Lecturas para este día: Isaías 11: 1-10. Lucas 10: 21-24.
“En aquel día: Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor”. Isaías 11: 1.
La primera lectura nos presenta una visión idílica: El novillo y el león pasearán juntos. Es imagen de la paz que traerá el Mesías: Paz incluso entre pueblos que se odian desde hacia mucho tiempo. Esto podría parecernos irrealizable, un cuento para engañar a los ingenuos. Conforme pasa el tiempo creemos menos que ésto suceda. Los hombres siguen siendo lobos para los demás hombres y vemos difícil que cambie.
Debemos entonces leer el Evangelio y ver cómo Jesús da gracias porque Dios ha revelado estas cosas a los humildes y sencillos y se las ha ocultado a los sabios y poderosos. Solo los pequeños, aquellos que tienen ojos de niños, son capaces esperar el milagro de una paz tan grande como promete el profeta.
Solo los hijos creerán que la Navidad es posible, aún en medio de tantas crisis y problemas. Solo el hijo, por ser humilde y sencillo, sabe que está en brazos de su padre y solo así puede entonces aceptar su historia que consiste en vivir, trabajar, sufrir y amar en favor de la paz.
Solo el hombre sencillo ve posible un camino de vuelta hacia aquella armonía que se tenía, cuando todo estaba bien.
Solo el pobre y sencillo descubre que en el corazón se tiene siempre la verdadera paz. Sabe que en su corazón hay un manantial inagotable para cambiar las cosas, ya que ese manantial brota de un Padre común.
La paz se lleva por dentro, y no solo fuera. La clave para tener acceso a este manatial de paz es aceptarse a sí mismo como hijo.
Cristo príncipe de la paz, nace en una noche de paz para volver la esperanza al mundo.
Del Salmo 71: Ven, Señor, rey de justicia y de paz.