A ella hay que guardarla de lo que se va y no se queda, porque ella permanece siempre en la memoria, así que debemos apartarla de lo fugaz, que llega y escapa sin siquiera quedarse, ni siquiera saludar al menos. ella, vaya... ¡ella! qué poderosa presencia, divina, que en mitad de una habitación abarrotada de gente, ejerce de centro, y el mundo y los planetas, y el sol y las galaxias, y supongo que también los universos (todos ellos), se alternan el gusto de írsele aproximando, como si una fuerza gravitacional les atrajese, les obligase a acercarse hasta poder, frente a sus ojos, fijar sus miradas y así acabar entendiendo.
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