El olor fascinante a pradera mojada ronda las sienes perfumadas de mi pueblo amado. Su sonrisa de nácar columpia entre la neblina, retoza alborotada, se explaya agita sus alas galanas, contorsiona su cintura infinita, estalla en carcajadas ¡Feliz! Aferrada de los brazos del día que rebujado en el azul del cielo se asoma por el horizonte, envuelto entre trozos de paños blancos ensangrentados. Trata de recorrer con su fresco aliento el verde valle, donde se sueña mejor con la diva galante vestida impecable de blanco, que con un collar plateado luciendo en su garganta, quiere conquistar con un grito de esperanza el sueño anhelado de todos sus muchachos, enamorados del porvenir de la patria.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
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