Amor
imposible
Querida
mía:
Eres tú un regalo
de Dios. Eres un capricho de la Naturaleza, que en un momento de
afectación quiso verse envuelta en su propia gloria y en su máximo esplendor,
realizada en ti. Eres la síntesis de todas las virtudes que un mortal puede
poseer. Eres como una fragante y fresca rosa, que perfuma todo el aire que la
rodea con sólo insinuar su presencia.
Eres un ángel sin
alas, un ser casi delicado, pero tan cálidamente real, con la gracia del viento
entre las flores, con la serenidad de un cielo de verano, con la majestuosidad
de una noche estrellada, la belleza de un sol que se levanta, la delicadeza de
un lirio, la elegancia de un cisne, la blandura de una partícula de algodón y la
sencilla libertad de una gaviota en la brisa.
Es tu voz melodía,
hechizante que tranquiliza a las fieras y que mueve montañas. Es tu lengua fiel,
reflejo de una alma grande, inmensamente noble, digna poseedora de una mente tan
clara, tan amplia, sin horizontes ni fronteras. Es tu razón poderosa, como la
verdad misma, pues, sin herir, tranquilizas tormentas y reconcilias
enemigos.
Es éste tu mayor
encanto, y es lo que te hace superior, inmensamente mejor que el resto de los
mortales, aunque tu modestia inútilmente trate de ocultarlo. Es tu pelo de miel
que hecha brisa, tu piel es suave como la seda más fina.
Y tu mirada... tu
mirada es dulce y cautivadora; es hechizante, como el agua de la montaña, pura y
fresca. El sol es la sombra de tus ojos, la luna, la estela de tu mirada. Y tu
risa, en ella se enlaza la belleza del canto de las aves y la fascinación de un
alma soñadora. Todo aparato de este mundo descolora de vergüenza a tu lado. Eres
como la fragancia que trae el viento, que, aunque no viene de nosotros, jubila
nuestros sentidos y hace nuestras vidas más agradables. Eres una prueba de la
existencia de Dios y, a la vez, una muestra de su grandeza, pues sólo Dios puede
hacer algo tan sencillamente maravilloso, tan perfecto y tan bello. ¡Tan
bello!...
Eres como una
estrella fugaz que cruza el cielo y lo ilumina, fugaz e inapreciada. Porque
nunca nadie podrá apreciarte por completo. Pero aún sabiendo que siempre serás
para mí una estrella lejana y fascinante, y aceptando que nunca podré más que
mirar la montaña desde la llanura, aprecio más que nadie tu inagotable belleza y
tu serena forma de ser, y sobre todo, esa gran paz y alegría que siento junto a
ti y que trascienden los límites de lo material.
Soy tu esclavo.
Siempre lo he sido y lo seguiré siendo hasta el último de mis días. Me tienes a
tus pies. Siempre encontrarás en mí la mano abierta de un amigo, y la dulce y
tormentosa agonía de un corazón rendido, eternamente
enamorado.
Te quiero de todo
corazón