Sombrío el firmamento se dibujaba
en el cielo triste ya casi sin brillo;
pues de sus nubes lágrimas brotaban
que morían en el frágil manto del olvido.
En el ocaso de un día sin corazón,
y el alba de una noche llena de historias;
que en la arena muchas fueron plasmadas
y otras vividas junto con una canción.
Las olas, con su susurro me explicaban
que aquellos amores pronto serán borrados,
y que el engaño que esos corazones guardaban
con furia de sus playas serán arrancados.
Decían también que en sus aguas acogían
a quien la vacuidad le inundaba;
y que si al entregar su corazón en vida
las palabras de su amada lo lastimaban.
Su vaivén, sacaba el amor de su alma;
el salar, el sabor de sus besos borraba;
la arena mojada, la sed por su piel calmaba
y la imagen de aquella faz disipaba.
Caminando solo, cargando mi condena;
al mirar mi tristeza un consejo me brindó:
“Escribe tu historia en esta arena; exclamó,
y deja sacar de tu alma lo que te apena”.
Temblaba mi mano al escribir su nombre,
mi alma se negaba a escribirlo junto al mío;
y cerrando con un corazón y un “para siempre”
sabía que terminaría aquel nuestro destino.
Pero al saberlos juntos, una ola me golpeó;
arrancando aquella pequeña esperanza,
decidí escribir mil veces en aquel corazón
su nombre y él mío; aquí el amor murió.
Un idilio más yacía por las olas azotado
aquel que fue prohibido y siempre engañado
y entre las tinieblas una estrella aun brilló
sería quien pondría fin a sus falsos “te amo”.
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