer con ellas dulces collares que se dormirían tibios en el pecho de ese amor que imaginaba.
Una vuelta de azúcar, una de alegría, una de pena, otra de luz, de risa, de viento y de besos.
Siempre hice lo mismo, y los mayores me preguntaban ¿Qué te tiene tan ensimismada? Sonreía, y seguía inventando caras e historias en la humedad del techo de esa inmensa casa.
Así… escuchaba las pisadas de las primeras gotas de lluvia, ésas de vidrio, semejantes al tic-tac del reloj.
Primero acompasadas, luego desordenadas como gnomos corriendo una carrera infernal, atropellándose sobre las fragancias que emanaban del jardín.
Terminaba esa magia de pensar en el vuelo de los pájaros y de todas las historias que creaba, en las sombras, en ese cielo que se oscurecía lleno de nubes que lloraban.
Y hoy, en mis recuerdos, elijo unas vueltas de esos collares de letras acopladas y las pongo en este texto para ustedes… para que conozcan mi vida.
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