El loco de Sevilla
por Miguel de Cervantes
En el manicomio 1 de Sevilla, había un licenciado 2 a quien sus parientes habían puesto por estar loco. Después de estar allí varios años, el hombre decidió que estaba cuerdo, 3 y le escribió al arzobispo rogándole que le dejara salir del manicomio 4 porque sus parientes lo tenían allí sólo para gozar de una parte de su abundante fortuna.
El arzobispo, después de recibir varias cartas discretas del licenciado, envió a un capellán 5 a conversar con el loco para determinar si estaba completamente cuerdo antes de ponerlo en libertad. Después de hablar un buen rato con el loco, el capellán decidió que el licenciado estaba bien de la cabeza porque en su conversación no le había dicho nada disparatado. 6 En su opinión, el rector del manicomio retenía al licenciado para no dejar de recibir los regalos que le hacían los parientes que deseaban su dinero. Convencido de las malas intenciones del rector y de los parientes, el capellán tomó la decisión de llevarse al licenciado a que el arzobispo lo viera. 7
Al enterarse de los planes del capellán, el rector le aconsejó pensar bien lo que iba a hacer porque el licenciado no estaba curado, pero el capellán no le hizo caso. Después de vestirse con su ropa de cuerdo, el licenciado le rogó al capellán que le dejara despedirse de los otros locos. Éste constintió, y se acercaron a una jaula 8 que encerraba a un loco furioso: --Hermano, me voy a mi casa. Dios, por su infinita bondad y misericordia, 9 me ha curado de mi locura. Ya que el poder de Dios no tiene límite, tenga confianza en Él para que también le devuleva su juicio. Le mandaré regalos de comida porque creo que nuestra locura resulta de los estómagos vacíos y de los cerebros llenos de aire. Otro loco escuchó estas palabras del licenciado y preguntó quién se iba del manicomio sano y cuerdo. El licenciado curado contestó: --Yo, hermano, me voy porque no tengo que estar aquí más, y por esto le doy muchísimas gracias a Dios. --¡Cuidado! Que no le engañe Satanás—respondió el loco.—Quédese aquí 10 para no tener que volver en el futuro.
--Yo estoy cuerdo-replicó el licenciado—y no tendré que regresar jamás.
-¿Ud. Cuerdo?—dijo el loco.—Está bien. Siga con Dios, pero yo le juro a Júpiter, 11 a quien represento en este mundo, que voy a castigar a Sevilla, la cual peca por sacarte de esta casa, de una manera que nunca se olvidará. ¿No te das cuenta, 12 licenciadillo, que soy Júpiter y que tengo en mis manos rayos con que puedo destruir el mundo? Sin embargo, voy a castigar a este pueblo de otra manera; yo no lloveré en esta región durante tres años enteros. ¿Tú libre, tú sano, tú cuerdo, y yo loco, yo enfermo, y yo atado?
Al oír esto, nuestro licenciado se volvió 13 al capellán y le contestó:
--Padre, no le haga caso a este loco que dice que es Júpiter y que se niega a llover. Yo soy Neptuno, el dios de la lluvia, y lloveré todo lo que me dé la gana.
--No sería bueno enojar al señor Júpiter—respondió el capellán.
--Es mejor que Ud. Se quede aquí por ahora, y luego, en un momento más oportuno, volveremos por Ud.
El capellán medio avergonzado, 14 en seguida les mandó desnudar al licenciado 15 y meterlo de n uevo en su celda.