Hay dos tipos de temor de Dios. El temor servil, que es el temor al castigo merecido por el pecado; y el temor filial, el temor a disgustar a un padre que me ama tanto hasta el punto de morir por mí. Jesús, te pido ese temor filial, que me haga reaccionar cuando no hago lo que Tú esperas de mí. No por temor al infierno, sino porque quiero corresponder a tu amor, porque no quiero hacerte sufrir más. Ya hay otros que te hacen sufrir. Yo quiero ser tu amigo, uno de aquellos a quienes hoy llamas «amigos míos.»
Si vivo así, no tendré ningún otro temor. Ni siquiera temor a la muerte, porque me doy cuenta de que estoy en manos de Dios. Y Dios, además de ser todopoderoso, es mi Padre. Yo le importo: «Vosotros valéis más que muchos pajarillos.» Por eso, todo lo que me ocurra es para mi bien. De ahí que, hablando de estos temores humanos, me puedas decir: «no temáis, yo estoy con vosotros» Mateo 28,20).
Jesús, aumenta mi temor filial para que me decida a buscar seriamente la perfección, esto es, la santidad. | | |