En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús dice a sus discípulos: "Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven." Pareciera que hoy no somos tan bienaventurados, porque nacimos dos mil años tarde para ver a Jesús en carne y hueso, cara a cara. Pero consideremos lo que hemos visto con nuestros propios ojos.
Cada día, si podemos asistir a Misa, vemos a Jesús en la Eucaristía. Bueno, no, no lo vemos con nuestra visión física. Requiere fe - y creer en el poder sobrenatural de Dios - para reconocer que el pan y el vino se transforman en el cuerpo y la sangre de Jesús durante las oraciones de consagración. Los ojos de nuestra alma lo ven.
Todos los días, vemos a Jesús en los demás si miramos más allá de la basura de la pecaminosidad y los comportamientos poco saludables que acarrean como si fueran posesiones valiosas. Jesús no es totalmente visible; la verdadera visión requiere fe. La verdadera fe abre los ojos de nuestras almas, para encontrar la presencia de Cristo dentro de cada persona.
Todos los días, si observamos lo que Dios está haciendo en nuestras vidas, vemos las manos de Cristo llegar hasta nosotros, abrazarnos, ayudarnos, alimentarnos, tomar nuestras cargas sobre sí mismo, y curarnos - a través de las personas de nuestro alrededor. Los ojos de nuestra alma ven su amor que viene hacia nosotros a través de los demás, y nos damos cuenta que estamos siendo bendecidos.
¿De qué sirve ver a Jesús, si no es con el objetivo de seguir a Jesús y asociarnos a Él para continuar con su ministerio terrenal?
Somos bendecidos porque estamos unidos a Cristo. Su luz ha penetrado la oscuridad del mundo en el que vivimos, y esto es motivo de gran alegría. Su luz ha vencido las tinieblas de nuestro egoísmo y la ceguera que puede hacernos tropezar y deambular por caminos equivocados.
¡Gracias a su luz, podemos ver! Podemos ver que Dios realmente nos ama; podemos ver que Él nos está ayudando, podemos ver lo que nos está pidiendo que hagamos a continuación en nuestro camino hacia el cielo, y podemos ver que quiere cambiar el mundo por medio de nosotros.
En nuestros momentos de oración en privado, Jesús nos visita directamente. Pero esto es demasiado silencioso. No hay contacto físico. Es solamente místico. A veces experimentamos la alegría sobrenatural en estos momentos, pero necesitamos más que eso. Somos criaturas de carne y hueso, que necesitan un Dios de carne y sangre con el fin de sentir sus abrazos.
Por eso, Jesús también nos llega a través de otros. Cuando tenemos dificultades para ver cómo el Señor contesta nuestras oraciones o lo que nos está diciendo que hagamos, tenemos que ir a compañeros cristianos y Él nos atenderá a través de ellos.
Sin embargo, para beneficiarnos de sus visitas, ver su presencia, sentir sus abrazos y escuchar su voz, tenemos que participar activamente en la comunidad cristiana. La Iglesia es, después de todo, el Cuerpo de Cristo en la tierra.
¿Qué necesitas para ver lo que Jesús está haciendo por ti hoy?Dios ha bendecido tu visión, pero si todavía no lo puedes ver, busca su luz brillando a través de otra persona - ¡te garantizo que está tratando de revelarse a ti!
Reflexión de las Buenas Nuevas
Martes de la 1ra. Semana de Adviento
1 de diciembre de 2015
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.
© 2015 por Terry A. Modica
Oración para hoy
¡Alabado seas, mi Señor, porque tomaste mi vida y me diste a conocer tu nombre! Amén.