¿Dónde estaba Dios
cuando yo tuve
que mentir al crearlo?
Cuando crucé la noche con un tacto
de luna entre los ojos que dolía.
Cuando llegué a mi casa y en la puerta
caí hacia un abismo encendido de nieblas.
Y cuando yo subía a los naranjos
que no eran míos, pero que me amaban.
Y cuando los espejos desnudados
de cada amanecer me mintieron mi vida.
Y cuando ella se fue y sólo espadas
de niño malherido giraban en mi sombra.
¿Dónde estaba el mar cuando el silencio
de cada tarde me sumó a su olvido?
Y cuando te besé con esta inmensidad de mi mirada,
y tú, tan distraída como el mundo,
continuaste de largo,
cabellera y galope para siempre.
Hoy quiero preguntar desde las mismas
raíces del silencio
que aún se me atragantan de puro llanto azul.
Hoy quiero preguntar por tantas cosas
que me debe la vida -que me niega la vida-
por saberme precario y renacido.
Hoy quiero interrogar todas las rosas,
todas las mierdas, todos los caminos.
Yo que tuve banderas en las manos
casi un segundo antes de beberme el olvido.
Yo que soy un antiguo caminante de mundos
que simplemente va de espejismo a espejismos
con un puente sin fin de palabras y heridas.
No me voy a rendir aunque me nieguen
el pan de ayer, la brisa de mañana,
el rostro de los niños y su móvil
promesa entre la luz inesperada.
Y algún día sabré, definitivo
¿dónde estabas tú cuando yo era
el golpe de la azada bajo el cielo,
y el puñito de sangre acongojada
que entre los cadáveres se repliega del mundo?
Que no hay derecho de vivir debiéndole
tanto a la nada, y poco a los caminos.
Y tener que aceptar la flor entera
del espejismo entre la mirada.
¿Dónde estaba yo, Señor del viento,
cuando mi soledad me antecedió a la vida?
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