Las castañas asadas.
La vieja castañera tiene su puesto desde hace mucho tiempo, ya no le hace falta para vivir pero se ha hecho amiga de muchos de los que todos los días pasan y unas veces le compran y otras no, pero siempre le dicen algo e incluso se paran a charlar un rato con ella. Además se ha acostumbrado a levantarse, irse a su puesto y preparar todo lo necesario, las castañas, los cucuruchos, el carbón, el horno, etc.
Su familia ya no quiere que ella vaya al puesto y la han dicho que cuando tenga algún problema tendrá que dejarlo, de pronto se da cuenta de que no se ha llevado cerillas y que si no puede encender el horno tendrá que pensar en dejarlo. El Sol que se ha acostumbrado a ver aparecer a aquella viejecita tan amable cuando sus rayos pierden fuerza y no pueden calentar a la gente, le da mucha pena y haciendo un gran esfuerzo, tiene muy poca fuerza, extiende un dedo muy largo y poniendo en el todo el calor que puede lo mete en el horno de la castañera y sopla con cuidado; de pronto una llamita sale y el carbón empieza a arder. La castañera no sabe muy bien lo que ha pasado pero esta muy contenta y siente un calorcito que no sabe bien de donde sale pero que le resulta muy agradable.
(Aurora Díaz Plaja).
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