El cuerpo tiene un ayer
que no se cura mañana,
nueve noches por semana
sin ganas de amanecer.
Laberintos del placer
cuando baja la persiana
del crepúsculo, Diana,
cazadora de vía estrecha,
clava su póstuma flecha,
en mi podrida manzana.
El corazón es un flan
que encoge con cada pena
y se inflama cuando suena
la flauta dulce de Pan.
Eva se va con Adán
porque el amor desenfrena
y, al calor de la verbena,
siempre aparece un muchacho
que le financia el gazpacho
después de la noche buena.
El deseo es un corcel
que la madurez embrida,
cuando el bajel de la vida
no acepta tratos con él.
No se trata de ser fiel
a la esposa malquerida
ni echar vinagre en la herida
de la loca juventud;
la pasión y la salud
pierden siempre la partida.