Se van tus manos sobre mi mirada la sostienes, la sueltas. Embistes mi hombro izquierdo, lo sitias desde el cuello, lo asaltas con las flechas de tu boca. Embistes mi hombro izquierdo feroz y dulcemente a dentelladas. con su modo redondo de hacer pasar el tiempo entre los besos y somos dos volutas de humo flotando en el espacio llenándolo con chasquidos y murmullos o suavemente quedándonos callados para explorar el secreto profundo de los poros para penetrarlos en un afán de invasión de descorrer la piel y encontrar nuestros ojos mirándonos desde la interioridad de la sangre. Hablamos un lenguaje de jeroglíficos y me vas descifrando sin más instrumentos que la ternura lenta de tus manos, desenredándome sin esfuerzo, alisándome como una sábana recién planchada, mientras yo te voy dando mi universo; todos los meteoritos y las lunas que han venido gravitando en la órbita de mis sueños, mis dedos llenos del deseo de tocar las estrellas los soles que habitan en mi cuerpo. Una mansa sonrisa empieza a subirme por los tobillos, se va riendo en mis rodillas sube recorriendo mi corteza de árbol llenándome de capullos reventados de gozo transparente. El aire que sale de mis pulmones va risueño a vivir en el viento de la noche mientras de nuevo embistes mi hombro izquierdo, feroz y dulcemente a dentelladas.