El evangelio nos presenta algunas veces a Jesús en a calorada polémica con sus enemigos.
El tono de su voz , siempre dulce y persuasivo, resulta. aveces, agresivo y resuelto.
Y no duda, con frecuencia, en condenar con palabras de fuego algunas actitudes, soberbias y presuntuosas, de los fariseos de mala fé.
Pero jamás tiene una palabra que no sea dulce y amable para los enfermos, para los que sufren, para los atribulados, para todos los que, con humildad de espiritu y con fe viva, le pedían la curacion y consuelo.
Y lo más significativo es que ni una sola vez se ha detenido a averiguar las causas que han reducido a los enfermos a tan lamentable estado.
Con frecuencia, las causas de tal enfermedad son el pecado y el desorden moral; pero Jesùs no investiga en ningún caso, y no permite que otros lo hagan.
Cuando Pedro, con una curiosidad fácilmente comprensible, pregunta al Señor, aludiendo al ciego de na- cimiento :Maestro , ¿quien pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?, Jesús con una respuesta que cierra el paso a toda discusión, afirma : Ni pecó éste , ni sus padres, sino para que se mani las fiesten en él las obras de Dios.
Y las obras de Dios, sus obras , se debían manifestar no tanto en la discusión y en la investigación de eventuales responsabilidades cuanto- y de una manera preferente- en remediar sus necesidades espirituales y corporales, en la efusión arrebatada de una entrega y comprension sin limites.
Por lo demás ¿que le hubiera costado al divino Taumaturgo , curar con milagros espectaculares a todos los enfermos que recurrian a El.
(Novelo Pederzine)
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