Confinado en la UVI del agobio
por culpa de una bilis maniquea,
condenado a bailar con la más fea
que no es mi Dulcinea y tiene novio.
Furtivo de la orilla de la lumbre,
del polvo enamorado de Quevedo,
provocando, por falta de costumbre,
las cornadas del hambre y las del miedo.
Vagabundo sonámbulo en la rama,
maletilla sin sitio en el albero,
desahuciado del lado de tu cama.
Pegado al transistor, no sea que radie
la guerra de los mundos y el cartero
llame dos veces y no le abra nadie.