
A LA INFANCIA FELIZ
Niños, niños de todos los puntos cardinales, queridos niños,
niños desde la mar hasta el desierto: nacer es tan difícil
que casi es hasta extraño.
Sucede que no entiendo,
-por más que sumo y resto divido y multiplico-,
no logro descifrar esa regla de tres que llaman sufrimiento;
ese dragón infame, cobarde, malo, indigno,
que apaga con sus garras la luz de vuestro gesto
y apenas os permite ser apenas felices,
feliz como ya nunca
se vuelve nunca a ser como cuando uno es niño.
Ser feliz debería caminarse en el suelo,
cogerse en una flor, tocarse en los membrillos.
Ser feliz debería caernos de la luz, comerse en las cerezas,
en las gomas de nata y en los azucarillos.
Pero nos empeñamos en hacerlo difícil,
y no siempre es difícil lo hermoso por sencillo;
bien sencilla es la luna, bien hermoso es un pétalo,
bien sonora la brisa y el canto del jilguero.
Preciosa la niñez de cuerpos tan chiquillos.
Radiante la mirada vuestra de ojos crédulos.
Ser feliz debería ser una obligación,
un derecho, una ley sin frío,
sin faltas de ortografía,
sin dragones ni enanitos.
No sé quiénes manejan las riendas del negocio.
Ni cuántos miserables respaldan la miseria para su beneficio.
No entiendo por qué faltan en un mundo tan rico, pan, agua y
esperanza, una naranja, un techo, un plato de ilusiones,
un vaso de cariño, una inyección de amor, una cama
o un sueño.
Porque soñar es bueno, y nunca más se sueña
como cuando uno es niño.
Pues es cuando se sueña que los árboles
hablan idiomas vegetales, que el miedo se enamora
y lloran los planetas
y que los reyes brillan por ser tan bondadosos
y que la tierra gira porque tragó una rueda
y que cuando se muere nos suben a un castillo
y que cada camino siempre lleva a una puerta
y que la soledad ya no pone más huevos
porque nosotros mismos le rompemos el nido.
No entiendo cómo pueden borrarnos la sonrisa,
si nunca más se vuelve a sonreír tan limpio.
No entiendo por qué muchos andáis en esqueleto.
No entiendo por qué algunos recitáis el dolor
antes de percibir el propio entendimiento.
Ni entiendo que os enseñen a apretar el gatillo
en vez de acostumbraros a disparar con besos.
No entiendo por qué causa vociferáis la sed
mientras llueven las nubes y descienden los ríos
y aumentan los océanos.
No entiendo que nos sobren tantas comodidades
y haya tantos aprietos.
No me salen las cuentas -por más que multiplico,
divido y sumo y resto-.
No puedo comprenderlo aunque sí me lo explico:
ser mayor es tan fácil que puede ser ridículo,
y a veces se es muy torpe por ser tan exquisito
y a veces se es muy pobre por exceso de excesos
y de tanto tener no tenemos ni alma
y de tanto poseer no poseemos conciencia
y de tanto abarcar ya no abrazamos nada
y de ambicionar tanto nos fallan los principios.
Niños, el mundo ha de cambiar;
confío en esta gente que vive por vosotros,
confío en vuestro impulso más capaz que el del viento,
confío en los payasos y sus equilibrismos,
confío en los gigantes de vuestros dedos tiernos
y en una libertad para las marionetas
y en una humanidad sin débiles ni altivos
y en los lobos feroces que escapan de los cuentos.
No entiendo, como oyen ustedes,
muchas cosas, pero confío,
sí, soy hombre y / como ustedes, confío.
Aurelio González Ovies
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