Lecturas para este día: Romanos 15: 14-21. Lucas 16: 1-8.
¨Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz¨. Lucas 16: 1-8.
Un hombre se fue a confesar, aunque aparentemente no tenía pecados. A todas las preguntas del sacerdote, la respuesta era siempre esta: ¨¡Nada de eso, padre!. No hice nada¨. Entonces le dice el confesor en tono de broma: Usted debe ser un santo. Vamos a ponerlo en un altar. El hombre dudó, pero aceptó. Había un nicho vacío en la pared de la iglesia. El padre mandó subir al hombre: ¨Póngase dentro del nicho, con las manos juntas. Así. Y llamó a la gente: ¨Vengan a ver al nuevo santo¨. Todo el que llegaba a ver el nuevo santo en el altar, hacia algún comentario: – ¿Ese de allí?. ¡Pero qué santo más raro!. ¡Siempre está bebiendo en los bares!. Tiene una deuda vieja conmigo y no me paga… – Nunca vi a un santo meterse con la familia ajena…- El que insulta más que nadie… Y así cada uno iba haciendo la confesión del nuevo santo. El padre tuvo que mandar que se pararan, porque no quería oír cosas peores. Se volvió hacia el hombre que ya estaba con la cabeza baja, y le dijo: – Ahora puede bajar. Usted no quiso confesar sus pecados, pero sus vecinos se encargaron de hacerlo en su lugar.
También en nuestra vida misionera – evangelización, catequesis, construcción de la comunidad – debemos mantenernos despiertos, ser inteligentes para buscar los medios mejores. Y ser astutos. ¿Somos hijos de la luz que iluminan a otros, o escondemos esa luz bajo la mesa?
Del Salmo 97: Que todos los pueblos aclamen al Señor.